Arrozales y gases de efecto invernadero: un plan para reducir las emisiones en Asia Pacífico
El Asian Development Bank ha destinado 1.500 millones de dólares para promover métodos de cultivo más eficientes que aumenten la productividad y reduzcan el impacto ambiental del cultivo de este alimento fundamental de la dieta asiática. Los cultivos de arroz producen por sí solos el 1,5% de los gases de efecto invernadero. Nuevos sistemas de riego y el uso de drones son algunas de las medidas para reducir la cantidad de metano que se libera a la atmósfera.
Milán (AsiaNews/Agencias) - El Asian Development Bank (ADB) en colaboración con el CGIAR (grupo consultivo internacional para la investigación agrícola) y con el apoyo de la Fundación Gates (la fundación privada estadounidense fundada por Bill Gates y Melinda French Gates), lanzó el 9 de junio un proyecto para aumentar las inversiones en la producción sostenible de arroz. La iniciativa destinará inicialmente 1.500 millones de dólares a la región de Asia-Pacífico, distribuidos entre Bangladés, Camboya, China, Pakistán y Filipinas. El plan forma parte de un programa más amplio que se anunció en mayo y se propone movilizar 40.000 millones de dólares para 2030. El objetivo es hacer que el sector arrocero sea más resiliente a las crisis climáticas recurriendo a métodos de cultivo más eficientes que aumenten la productividad y reduzcan al mismo tiempo el impacto ambiental.
El arroz, alimento fundamental de la dieta asiática, se encuentra actualmente en el centro de un acalorado debate en muchas partes de la región. En Filipinas, el gobierno ha declarado el estado de "emergencia alimentaria" para hacer frente al aumento de los precios; en Indonesia se están destinando cada vez más tierras al cultivo de arroz, mientras que Japón se enfrenta a una profunda crisis que ha tenido fuertes repercusiones a nivel político. Entre las principales causas de la emergencia, Tokio ha señalado la drástica caída de la cosecha debido a las temperaturas excesivamente elevadas del verano de 2023. El arroz es, de hecho, uno de los cultivos más susceptibles al cambio climático, pero, al mismo tiempo lo alimenta, debido a las grandes emisiones de gases de efecto invernadero que produce: una paradoja central en la crisis de este momento.
Los arrozales liberan enormes cantidades de metano a la atmósfera porque el arroz se cultiva en campos inundados. En efecto, el agua estancada bloquea el oxígeno creando un ambiente anaeróbico y los microorganismos metanogénicos operan precisamente en ambientes sin oxígeno, transformando la materia orgánica en metano (un gas de efecto invernadero 25 veces más potente que el dióxido de carbono, a corto plazo). Según un informe de la FAO de 2023, los arrozales aportan el 8% de la cuota total de metano creado por el hombre y liberado a la atmósfera. No solo eso: el uso de fertilizantes, especialmente los nitrogenados, también contribuye a las emisiones por la producción de óxido nitroso, un gas 300 veces más potente que el dióxido de carbono.
Sumando todos estos factores, la producción de arroz, por sí sola, es responsable del 1,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según estimaciones del Instituto Internacional de Investigación del Arroz (IRRI). El arroz también absorbe el 40% del agua dulce para el riego del mundo, por lo que la creciente escasez de agua, debido también al cambio climático, está haciendo que los métodos de cultivo tradicionales resulten insostenibles. Considerando que el arroz es una fuente de nutrición crucial para cerca de 3.500 millones de personas, su cultivo tiene efectos altamente significativos en el planeta y el clima.
En los últimos años han surgido nuevas tecnologías que hacen que la producción de arroz sea más resiliente y sostenible. Algunas implican la creación de nuevas variedades genéticamente modificadas para ser más nutritivas. En 2021, Filipinas fue la primera en aprobar el "arroz dorado", una versión del cereal enriquecida con vitamina A. Pero las innovaciones más significativas se encuentran en los métodos de cultivo. El Instituto Internacional de Investigación del Arroz (IRRI) ha introducido un método de riego alternativo conocido como AWD (Alternating Wetting and Drying). Este método alterna períodos de secado para evitar que el suelo se mantenga siempre sumergido. Cuando el arroz alcanza cierta altura, el agua se drena y se deja secar el suelo. Al no estar siempre sumergidos, los arrozales producen menos metano y requieren menos agua. Sin embargo, el rendimiento se reduce y el proceso requiere mayor esfuerzo.
El IRRI también ha promovido el uso a gran escala de drones para la fertilización que, además de compensar la escasez de mano de obra en el sector, asegura la dosificación óptima de fertilizantes, contrarrestando la liberación excesiva de gases nitrogenados, pesticidas y semillas. Como es una tecnología muy costosa, la propuesta se lanzó junto con el proyecto "Drones4Rice", para facilitar el acceso a los drones a los pequeños agricultores.
Cambiar la forma en que se cultiva el arroz no es fácil: significa intervenir en tradiciones consolidadas y requiere inversiones costosas. Sin embargo – como ya recordaba Ajay Banga, presidente del Banco Mundial, en 2023, en la Conferencia sobre el Clima de Dubái – a pesar de que el metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono en la contribución al calentamiento global, solo recibe el 2% de la financiación climática. Por eso las iniciativas como la del Banco Asiático de Desarrollo son observadas con gran interés en este momento.
28/09/2021 13:23