21/06/2019, 12.08
RUSIA
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La Iglesia rusa vuelve sobre Rublev

de Vladimir Rozanskij

El Patriarcado busca que el Estado acceda a la restitución del monasterio de Andronikov, donde funciona la sede del Museo de Andrej Rublev, el iconógrafo ruso más famoso del mundo. El objetivo es transformarlo en un monasterio de clausura. Sin embargo, de esta manera se impediría el acceso de los fieles a algunas de las obras más bellas de la historia de la Ortodoxia rusa.

Moscú (AsiaNews) - Hace algunos meses que se despliega una acalorada polémica en Moscú, que enfrenta a la Iglesia ortodoxa con las instituciones culturales públicas; el Patriarcado pretende que se le restituya el monasterio de Andronikov, donde funciona la sede del Museo de Andrej Rublev, el iconógrafo ruso de mayor fama mundial.

Durante la era soviética, gracias a los funcionarios del Ministerio de Cultura, se logró salvar de la destrucción el monasterio, que conserva la catedral en piedra más antigua de la ciudad. Además de la iglesia, se rescataron los demás edificios del complejo arquitectónico, transformándolos en un museo de arte ruso antiguo, con preciosos íconos, que fueron extraídos de las bodegas donde habían quedado depositados desde la década del ‘30. Más de una vez amenazado por la clausura y la destrucción, el monasterio del Salvador de Andronikov fue un símbolo de la resistencia de la fe en un tiempo de ateísmo militante. Hoy, este patrimonio popular de la cultura rusa podría tornarse nuevamente inaccesible para la gente, ya que podría volver a ser un convento de clausura de la Iglesia ortodoxa.

Tras el fin del régimen soviético, el Museo cerró un acuerdo con el Patriarcado para un uso compartido de la catedral del Santísimo Salvador, donde reabrió sus puertas la parroquia, con el desarrollo regular de las celebraciones litúrgicas. Desde marzo de este año, la Iglesia está solicitando que se proceda a la aplicación de la “ley sobre restituciones” de los edificios eclesiásticos, para obtener la propiedad de todo el complejo arquitectónico.

Los directivos del prestigioso Museo han procurado un acuerdo con la cúpula patriarcal, proponiendo restituir una parte de los edificios donde ahora se encuentran las oficinas administrativas, pidiendo poder gestionar exclusivamente aquellas exteriores al monasterio propiamente dicho, donde se están haciendo grandes esfuerzos para concluir una larga obra de restauración.

La polémica surgió fundamentalmente por la decisión del Patriarcado de exigir la restitución solo una vez concluida la restauración, sacando ventajas del trabajo efectuado por la administración del museo para luego desalojar al personal, finalizadas las obras. Los eclesiásticos se han negado a cualquier tipo de acuerdo, y no tienen intenciones de dejar al museo ni siquiera una habitación, marcando en los hechos un punto final.

Los íconos y las obras exhibidas, que son propiedad del Museo, terminarían nuevamente en algún depósito, al no haber otros espacios disponibles para exponerlas, no siendo parte de la antigua propiedad del monasterio; el personal del Museo habría reunido estas obras de toda Rusia con gran esfuerzo. Esto, sin mencionar que se cerrarían las visitas a las estructuras arquitectónicas, que constituyen uno de los mejores ejemplos de expresión histórico-cultural del país.

El Museo fue pensado en torno a la figura del santo monje Andrej Rublev, que entre estos muros pasó los años de noviciado bajo la guía del gran santo ruso Sergij de Radonezh, re-fundador de la espiritualidad rusa al culminar el yugo tártaro, allá por el 1300. En la catedral hay fragmentos de frescos de Rublev, que aquí fue sepultado, y se reúnen otras obras y testimonios de aquél que, sin lugar a dudas, es el pintor de íconos más renombrado de la historia.  

La polémica se desató como una protesta general contra la política agresiva del Patriarcado en lo que respecta a restituciones y construcción de nuevos edificios eclesiásticos, como es el caso de la catedral de Ekaterimburgo,  donde todavía hoy, la población se alza contra las pretensiones de la Iglesia de ocupar espacios públicos de la ciudad. La misma situación se da en el Espacio Andronikov: a pesar del derecho histórico de la Iglesia a recuperar su edificio, es evidente la desproporción entre las exigencias del Patriarcado, que no carece precisamente de iglesias y conventos en Moscú y en todo el país, y el deseo de la población de disponer de edificios culturales y religiosos, por los que numerosas personas se esforzaron en años difíciles, poniendo en riesgo su carrera y su libertad. El resultado final de podría ser una Iglesia rica en espacios y muros, pero pobre en pueblo y fieles.

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