En en este inmenso país donde la disminución de los casamientos (y los nacimientos) se ha convertido en una emergencia social, presentar a las personas con el objetivo declarado de que se unan en matrimonio se considera la forma más sencilla y normal de hacerlo, y no se lo percibe como una práctica anticuada. Las mismas parroquias promueven este tipo de actividades. La aprobación de los padres está fuera de discusión, pero la forma de vivirla puede convertirse en una oportunidad para establecer nuevas relaciones.

 

Beijing (AsiaNews) - En China, donde la disminución de los casamientos y los nacimientos se perciben como una emergencia social, ¿cómo están cambiando las formas sociales que tradicionalmente promueven los encuentros entre jóvenes con vistas al matrimonio? ¿Y cómo viven esta dimensión las comunidades cristianas? Una fuente de AsiaNews que vive en la República Popular China lo explica en este artículo.

En China, emparejar personas es un verdadero arte, con sus propias reglas y costumbres bien establecidas. Como muchos otros fenómenos que ocurren aquí, combina antiguas tradiciones y rápidas transformaciones sociales. La antigua costumbre del matrimonio concertado se recupera con un estilo moderno y se vive, no como una imposición, sino como una ayuda, un interés, por parte de los familiares o de quienes los representan. Presentar a las personas con el objetivo declarado de emparejarlas (dàpèi) se considera la forma más sencilla y común de conseguirlo, sin que eso se perciba como una práctica anticuada.

A tal efecto, son populares los eventos llamados Tuōdān huódong (脱单活动), literalmente "eventos anti-solteros" o "escape de la soledad", organizados por empresas, universidades, y asociaciones varias... incluso las parroquias. A estos eventos pueden asistir solteros (y normalmente en la invitación se especifica si se proponen garantizar o no un número igual de participantes masculinos y femeninos) que pertenecen a un mismo grupo de intereses, precisamente porque tener intereses comunes es una base importante para una buena combinación. Una gran empresa o universidad, por ejemplo, promoverá la socialización entre sus empleados (incluso en el caso de profesores) o alumnos.

Normalmente, la actividad se lleva a cabo en un lugar agradable e incluye juegos (al estilo de los campamentos de verano), preparación del almuerzo juntos, presentación personal y momentos grupales con preguntas personales; todo ello dirigido por un maestro de ceremonias. Para lograr un match perfecto es importante saber cómo presentar las propias características y tener claro las que se buscan. Las características requeridas van desde los atributos físicos clásicos, el currículum escolar, las perspectivas laborales o el lugar de origen, hasta la más original "personalidad MBTI", el popular test que reconoce dieciséis tipos diferentes de personalidad y los identifica mediante siglas. Conocer la propia sigla permite saber con cuál se es más o menos afín.

El evento solo sirve para facilitar la cita, no para sustituirla; de hecho, posteriormente hay un posible intercambio de WeChat entre las personas interesadas y después... si son rosas, florecerán.

Incluso la Iglesia china adopta este método, y también promueve eventos para solteros. He participado personalmente en algunas de estas actividades organizadas por las parroquias. A menudo las parroquias cuentan con un servicio específico, con una persona responsable (casi siempre mujer) que recibe las solicitudes directamente de los interesados o de los padres que proponen a sus hijos. La encargada puede poner directamente en contacto a dos personas, si las considera afines, o, periódicamente, organizar actividades y enviar invitaciones a quienes cree que puedan estar interesados.

Este servicio se considera parte de la pastoral, incluso una pieza fundamental en la que conviene invertir. De hecho, conocer personas con las que se puede compartir la fe no es fácil, tanto por la cuestión numérica como por el bajo perfil — y aún secretismo — con el que esta se vive. La actividad y el servicio pastoral son, por tanto, una oportunidad para que los cristianos se conozcan entre sí y para debatir y profundizar temas relacionados con la vocación y la vida familiar, así como para transmitir la importancia del testimonio de la pareja cristiana en la sociedad china. Por eso es posible que durante el evento se dedique un espacio a compartir la lectura de la Palabra de Dios, la meditación de un sacerdote o una religiosa, o el testimonio de cónyuges.

Hasta aquí no hay ningún problema; el gran escollo, donde chocan la tradición y la modernidad y afecta a las nuevas generaciones, no es promover el encuentro, sino la aprobación de los padres. Es un paso espinoso en el que se juega un aspecto determinante de la cultura de la pareja. En este caso no importa si es cristiano o no, de una gran ciudad o de una aldea, empleado en grandes empresas u obrero: los padres deben dar su aprobación. Esto significa que una pareja que no recibe la aprobación está destinada a la ruptura. Por eso muchos piensan "de todos modos, si mis padres me presentan directamente a alguien, sin duda está preaprobado".

Hay muchos testimonios de relaciones fallidas porque no recibieron la aprobación. La historia de San Huan puede dar una idea de lo difundida e "indiscutida" que es esta mentalidad. San Huan es una joven de una de las ciudades más abiertas de China que salía con un muchacho chino, pero la familia de este había emigrado a Canadá. Pero de todos modos la madre del muchacho quería una esposa china para su hijo, así que lo envió a China a buscar una compañera. El joven había conocido a San Huan y decidieron casarse. Sin embargo, a San Huan le habían diagnosticado una enfermedad crónica y existía la posibilidad de que no pudiera tener hijos. Cuando la madre del muchacho se enteró de la enfermedad, no la aprobó y se separaron. Tres meses después, el muchacho se casó con una joven que le había presentado su madre.

La aprobación también funciona a la inversa, en el sentido de que es la familia de la futura novia la que debe aprobar. Como en el caso de Guan Yu y Er Jin, una joven pareja de recién casados que, cuando tienen la oportunidad, comparten su experiencia en las parroquias. Se conocieron siendo monaguillos durante sus años en la Universidad. Ella es de la ciudad y él de un pueblo del campo, que se trasladó a la ciudad para estudiar. Después de un tiempo de noviazgo, pidieron la aprobación de los padres. El padre de ella se opuso a la relación porque no quería que su hija se casara con un muchacho del campo. Los dos decidieron no rendirse y, conscientes de las dificultades, siguieron juntos tratando de "conquistar" la aprobación del padre. Como cuentan, "después de un año y medio de llantos, dolores de cabeza y largas discusiones" finalmente el padre lo aprobó. Hoy están casados y piensan que es importante compartir su experiencia para animar a los jóvenes a no rendirse a la primera dificultad, que la aprobación es importante pero no tanto como la pareja. Su testimonio permite comprender que no es el sistema de aprobación lo que se cuestiona, sino la forma de entenderlo y vivirlo. Es decir, la idea de que la estabilidad o "verdad" de la relación tiene valor en sí misma.

La aprobación de los padres y la forma de gestionarla por ambas partes es entonces una encrucijada sociocultural fundamental, donde madura un dinamismo entre lo antiguo y lo nuevo que puede tomar caminos inéditos.

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