23/09/2023, 17.34
VATICANO-FRANCIA
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El Papa en Marsella: que el Mediterráneo deje de ser la tumba de la dignidad

de Chiara Zappa

Después del encuentro con los últimos en la casa de las hermanas de Madre Teresa, pronunció un discurso en la sesión conclusiva de los Rencontres Méditerranéennes. "Decir simplemente 'basta' a la migración significa cerrar los ojos al futuro: la integración requiere esfuerzo, pero prepara el futuro." Invitación a las Iglesias de las distintas orillas del Mediterráneo: evalúen la oportunidad de una Conferencia Episcopal común.

 

Marsella (AsiaNews)- “La historia nos llama a sacudir la conciencia para evitar un naufragio de la civilización”. Es un mensaje contundente y directo el que ha lanzado el Papa Francisco en Marsella, donde esta mañana intervino en la sesión conclusiva de los Encuentros Mediterráneos que en los últimos días reunió a sesenta obispos y una representación de jóvenes provenientes de las "cinco orillas del mar": Norte de África, Balcanes, Europa latina, Mar Negro y Medio Oriente.

El pontífice volvió a recordar aquí la urgencia de escuchar "el grito de dolor que está transformando el mare nostrum en mare mortuum, el Mediterráneo que ha sido cuna de la civilización, en tumba de la dignidad". La migración es uno de los grandes temas de la peregrinación del Papa a Marsella, y ya ayer, ante el monumento dedicado a los marineros y migrantes perdidos en el mar, afirmó que las medidas para obstaculizar el trabajo de las ONG son "gestos de odio contra el hermano disfrazados de 'equilibrio'”.

Esta mañana Francisco -quien primero se había encontrado en privado con algunas personas en situación de dificultad económica, en la casa de las Misioneras de la Caridad- amplió su reflexión refiriéndose a la vocación de diálogo del Mediterráneo, "un lugar donde países y realidades diferentes se encuentran sobre la base de la humanidad que todos compartimos, no de las ideologías que contraponen", y un contexto que "expresa un pensamiento no uniforme e ideológico, sino poliédrico y ajustado a la realidad", opuesto a "nacionalismos anticuados y beligerantes".

El Papa habló después de escuchar el testimonio de dos personas que participaron en los Encuentros: el obispo de Tirana, mons. Arjan Dodaj, quien creció bajo el comunismo ateo y él mismo siendo niño emigró a Italia, donde volvió a descubrir su fe, y la joven Mariaserena, una italiana que vive desde hace dos años en Grecia con la Comunidad Papa Juan XXIII, en una casa de familia que acoge a personas migrantes.

El Papa Francisco comenzó su discurso agradeciendo "a los jóvenes, presente y futuro de la Iglesia y de la sociedad", y luego lo desarrolló en base a tres palabras clave relacionadas con la realidad de Marsella, una ciudad que "desde sus orígenes ha tenido un carácter compuesto y cosmopolita": el mar, el puerto y el faro.

“El mare nostrum es un espacio de encuentro: entre las religiones abrahámicas; entre el pensamiento griego, latino y el árabe; entre la ciencia, la filosofía y el derecho", afirmó el pontífice, citando la intuición del "gran alcalde Giorgio La Pira" y las palabras de monseñor Tonino Bello. Así como "la Galilea de los gentiles fue la sede del anuncio universal de las Bienaventuranzas, este perenne Mar de Galilea nos invita a oponer la divisividad de los conflictos la convivialidad de las diferencias". Sobre todo porque "el mare nostrum es una avanzada de desafíos que conciernen a todos: un espejo del mundo que lleva en sí mismo una vocación universal a la fraternidad". ¿Y por dónde empezar para dar lugar a la paz? “A orillas del mar de Galilea, Jesús comenzó dando esperanza a los pobres: hay que volver a empezar desde allí, desde el grito a menudo silencioso de los últimos”. El Papa citó "la pobreza material, educativa, laboral, cultural y religiosa" donde "se allana el terreno para el accionar de las mafias y los tráficos ilícitos", pero también "la disminución de los cuidados" y aquellos lugares donde "los cristianos no gozan de plena ciudadanía". Y, sin duda, el grito de dolor de los migrantes, frente a "varios puertos del Mediterráneo que se han cerrado".

Francisco subrayó que la urgencia de la acogida frente a las desigualdades está en el centro de la solícita atención de la Iglesia "desde hace más de cincuenta años", y citando también a san Pablo VI en su Populorum Progressio habló sobre la actualidad política: “Dos palabras han resonado y alimentaron los temores de la gente: 'invasión' y 'emergencia'. Pero el fenómeno migratorio es un hecho de nuestro tiempo, un proceso que debe ser gobernado con sabia previsión". En vísperas de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, reiteró "el derecho tanto a emigrar como a no emigrar", y afirmó que "La solución no es rechazar, sino garantizar, según las posibilidades de cada uno, un amplio número de ingresos legales y regulares, sostenibles gracias a una acogida equitativa por parte del continente europeo, en el contexto de una colaboración con los países de origen. Decir 'basta', en cambio, es cerrar los ojos" ante las "generaciones futuras". Porque "la integración es laboriosa, pero previsora: prepara el futuro que, nos guste o no, será juntos o no será".

Recordando la responsabilidad del testimonio cristiano en este sentido, Francisco se refirió al ejemplo de san Carlos de Foucauld, el "hermano universal", de los mártires de Argelia, "pero también de tantos operadores de la caridad de hoy". En referencia a la imagen del faro, se planteó entonces la pregunta: "¿Qué estelas luminosas pueden orientar el rumbo de las Iglesias del Mediterráneo?". Entre las posibles respuestas concretas, el Papa mencionó "caminos más sinérgicos", entre las Iglesias y las diócesis mediterráneas, sobre el tema de las migraciones y también otros, "evaluando asimismo la oportunidad de una Conferencia de Obispos del Mediterráneo". Sobre todo, es necesario dar espacio a los jóvenes - "ellos son la luz que señala la ruta futura" -, comenzando por el "desafío prioritario de la educación": "Que las universidades mediterráneas sean laboratorios de sueños y talleres de construcción del futuro, donde los jóvenes maduren encontrándose, conociéndose y descubriendo culturas y contextos cercanos y diferentes. Esta es la forma de derribar los prejuicios y evitar las retóricas fundamentalistas que hoy están muy de moda".

Por último el Papa Francisco se refirió al "desafío de una teología mediterránea" -tema central de algunos momentos específicos de los Encuentros- "que desarrolle un pensamiento adherido a la realidad y capaz de promover con originalidad el camino ecuménico entre los cristianos y el diálogo entre creyentes de diferentes religiones". A los obispos y a los jóvenes que lo escuchaban, entre ellos una joven libanesa que en la conclusión del encuentro cantó una conmovedora canción cristiana, el pontífice les dijo que fueran "un mar de bien, un puerto acogedor y un faro de paz, para sortear, a través de la cultura del encuentro, los oscuros abismos de la violencia y la guerra”.

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