Los juicios contra el clero prorruso en Ucrania
Ya son 38 los clérigos vinculados al patriarcado de Moscú que han sido declarados «culpables» de traición por los tribunales de Kiev. Muchos están pidiendo ser trasladados a Rusia, desde donde, sin embargo, no llegan señales de acogida particularmente favorables: en la «guerra híbrida» de la política ucraniana, la permanencia de metropolitas, obispos y sacerdotes «fieles» en el país es un factor al que no se puede renunciar.
Kiev (AsiaNews) - Tras la decisión definitiva del pasado 18 de agosto de disolver la Iglesia ortodoxa Upz en Ucrania, por estar vinculada al patriarcado de Moscú, los servicios de seguridad han iniciado los trámites para llevar ante los tribunales a 180 miembros del clero, entre ellos 23 obispos, con investigaciones que en su mayoría se iniciaron inmediatamente después de la invasión de Rusia en 2022. Las acusaciones son de acciones ilegales de ayuda a las fuerzas armadas y a los servicios rusos, como destaca un artículo de Ukrainska Pravda titulado «El diablo bajo las vestiduras sagradas», consideradas alta traición para justificar la agresión de Moscú, hasta la corrupción de menores y el envío ilegal de ciudadanos ucranianos a Rusia a través de las fronteras.
Hasta la fecha, los tribunales ucranianos ya han declarado culpables a 38 clérigos de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana. El metropolitano de Kiev de la Iglesia prorrusa, Onufryj (Berezovskij), se ha negado a cumplir con los trámites de separación de Moscú impuestos por los órganos estatales, al considerar que estos no afectan a su Iglesia, que actúa de forma independiente en sus funciones eclesiásticas, y que el vínculo con Moscú sigue siendo solo un recuerdo histórico que no se puede borrar. Esta postura ha llevado al comité de política étnica de Kiev a solicitar la anulación del registro estatal de la metrópolis Upz.
Mientras tanto, los sacerdotes o simples miembros de las estructuras de la Iglesia Upz, contra los que se han iniciado procesos judiciales o que se encuentran bajo especial observación por parte de los servicios de seguridad, solicitan cada vez con más frecuencia ser trasladados a Rusia, desde donde, sin embargo, no llegan señales de acogida especialmente favorables. También la coordinación ucraniana para las cuestiones relacionadas con el intercambio de prisioneros, como escribe Religijna Pravda, confirma que «no existe la práctica de intercambiar prisioneros militares o civiles por sacerdotes ortodoxos de la UPZ».
Sin embargo, de manera informal, algunos colaboradores anónimos de las fuerzas del orden ucranianas cuentan que «por un sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana nos dan al menos diez prisioneros y, a veces, además de simples soldados o civiles, se consigue recuperar a algún agente de alto nivel de los servicios especiales ucranianos». Como es sabido, se ha preguntado varias veces al metropolitano Pavel (Lebed), ex superior del monasterio de las Cuevas de Kiev, también conocido como Paša Mercedes por su pasión por los coches de lujo, si desea ser incluido en las listas de intercambio con Rusia, pero desde el arresto domiciliario en el que se encuentra actualmente siempre ha respondido que no, porque «amo a Ucrania».
La postura de Pavel, al igual que la del metropolitano Onufryj, se ve respaldada por las promesas que llegan desde Rusia, tanto en perspectiva de una victoria militar como en la futura configuración de Ucrania tras la guerra, con posibles elecciones presidenciales en las que los rusos cuentan con influir hasta conseguir un escenario mucho más favorable para Moscú. En esta «guerra híbrida» de la política ucraniana, el papel de la Iglesia parece ser decisivo, y para los rusos la permanencia de los metropolitanos, obispos y sacerdotes de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana en el país, a pesar de todos los riesgos que ello conlleva para su libertad y vida social, es un factor al que no se puede renunciar.
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