Los centros de estafas (también) están detrás de los enfrentamientos entre Bangkok y Phnom Penh
El resurgimiento del conflicto no solo se debe a la disputa fronteriza: a lo largo de la frontera operan decenas de centros de estafas en línea (scam centers), complejos gestionados por redes criminales vinculadas a las élites camboyanas. Bangkok los considera objetivos militares estratégicos y al mismo tiempo utiliza la guerra para fortalecer el frente nacionalista de cara a las elecciones. La oposición tailandesa del People's Party ha pedido que se vuelva a la diplomacia.
Bangkok/Phnom Penh (AsiaNews) - Continúan hoy los enfrentamientos entre Tailandia y Camboya que desde el lunes 8 de diciembre se están produciendo a lo largo de la frontera común de más de 800 kilómetros. Sin embargo, la disputa no se refiere solo a la delimitación de la frontera, sino también a la presencia de centros para operaciones ilícitas, conocidos como centros de estafas (scam centers), que proliferan en Camboya y cuentan con el apoyo del gobierno.
Esta nueva fase del conflicto parece ser mucho más cruenta que los cinco días de guerra de julio que concluyeron con la intervención del presidente estadounidense Donald Trump, quien había amenazado con nuevos aranceles si los dos países no deponían las armas. Trump anunció ayer una llamada telefónica que, sin embargo, todavía no se ha concretado. El primer ministro tailandés Anutin Charnvirakul declaró que responderá a la llamada, pero con el propósito de explicar mejor la situación al presidente estadounidense: “Este es un asunto entre dos países. Él tiene buenas intenciones de lograr la paz, pero tenemos que explicar cuáles son los problemas y por qué se ha llegado a este punto”.
Anutin ha descartado (al menos por el momento) la mediación de terceros países, incluyendo la de Malasia que, como presidente de turno de la ASEAN, había facilitado que se firmaran el alto el fuego el 26 de octubre, cuando Tailandia y Camboya se comprometieron a implementar una serie de medidas de desescalada. Aunque estas, en realidad, nunca se concretaron.
Ambos países se acusan de haber reanudado las hostilidades. Según el ejército tailandés, un equipo de ingenieros fue atacado el domingo por las tropas camboyanas, y dos soldados tailandeses resultaron heridos, aunque ninguno de gravedad. Camboya sigue presentándose como un país débil que ha sido atacado injustamente por un ejército mucho más poderoso. Sin embargo, Bangkok afirma tener pruebas de que las minas colocadas en la frontera son recientes y no residuos de guerra, como afirma Phnom Penh.
Ayer el ejército tailandés realizó ataques aéreos contra una serie de emplazamientos, entre ellos algunos centros de estafas (scam centers) que se utilizan como centros de reabastecimiento y almacenamiento militar. Camboya respondió lanzando ráfagas de cohetes BM-21, misiles de diseño soviético montados en camiones. Un general tailandés declaró a principios de semana que el objetivo del ejército es “dejar a Camboya militarmente inofensiva durante mucho tiempo”.
Ambos países también se acusan de haber atacado infraestructuras civiles: el Ministerio del Interior camboyano afirmó ayer que viviendas, escuelas, carreteras, pagodas y templos antiguos resultaron dañados por los “intensos bombardeos de Tailandia y los ataques aéreos de F-16 contra aldeas y centros habitados por civiles hasta 30 km dentro del territorio camboyano”. Bangkok niega todas las acusaciones. Hay decenas de muertos y heridos, mientras que medio millón de personas a ambos lados de la frontera han abandonado sus hogares y se encuentran desplazadas.
Analistas y expertos anticipan que difícilmente las hostilidades cesen a corto plazo. Por un lado, el presidente Trump no tiene más influencia diplomática que la amenaza de imponer nuevos aranceles, que según los observadores siguen siendo un instrumento poco eficaz para lograr una paz duradera. La disputa fronteriza se remonta a 1907: Tailandia reclama la soberanía sobre una serie de áreas que se encuentran en Camboya, a pesar de que la Corte Internacional de Justicia ha desmentido reiteradamente esas reivindicaciones. El ejército tailandés ha logrado avanzar hasta las aldeas de Chouk Chey y Prey Chan y conquistar algunas colinas entre la provincia camboyana de Banteay Meanchey y la provincia tailandesa de Sa Kaeo, desde donde afirma poder defenderse mejor de futuros ataques camboyanos.
También ha atacado varios casinos y centros de estafas en línea, sobre todo en las provincias de Oddar Meanchey y Pursat, donde según informes resultaron heridos algunos ciudadanos extranjeros que trabajaban en esos centros, mientras que otros consiguieron escapar. Incluso después del conflicto de julio algunos analistas habían planteado la hipótesis de que los centros de estafas podrían tener un papel más importante de lo que parece: a lo largo de la frontera se encuentran unos 50 complejos dedicados a las estafas en línea. Solo en la ciudad fronteriza camboyana de O’Smach se estima que residen 10.000 trabajadores esclavos empleados en actividades ilegales.
Los centros de estafas son una industria que sostiene la economía camboyana (produciendo ingresos por 12.500 millones al año según las estimaciones) y están vinculados a las élites en el poder. Hun Sen, ex primer ministro y padre del actual jefe del Ejecutivo, había difundido la llamada telefónica que provocó la dimisión de la primera ministra tailandesa Paetongtarn Shinawatra en la que esta pidió a Camboya que pusiera freno a la difusión de los complejos. Los ciudadanos tailandeses pierden cada año 115.300 millones de baht, equivalentes a 3.600 millones de dólares, en las estafas en línea.
No es seguro que las recientes conquistas territoriales (que en su mayoría son áreas boscosas deshabitadas) puedan ser suficientes para que el ejecutivo tailandés se detenga: el gobierno de Anutin, que asumió el poder en septiembre, se ha encontrado en grandes dificultades en las últimas semanas. Su Ejecutivo ha sido criticado por la respuesta inadecuada a las recientes inundaciones y por haber cedido demasiado rápido a la firma de un alto el fuego en julio. Además, algunos miembros del gobierno han estado en el centro de una serie de escándalos que precisamente sacaron a la luz vínculos con las operaciones fraudulentas que se llevan a cabo en Camboya. Es el caso del ex viceministro de Defensa, Vorapak Tanyawong, que presentó la renuncia cuando un informe reveló que su esposa había recibido 3 millones de dólares de una red criminal camboyana que el propio Vorapak había sido encargado de investigar.
Estas cuestiones podrían debilitar la posición de Anutin de cara a las próximas elecciones. El gobierno, que debía disolver el Parlamento mañana 12 de diciembre, quiere capitalizar el sentimiento nacionalista y demostrar que tiene el control de la situación, sobre todo atacando los mismos centros de estafas que han alimentado las noticias sobre los escándalos. De ese modo, además, Anutin está fortaleciendo el frente conservador liderado por el ejército (que cada vez más a menudo toma en Tailandia las decisiones políticas incluso sin llevar a cabo golpes de Estado) y por los partidos pro-monárquicos.
Natthaphong Ruengpanyawut, el líder del People’s Party, en la oposición, señaló ayer en rueda de prensa que el enfoque exclusivamente militar no es suficiente y calificó de peligrosa la posición del primer ministro Anutin de rechazar las negociaciones. Natthaphong, sin embargo, reiteró la necesidad de eliminar los centros de estafas en línea, erradicando los complejos en Camboya pero también persiguiendo a los que están relacionados con los estafadores en Tailandia.
17/10/2025 15:48
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