04/01/2018, 11.40
ISRAEL
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Los solicitantes de asilo tendrán que abandonar Israel o afrontar la cárcel. Activista: en otra época, nosotros también fuimos refugiados

En Israel hay 40.000 eritreos y sudaneses que han huido de sus lugares de origen. Hasta ahora, sólo a 10 se le ha reconocido el estatus de refugiado. Muchos van a Ruanda y a Uganda, aún careciendo, también allí, de un reconocimiento.  El viaje continúa, y muchos mueren o son torturados en su intento de llegar a Europa. “Aquí la vida es realmente difícil. Israel está haciendo de todo para que ellos se sientan indeseados”. 

Jerusalén (AsiaNews) – “Es un escándalo que, habiendo 65 millones de refugiados en el mundo, en la mayor crisis desde la segunda postguerra, Israel pida a los demás países que reciban refugiados”. Drod Sadot, vocero de la ONG israelí Hotline for Refugees and Migrants, comenta de esta manera el reciente anuncio de la autoridad israelí referida a la migración: los “infiltrados” provenientes de Eritrea y Sudán deben irse del país dentro de los próximos tres meses, o serán llevados a prisión por tiempo indefinido.   

En Israel, hay cerca de 35.000 ciudadanos eritreos y sudaneses, y con ellos, unos 5.000 niños nacidos en el país. La mayor parte cuenta con visas temporarias que deben ser renovadas cada tres meses, y la próxima renovación podría ser la última: se les pedirá dejar Israel antes de su vencimiento. Además del riesgo de terminar en prisión en caso de no partir, los eventuales empleadores incurrirán en una multa.

Israel entrega 3.500 dólares a todos los solicitantes de asilo que aceptan la salida “voluntaria”; una cifra que irá reduciéndose gradualmente a partir del mes de abril. En el primer período quedarán excluidos las mujeres, los niños y las personas mayores de 60 años, así como los padres de menores que vivan con ellos, las personas con problemas mentales y las víctimas de esclavismo o tráfico de seres humanos. Además, los 6.000 eritreos y sudaneses que han solicitado el reconocimiento de estatus de refugiado, no serán deportados hasta recibir una respuesta. La declaración del primer día del año ha dejado en claro que las solicitudes recibidas “después del 1ero de enero de 2018 no provocarán demoras en el pedido al infiltrado de dejar el territorio y buscar un tercer país”. La semana pasada, la Hotline envió un petitorio a la Corte Suprema, solicitando que no se deporte a cuantos han tratado de solicitar asilo -sin éxito- un procedimiento que en el último tiempo se ha vuelto muy difícil, a causa de las largas filas y de la aceptación de pedidos en pocos casos.  

Aún cuando se haya logrado presentar la solicitud de asilo, hay pocas esperanzas de que ésta sea aceptada. Hasta ahora, cuenta Sadot, se han aceptado las solicitudes de “diez personas: ocho eritreos y dos sudaneses. Sólo diez, como el número de dedos”. Israel no les reconoce ningún estatus, pero ellos no pueden ser enviados a sus países de origen. La mayoría proviene de Eritrea y de Darfur, Sudán. Por eso, conforman un grupo protegido”, comenta Sadot. “Israel no los quiere aquí, y está haciendo muchos esfuerzos para expulsarlos, aunque sin deportarlos a sus países de origen”.   

“En los últimos dos años, los solicitantes de asilo podían irse del país, con la firma de una salida voluntaria. En este caso, Israel les entregaba 3.500 dólares. Pero a partir de los testimonios que hemos recogido, hemos visto que, si bien hay acuerdos [confidenciales] con estos países, allí tampoco se les reconoce dicho estatus”.  Según fue descubierto por la ONG, las personas que han huido de sus países de origen no obtienen visas ni permisos de trabajo en los llamados terceros países, es decir, Ruanda y Uganda, “y simplemente continúan desplazándose”. “No hemos recogido aquí estos testimonios, sino que los hemos recogido en Europa. Muchos de ellos mueren en el trayecto desde Libia a Europa, otros son torturados en Libia. Israel no hace ningún tipo de seguimiento de los casos de estas personas, que manda a estos países. Todo lo que sabemos, lo sabemos por las personas que hemos logrado contactar en Europa”. “Aquí la vida es realmente difícil. Israel está haciendo de todo para que se sientan indeseados”, continúa la vocera. “En la comunidad ahora cunde el pánico. Hay filas afuera de nuestras oficinas, porque las personas no entienden lo que está pasando, si serán deportadas o no, si corren riesgos. Estamos tratando de calmarlos y ayudarlos con nuestro trabajo legal, para impedir estas deportaciones, pero son tiempos difíciles”.

En la sociedad israelí hay “muchas diferencias” en las reacciones ante la situación de los solicitantes de asilo. Por un lado, rigen numerosas tensiones, porque los solicitantes se concentran en ciertos barrios, sobre todo en Tel Aviv. Por otro lado, hay una creciente atención en particular por parte de los estudiantes. “Son refugiados, y nosotros en otra época también fuimos refugiados, Israel debiera hacer mejor las cosas”, concluye Sadot. “Creo que la mayor parte del odio proviene del gobierno, y están obteniendo mucho poder al enfrentar a los habitantes entre sí”.

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