03/03/2017, 14.31
ISRAEL - PALESTINA
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Uri Avnery: el caso del sargento Azaria refleja la fractura existente en la sociedad israelí

de Uri Avnery

El soldado, que disparó a un joven palestino herido e indefenso, no muestra arrepentimiento. El proceso se volvió un pretexto para llevar adelante una protesta contra el ejército y la estructura del Estado. El odio profundo entre asquenazis y mizrajíes. El ejército ya ha dejado de ser un garante de unidad.  El fin de la ocupación, para sanar las fracturas. Por gentil concesión de Gush Shalom, traducción de AsiaNews.

Jerusalén (AsiaNews) – Creo haber sido el primero en sugerir que al soldado Elor Azaria, el asesino de Hebrón, le fuera concedido el perdón.

Sin embargo, esta recomendación iba asociada a una serie de condiciones: siendo la primera de ellas, que el soldado confesase de modo sincero e incondicional el crimen cometido, que él se excusara por esto y que recibiese una condena de varios años en prisión. Faltando estos prerrequisitos, cualquier reclamo de perdón planteado por el soldado hubiera conllevado una aprobación tácita de su gesto y una invitación a cometer otros crímenes de guerra.

El sargento Azaria, que se desempeña como médico en una unidad de combate, apareció en escena a raíz de un episodio ocurrido en un enclave de la antigua ciudad de Hebrón.  Dos jóvenes palestinos, armados con cuchillos,  habían atacado un puesto de control del ejército y recibieron varios disparos. No sabemos cómo murió el primero de ellos, pero el segundo aparece en una filmación rodada por una cámara de televisión provista a algunos habitantes de la zona por la maravillosa ONG israelí B’Tselem, que está a la vanguardia en la lucha contra la ocupación.

La cámara muestra al asaltante tendido en el suelo, gravemente herido, sangrante y sin ninguna posibilidad de moverse. Luego, 12 minutos después, Azaria –que no estuvo presente en el momento del ataque- aparece en escena. Él está de pie, a menos de un metro de distancia del árabe herido, y le dispara a quemarropa con un disparo a la cabeza, ajusticiándolo.

La prueba fotográfica, que fue difundida simultáneamente en la tv israelí (elemento que no debe ser desestimado), no dejó ninguna posibilidad de escape para el ejército. Matar a un enemigo indefenso es un crimen para cualquier ejército civil y moderno. Es por esto que Azaria fue acusado de homicidio (culposo, pero no premeditado).

 

Para la derecha, él se ha transformado en una especie de héroe nacional. Los políticos, entre ellos el Primer ministro Benjamin Netanyahu, y el actual ministro de Defensa Avigdor Lieberman, han tratado de sacar partido de su caso. Azaria fue hallado culpable. En una sentencia que ha sido formulada con máxima claridad, el tribunal militar ha establecido que su testimonio consistía en un largo reguero de mentiras.

El veredicto desencadenó un torbellino de polémicas y protestas en la derecha. La corte se volvió el blanco de los dardos, y los verdaderos imputados asumieron el lugar de jueces. Frente a esta ola de polémicas, la corte cedió, y conminó a Azaría a la ridícula pena de 18 meses de prisión. Una pena, para que se entienda, que normalmente se aplica a un joven lanzador de piedras palestinas que no golpea ni hiere a nadie.  

En medio de todo esto, Azaria no se ha excusado en lo más mínimo. Y está bien lejos de hacerlo.

Por el contrario, él y su familia, y sus admiradores, han conformado un frente común en el recinto y han irrumpido siguiendo las notas del himno nacional.

Esta escena en el tribunal se convirtió en la imagen del día. Se trató de una clara protesta en contra del tribunal militar, contra los altos mandos del ejército israelí y contra la estructura democrática del Estado en su totalidad.

Pero para mí, esto significa mucho, pero mucho más que eso.

La escena representó la Declaración de Independencia de otro pueblo israelí. Fue la fractura de la sociedad israelí en dos partes, cuyas tensiones se estaban volviendo cada vez más agudas con cada año que pasaba. Las dos partes cada vez tienen menos en común. Tienen dos visiones de Estado que son completamente diferentes, tanto como sus fundamentos morales, su ideología y su estructura.  Sin embargo, hasta ahora siempre prevaleció la opinión común de que al menos había una institución sagrada, por encima de las riñas, e inmune a toda controversia: el ejército israelí.   

El caso del sargento Azaria ha demostrado que incluso este último fragmento de unidad se ha convertido en añicos.

¿Cuáles con los dos campos de oposición en que se dividen? ¿Y cuál es el elemento más profundo que los divide?

No hay que darle muchas vueltas al tema: el factor étnico.

Todos tratan de eludir este factor. Se han levantado montañas de eufemismos en un intento por esconderlo. Todos temen, están aterrorizados, por las consecuencias de todo ello. La hipocresía es un mecanismo esencial de defensa.

Hoy en día hay dos tipos de población hebreo-israelí. Dos, las cuales se odian profundamente.   

Un tipo de población reúne a los denominados asquenazis, nombre que deriva de un antiguo término hebreo con el cual se identificaba a Alemania. Engloba a todos los israelíes de origen europeo y americano, que adhieren o fingen adherir a los valores de Occidente.

El otro reúne a los llamados mizrajíes (orientales), aunque a menudo se los identifica –erróneamente- con los sefaradíes (españoles), no obstante sólo una pequeña facción de ellos son los verdaderos descendientes de los judíos que fueron expulsados de España hace aproximadamente 700 años. La gran mayoría de ellos ha preferido, en vez de ir a Europa, emigrar a países de mayoría musulmana. La comunidad mizrají comprende a todos los israelíes cuyas familias provienen de las naciones que se extienden desde Marruecos hasta Irán.

En el plano histórico, los judíos a menudo han sido maltratados en Europa y, si bien más raramente, en los países islámicos. Sin embargo, los asquenazis están orgullosos de su herencia europea, aunque con el paso del tiempo se hayan ido desapegado cada vez más de ella; contrariamente a ellos, para los mizrajíes no hay peor insulto que equipararlos con los árabes.

¿Cómo se inició la grieta? Detrás del movimiento sionista puede verse, sobre todo, la mano de los asquenazis, los cuales conformaban la gran mayoría de los judíos en el mundo antes del Holocausto. Como es obvio, ellos también fueron los principales contribuyentes de la nueva comunidad sionista de Palestina, si bien, entre ellos, alguna que otra personalidad mizrají constituía una excepción.

Las divisiones profundas se iniciaron después de la guerra de 1948. Como suele ser recordado, he sido uno de los primeros en notar este fenómeno emergente. Siendo comandante de un pelotón, conducía a un grupo de voluntarios provenientes de Marruecos y de otras naciones del Mediterráneo (que, debo decirlo, me salvaron la vida cuando estaba herido). He asistido al inicio de la fractura y he advertido al país en una serie de artículos, que se remontan a 1949.

¿A quién debemos culpar? A ambos frentes. Pero siendo que los asquenazis controlan todos los aspectos de la vida, su parte de culpa es ciertamente mayor.

Puesto que provienen de dos grandes civilizaciones, pero muy distintas entre sí, era por otro lado inevitable para las dos comunidades diferir en muchos aspectos de la vida. Sin embargo, en aquel tiempo todos estaban confundidos por los mitos del mundo sionista, y no se hizo nada para prevenir el desastre.

Hoy, los mizrajíes se perciben como “el pueblo”, los verdaderos israelíes (judíos), a pesar del hecho de que los asquenazis continúen representando la “élite”. Ellos también creen representar a la gran mayoría. Y esto es, en gran parte, errado. Estamos más o menos frente a una división, con los inmigrantes rusos, los judíos ultra-ortodoxos, y los ciudadanos árabes que representan entidades separadas. Una cuestión intrigante es la que concierne a los matrimonios mixtos. Hay muchos, y en una época pensaba que estos habrían de sanar la fractura.  Pero todo esto no ha ocurrido. Sucede más bien que en una pareja, uno u otro se une a la otra comunidad.

Las líneas no están trazadas de un modo claro. Hay muchos profesores mizrajíes, médicos, arquitectos y artistas que se han unido a la “élite” y son parte de ella. Hay muchos políticos asquenazis (especialmente en el partido Likud) que se comportan como si pertenecieran al “pueblo”, con la esperanza de capturar votos

 

El partido Likud (unificación) es un fenómeno en sí mismo. La parte preponderante de sus miembros y electores son mizrajíes. Por ende, éste es el partido mizrají por excelencia. Pero gran parte de sus líderes son asquenazis. Netanyahu finge pertenecer a ambos frentes.

 

Volviendo a Azaria

Los sondeos de opinión pública muestran que, para la gran mayoría de los mizrajíes, matar a un “terrorista” que está gravemente herido es lo más justo que se puede hacer. Después de cantar en el tribunal, el padre [de Azaria] lo besó y gritó “¡Eres un héroe!”. Por el contrario, para muchos asquenazis, se ha tratado de un despreciable acto de cobardía.  

 Una víctima del caso es el jefe del Estado Mayor, Gadi  Eizenkot. Hasta hace poco tiempo, era la persona más popular del país. Hoy es rotulado por los mizrajíes como un despreciable lacayo de las “élites” asquenazis. Y sin embargo, a pesar de tener un apellido derivado del alemán, Eizenkot es de origen marroquí.

[Nota personal: Durante la guerra de 1948 he visto, con mis propios ojos, actos de verdadero heroísmo: soldados que han sacrificado su vida para salvar a un compañero o que han combatido en situaciones desesperantes. Recuerdo el gesto de  Natan Elbaz, un verdadero y auténtico mizrají, que se arrojó sobre una granada activada para salvar la vida de sus compañeros. Me siento ofendido cuando un soldado es llamado con este nombre, tras haber disparado a sangre fría a un enemigo herido e indefenso].

Por más de 40 años, el ejército ha combatido una guerra de verdad, enfrentándose a un ejército de verdad. Luego éste ha ido deteriorándose, hasta llegar a convertirse en una fuerza de policía colonial, una herramienta de un sistema de opresión ejercida sobre otro pueblo. En el desempeño de sus funciones, cada día se cometen actos de una brutalidad extrema.

Recientemente, un docente árabe inocente, un ciudadano beduino de Israel, quedó involucrado, por pura casualidad, en un  episodio durante un enfrentamiento entre policías y la población local. Los agentes le dispararon al docente, con la convicción, errónea, de que quería atacarlos. El hombre resultó gravemente herido, y fue rodeado de policías. Ellos no llamaron a ningún médico. Y el hombre murió desangrado. En tan sólo 20 minutos.  

Sólo un soldado de una calidad humana elevada, criado en una familia caracterizada por una profunda humanidad, es capaz de soportar esta brutalidad. Por fortuna existen muchos de estos.

Creo que la solución puede hallarse aquí. Debemos poner fin a la ocupación, en todos los modos posibles, y hacer esto en el menor tiempo posible.

Y todo verdadero amigo de Israel en el mundo debe ayudarnos.  

Sólo entonces podremos dedicar nuestros recursos mentales y sociales a reparar la gran fractura y convertirnos en ese pueblo que muchos de nosotros querríamos ser.

Y cantar nuestro himno nacional con la conciencia limpia. 

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