Dar «esperanza» a los reclusos: la misión de los laicos franciscanos de Manila.
En el año jubilar, un grupo de 12 católicos promueve la pastoral en las cárceles. «Mission in Prison» quiere dar a los reclusos «esperanza y fe en que Dios los ama incluso en los momentos más oscuros». El proyecto está dirigido por Manuben, un exrecluso que quiere «convertir la cárcel en un lugar de oración».
Manila (AsiaNews) - Dar testimonio de la caridad y la «esperanza» cristiana en el año jubilar convocado por el papa Francisco, en las cárceles de Filipinas, encontrándose con los reclusos privados de libertad y mostrándoles un camino para comenzar a reconstruir el futuro. Este es el compromiso de 12 laicos católicos de la archidiócesis de Manila, miembros de la Orden Franciscana Seglar (OFS), en el marco del programa «Misión en la cárcel», promovido en 2017 y retomado con renovado vigor tras la interrupción por la pandemia de Covid-19. «Volvimos solo el año pasado, en 2024», explicó a AsiaNews Artemio B. Manuben Jr., franciscano seglar. El líder católico, junto con los miembros de su equipo, también franciscanos, proceden de la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad en Binondo, parte de la archidiócesis de la capital. El P. Daniel Voltaire B. Hui, párroco de Nuestra Señora de la Soledad, apoya a los franciscanos en este compromiso pastoral.
«Mission in Prison», continúa, tiene como objetivo dar a los reclusos «la esperanza y la fe de que Dios los ama incluso en los momentos más oscuros» y que «sus sufrimientos puedan transformarse en bendiciones, la tristeza en alegría y la oscuridad en luz». «A algunos de ellos los conocimos durante la catequesis callejera. Entre ellos había una mujer, Anabelle Torres, a la que siempre íbamos a visitar a la cárcel. Fue puesta en libertad después de un año y medio y se unió a nosotros como catequista franciscana», cuenta Manuben, él mismo exrecluso. Ahora, la mujer ayuda a los franciscanos laicos a cocinar para quienes viven en la calle, junto con otras personas sin hogar que han ayudado al grupo. Hay otros que el grupo conocía, añade, que «supieron cambiar su vida después de estar en prisión».
Torres cambió radicalmente su vida por Dios, tras una etapa muy crítica. Por esta razón, fue invitada a compartir su testimonio, bajo el lema de la esperanza, durante la apertura del Año Jubilar por parte de la Iglesia de la archidiócesis de Manila. En esa ocasión, la mujer reveló la oración que solía recitar durante los largos días que pasaba en la celda: «Señor, dame otra oportunidad para cambiar mi vida».
El equipo de franciscanos laicos visita regularmente una prisión de la capital. «Antes de hacerlo, necesitamos —confiesa Manuben— una oración ferviente para que Dios nos toque primero a nosotros, para que ellos también puedan ser tocados. Tenemos la suerte de encontrarnos con ellos. Solo visitamos un distrito» identificado con el nombre de «policía 11, Binondo, Manila».
El equipo se reúne con hombres y mujeres adultos, sin niños presentes. Antes de la pandemia, más de 100 reclusos participaban en el programa que Manuben y su equipo organizaban durante el mandato del entonces presidente Rodrigo Roa Duterte. Sin embargo, en los últimos tiempos el número ha disminuido y oscila entre 30 y 50 personas. En esta misión particular, el grupo se enfrenta a numerosos retos, empezando por el principal: la preparación de la comida. «Antes del domingo, siempre rezábamos para que Dios tocara a alguien para que nos enviara dinero para apoyar el programa alimentario», continuó Manuben.
El segundo reto lo representa la policía responsable del distrito. La actitud de los policías varía: algunos son indiferentes y no ofrecen ningún apoyo. «Sin embargo, a veces recibimos apoyo —subraya el líder cristiano— de los agentes más disponibles. El tercer reto es nuestra salud. Mi esposa Liz y yo estamos pasando por problemas de salud». Por eso, continúa, «siempre le pedimos al Señor que nos conceda una salud óptima para que podamos llevar adelante nuestra misión durante mucho tiempo. Estas personas tienen la oportunidad de experimentar la misericordia y el amor de Dios».
Todas las personas, incluso y sobre todo aquellas privadas de libertad personal, como los presos, deberían tener «la oportunidad de rezar, contemplar (hacer un examen de conciencia acompañado de música instrumental) y encontrar la esperanza de volver a Dios». Por eso, advierte Manuben, es fundamental «convertir la prisión en un lugar de oración». «Esperamos —concluye— que algún día también puedan recibir los sacramentos de la confesión y la Eucaristía».
11/04/2022 13:03