Kabul. Un niño de 13 años escapa en el tren de aterrizaje de un avión. La India lo devuelve el mismo día
Un niño afgano llegó a Nueva Delhi escondido en el tren de aterrizaje de un vuelo procedente de Kabul. Las autoridades indias lo repatriaron de inmediato. Mientras tanto, Trump quiere que Estados Unidos recupere la base aérea de Bagram, pero los talibanes han respondido con un rotundo rechazo. Mientras tanto, la población sigue haciendo frente a las consecuencias del devastador terremoto de finales de agosto -agravado por los recortes a la ayuda humanitaria- y las nuevas restricciones impuestas por el Emirato islámico.
Kabul (AsiaNews) - Mientras los medios internacionales vuelven a vuelven a centrar la atención en Afganistán debido a que el presidente estadounidense Donald Trump ha declarado que quiere recuperar la base aérea de Bagram, un niño afgano de 13 años llegó a la India escondido en el tren de aterrizaje de un avión. El menor llegó a Nueva Delhi la mañana del 21 de septiembre y confesó al personal de seguridad del aeropuerto que era de Kunduz y que había ingresado en un vuelo de Kam Air procedente de Kabul, la capital de Afganistán. Tras una serie de comprobaciones, las autoridades de la India (que no es signataria de la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados) repatriaron al niño el mismo día en el vuelo de regreso de la misma compañía aérea. Una historia trágica que resume de forma cruda el abandono de los que hoy -cuatro años después del regreso de los talibanes- todavía intentan huir de Kabul.
Pero actualmente las prioridades de los poderosos en este rincón del mundo parecen ser otras. La semana pasada el presidente Trump, durante su visita al Reino Unido, declaró en una rueda de prensa que la salida de Estados Unidos de Afganistán fue un “desastre total” y culpó de ello al ex presidente demócrata Joe Biden, aunque probablemente olvidando que fue él quien firmó en 2020 el acuerdo con los talibanes para la retirada de las tropas estadounidenses. El 20 de septiembre el presidente estadounidense escribió en la red social Truth que si los talibanes no devuelven Bagram a quienes la construyeron “¡¡¡PASARÁN COSAS MALAS!!!”.
Trump afirma que la base fue construida por los estadounidenses, pero en realidad Bagram, ubicada al norte de Kabul, es la base aérea más grande del país y fue construida por los soviéticos en los años '50 y luego utilizada en la guerra de los años '80 contra los muyahidines. En 2001, después de la invasión estadounidense, fue conquistada por las fuerzas especiales británicas. Cuando se instalaron los estadounidenses, añadieron piscinas, centros de bienestar y restaurantes de las cadenas de comida rápida Burger King y un Pizza Hut.
Cuando Trump explicó las razones por las cuales quiere recuperar la base, citó el hecho de que “está a una hora de distancia del lugar donde China produce sus armas nucleares”. Aparentemente se trata de una referencia a Lop Nur, un lugar en Xinjiang donde China prueba, pero no produce, sus armas nucleares. En cualquier caso, sería una operación que requeriría miles de soldados y un puente aéreo sobre Pakistán, así como la ruptura del acuerdo que el mismo Trump había firmado con los talibanes.
La respuesta de estos no se hizo esperar. Fasihuddin Fitrat, jefe de Estado Mayor del Ministerio de Defensa talibán, declaró que “un acuerdo incluso sobre un solo centímetro del territorio afgano es imposible. No lo necesitamos”. El portavoz del grupo, Zabihullah Mujahid, también reiteró en una entrevista con Al Arabiya que el gobierno “nunca aceptará ceder o intercambiar” partes del país, y en cuanto a las “cosas malas” que podrían ocurrir en caso de rechazo, Mujahid afirmó que Afganistán “ha vivido ‘cosas malas’ durante los 20 años de la ocupación estadounidense”.
Mientras los líderes políticos talibanes y estadounidenses discuten sobre la posesión de la base aérea de Bagram, la población afgana todavía está sufriendo las consecuencias del último terremoto que, según los datos oficiales, causó la muerte de al menos 2.200 personas. Varias organizaciones humanitarias han hecho notar que la de la noche del 31 de agosto fue la primera catástrofe que el país debió afrontar después de los recortes a la ayuda internacional que decidió el mismo Trump en enero de este año.
Naciones Unidas había declarado que la ayuda humanitaria internacional ya se había reducido en un 50% cuando el sismo sacudió las provincias orientales de Afganistán. Los trabajadores sanitarios locales confirmaron que la suspensión de la financiación estadounidense tuvo un impacto muy concreto en la capacidad de proporcionar ayuda a cientos de miles de supervivientes del terremoto, entre ellos 212.000 niños según Unicef.
Los funcionarios del hospital regional de Nangarhar, que ofrece servicios de salud en cinco provincias del este del país, declararon, por ejemplo, que habían atendido a más de 950 heridos en las primeras 72 horas después del sismo. De estos, 541 tuvieron que ser hospitalizados en un centro que tiene una capacidad de 650 camas, mientras que otras víctimas tuvieron que ser trasladadas a otros centros que estaban inactivos o carecían del equipamiento básico para atender a los heridos. Como EE. UU. retiró la ayuda financiera, Naciones Unidas también se ha visto obligada a reducir la flota de helicópteros para el rescate aéreo, y dejó el costo de los transportes a cargo de las autoridades talibanes.
En los últimos días se ha sumado la decisión del líder supremo Hibatullah Akhundzada de bloquear las conexiones a internet en varias provincias del país a fin de “prevenir la inmoralidad”. Para muchas niñas Internet era el único instrumento que les quedaba para intentar acceder a una educación debido a las prohibiciones impuestas por los talibanes a las mujeres en los últimos cuatro años. En los mismos días Akhundzada prohibió en todas las universidades de Afganistán los libros escritos por autoras mujeres. Ahora muchos temen que en cualquier momento los talibanes puedan impedir totalmente a los ciudadanos el acceso a internet.
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