21/10/2025, 10.42
RUSIA
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Restricciones a los artistas callejeros en San Petersburgo

de Vladimir Rozanskij

La joven cantante Diana Loginova, conocida con el seudónimo de Naoko, y otros dos miembros de un grupo de rock han sido detenidos por atraer a muchos espectadores y curiosos a escuchar sus canciones, a pesar de que están reconocidos como «agentes extranjeros». Interpretaban canciones del gran cantautor Bulat Okudžava, fallecido a finales de los años noventa, que cantaba contra la «guerra cobarde».

San Petersburgo (AsiaNews) - El tribunal de San Petersburgo ha decretado el arresto de la cantante callejera Diana Loginova, conocida con el seudónimo de Naoko, que había sido detenida junto con otros dos miembros del grupo StopTime, también sometidos a arresto durante dos semanas en espera de juicio. Inicialmente se les imputó el delito de «desprestigiar a las fuerzas armadas», para luego formalizar el de «organizar una reunión y un movimiento masivo de ciudadanos en un lugar público, en violación de las normas de orden público», por haber atraído a muchos espectadores y curiosos a escuchar sus canciones, a pesar de ser reconocidos como «agentes extranjeros».

La decisión de arrestar a los músicos se tomó tras la denuncia de un colega suyo, el rapero de 28 años Mikhail Nikolaev, de San Petersburgo, que en varias ocasiones había expresado su hostilidad hacia Naoko, de 18 años, en las redes sociales. La joven es estudiante del instituto musical «Rimskij-Korsakov» de la capital del norte de Rusia y, junto con sus compañeros, suele cantar en la calle temas de autores reconocidos desde hace tiempo como inoagenty, como Zemfira y otros, por lo que, de hecho, están prohibidos para su escucha y ejecución pública, a pesar de ser muy populares en Rusia. En San Petersburgo actúan en la calle muchos grupos de este tipo, siguiendo una tradición que se remonta a la época soviética, y recogen las donaciones de los transeúntes.

Según cuentan algunos transeúntes, «Naoko y sus compañeros cantaban en la Nevskij Prospekt [la avenida central de San Petersburgo] cuando el tráfico se había desviado por otras calles, por lo que no molestaban a nadie», pero lo que cantaban «recordaba las sensaciones de otra Rusia, en otros años», y escuchar estas canciones en tiempos de guerra es muy peligroso, ya que despiertan «sentimientos de alegría y participación, no precisamente de patriotismo alineado», aseguran los oyentes.

Según otros, «casi todos los grupos callejeros cantan Zemfira, Splin, Tequilajazz, Grebenšikov o Lagutenko, porque esta es la capital rusa del rock, por eso vienen aquí tantos turistas y dan un montón de dinero», hasta las últimas interpretaciones del gran cantautor Bulat Okudžava, fallecido a finales de los noventa y que cantaba contra la «guerra cobarde», con estribillos a los que se suman las voces de todos los rusos que se los saben de memoria. Los comentarios de muchos de los presentes repetían en lenguaje callejero «si no han sido capaces de tomar Kiev, vayan a... ustedes y Ucrania».

Cuando Diana fue conducida al tribunal esposada, pasó entre dos filas de decenas de sus seguidores, hasta que solo se permitió entrar en la sala a sus familiares cercanos. El juez presentó los cargos presentados por Nikolaev, que se quejaba de que «la multitud reunida impedía entrar en la estación de metro» el 13 de octubre, cuando, por otra parte, el grupo no había actuado, lo que pronto se corrigió con otras fechas para reforzar la acusación y sin siquiera citar al delator como testigo. La atención hacia el grupo también aumentó debido a la gran difusión en las redes sociales de sus actuaciones, con los espectadores cantando al unísono las canciones de los «agentes extranjeros».

Varios propagandistas comentaron los videos, que obtuvieron cientos de miles de «me gusta», arremetiendo contra Naoko porque «es una persona enferma que intenta contagiar a los demás con su traición», y las personas que bailan y cantan a su alrededor «no saben usar la cabeza» y no quieren darse cuenta de lo que sucede en las fronteras y en el frente de guerra, porque «no están acostumbrados a pensar», se limitan a bailar y cantar estribillos que se saben de memoria para «protestar en el centro de San Petersburgo contra el tío malo que lanza bombas».

Una simple reunión alrededor de una chica que canta se consideró entonces un grave peligro, casi una revuelta antipatriótica, y ahora las fiscalías de todas las regiones dan instrucciones para impedir que la gente se reúna en la calle, aunque solo sea para tararear canciones inofensivas de sus autores y grupos favoritos.

 

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