16/09/2020, 14.53
CHINA-VATICANO
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Miedo por el Acuerdo sino-vaticano: evoca la historia de la Iglesia con Hitler

de Li Ruohan*

Luego de la firma del acuerdo, la situación de la Iglesia en China no ha hecho más que empeorar. El concordato con la Alemania nazi, en el año 1933, dio libertad a la Iglesia por algunos meses. Luego arrancaron los crucifijos de las escuelas; las asociaciones católicas quedaron ligadas al partido nazi y todos fueron obligados a estudiar el nazismo. Fritz Stern: El concordato con la Santa Sede incrementó la imagen de respetabilidad de Hitler, tanto en Alemania como en el exterior.

Beijing (AsiaNews) – Varias voces– y entre ellas, la del Secretario de Estado vaticano  – afirman que el acuerdo sino-vaticano debiera renovarse. El acuerdo fue firmado en septiembre de 2018 y vence en septiembre de este año. Algunas personalidades vaticanas afirman que el objetivo del acuerdo es promover la unificación de la Iglesia en China y el mejoramiento de la vida de la Iglesia subterránea. Sin embargo, desde la firma, la situación de la Iglesia en China no ha hecho más que empeorar. La campaña de demolición de cruces no cesó y los jóvenes menores de 18 años tienen prohibido entrar a la iglesia. Todas estas acciones son parte de una política de persecución.

Este acuerdo sino-vaticano me recuerda, en algunos aspectos, al concordato firmado entre la Alemania nazi y la Santa Sede. 

Luego de la unificación de Alemania en los años ‘70 del siglo XIX, los católicos alemanes se convirtieron en una minoría, en una nación con población mayoritaria protestante. Los fieles muchas veces eran acusados de no ser verdaderos alemanes porque aceptaban la autoridad de Roma. 

El canciller Otto Von Bismarck inició la batalla cultural (Kulturkampf) contra la Iglesia católica en Alemania. Su gobierno clausuró iglesias, monasterios y expulsó al clero. En el mismo período, los católicos alemanes fundaron el Partido Central católico, recibiendo el apoyo de la Iglesia. Finalmente, en la lucha contra Bismark, la Iglesia logró proteger sus intereses. Por aquél entonces la Santa Sede firmó algunos acuerdos con varios gobiernos locales (Prusia, Baviera, Baden) durante la República de Weimar (1918-1933). Aún así, la Santa Sede hubiera querido firmar un acuerdo de alcance nacional, con el gobierno central alemán.

Con las elecciones generales de 1933, Adolf Hitler, líder del partido nazi, se convirtió en el nuevo canciller. Hitler pensaba que su gobierno no era demasiado estable y por ello necesitaba de una alianza con el Partido central católico. Fue así que invitó a Franz Von Papen, líder del partido católico, a ser vice canciller del gobierno nazi. 

La mayoría de los fieles católicos no tenía una impresión favorable del partido comunista. Para cambiar esta imagen negativa, Hitler le ordenó a Franz von Papen iniciar las negociaciones con la Santa Sede para la firma de un concordato. 

El Secretario de Estado Eugenio Pacelli (el futuro papa Pio XII) y el Papa Pío XI estaban interesados en llegar a un acuerdo con la Alemania nazi. En este marco, el Vaticano y Alemania firman un concordato el 20 de julio de 1933.

Según este concordato, la Iglesia católica aceptaba no ir contra la politica y las teorías sociales del Partido nazi. Por su parte, el gobierno alemán garantizaba la libertad de profesión y de práctica pública de la religión católica, confirmando el derecho de la Santa Sede de nombrar un nuncio en Berlín. El gobierno alemán, por su parte, contaría con un embajador en Roma. Los obispos alemanes debían jurar lealtad a la nación. 

El concordato protegió la libertad de las órdenes religiosas y sus actividades caritativas, pastorales y educativas. De acuerdo con la ley alemana, las propiedades de la Iglesia católica también fueron resguardadas. Además, la Iglesia tuvo derecho a fundar colegios teológicos para la educación de los sacerdotes y mantuvo las facultades académicas católicas en las universidades estatales.  

Por más bueno que fuera este concordato, el problema fue su actuación. A seis meses de su firma, las asociaciones católicas juveniles - y todas las demás - fueron obligadas a ingresar en la asociación juvenil nazi; se prohibieron los crucifijos en las escuelas y los hijos de las familias católicas -como todos los demás - fueron obligados a estudiar en escuelas nazis aprobadas. Más de cien sacerdotes terminaron en prisión por criticar el nazismo. 

En 1937, Pío XI publica su encíclica “Mit brennender Sorge” que condena las violaciones al concordato. Y aunque Pío XI denunció la persecución del partido nazi, el daño ya estaba hecho. 

El concordato no podía ser cambiado para mejorar la situación de los católicos en la Alemania nazi. Ese acuerdo había sido un engaño para los fieles, porque los había empujado a aceptar el dominio nazi en Alemania, debilitando la autoridad de la Santa Sede e induciendo a muchos a pensar que la Santa Sede se había aliado con la Alemania nazi. 

El historiador Fritz Stern dijo: “Hitler tenía más de un motivo para estar satisfecho. El concordato fue su primer acuerdo internacional e incrementó su imagen de respetabilidad en Alemania y en el exterior. Una gran autoridad moral había tenido confianza en sus palabras” [1].

La historia se repite hoy con China, y por ello urge no olvidar la lección de la Alemania nazi, para evitar otra tragedia. 

No vaya a suceder que en nombre del amor y de la unificación [de la Iglesia china] se allane el campo para la tortura y el asesinato de la Iglesia en China. 

 

* Li Ruohan (un seudónimo) es un estudioso del norte de China

 

 [1] Fritz Stern, Dreams and Delusions: The Drama of German History (New Haven: Yale University Press, 1999), 169.

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