01/09/2025, 17.24
MALASIA
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Malasia celebra su independencia desilusionada con Anwar

de Joseph Masilamany

Ayer se conmemoró el 68º aniversario de Merdeka, reivindicando un espíritu patriótico que contrasta con una realidad caracterizada por el descontento. Crecen las protestas contra el primer ministro por el aumento del costo de vida, la disminución de oportunidades y la falta de reformas. Un experto explicó a AsiaNews que "si no hay resultados a corto plazo, la gente volverá a salir a las calles".

 

Kuala Lumpur (AsiaNews) - Las promesas de libertad todavía no se han cumplido. Con este espíritu los ciudadanos malasios celebraron ayer el 68.º aniversario de la Independencia (Merdeka), con la bandera nacional (Jalur Gemilang) flameando bien alto para conmemorar el fin del dominio colonial británico en 1957 y el nacimiento de la nación en 1963. La demostración de espíritu patriótico contrasta con la realidad y las promesas de libertad que, para muchos, siguen sin haberse cumplido. Un reflejo de ese descontento es la reciente marcha de protesta bajo el lema "Turun Anwar", en la que los participantes pidieron a gritos la renuncia del primer ministro Anwar Ibrahim.

El descontento no se limita al jefe de gobierno, sino que es consecuencia del aumento del costo de vida, la disminución de oportunidades y la sensación de que las esperanzas reformistas depositadas en el Ejecutivo se están desvaneciendo. "Nos dijeron - cuenta a AsiaNews Angela Nathan, una estudiante de 21 años que participa en la marcha - que con Anwar sería diferente, que lucharía por la gente común. Pero las cosas se están volviendo cada vez más difíciles, no más fáciles. Mis amigos y yo nos preocupamos por el futuro laboral, por el hecho de que podamos permitirnos siquiera quedarnos en Malasia después de graduarnos".

Estos sentimientos ponen en evidencia heridas profundas que nunca han sanado por completo. Los escándalos de corrupción siguen socavando la confianza en las instituciones. La raza y la religión siguen siendo líneas divisorias profundamente politizadas que a menudo se explotan para desviar la atención de los problemas estructurales. Las presiones derivadas del costo de vida se sienten mucho más por el estancamiento de los salarios, y las generaciones jóvenes, menos pacientes que sus padres, exigen resultados concretos, no retórica. Abdullah Bahrain, un vendedor ambulante de comida en Kampung Baru, resumió la situación de manera aún más directa: "Los políticos prometen el oro y el moro, pero nosotros seguimos peleando día a día. Cuando mis proveedores aumentan los precios, pierdo clientes o no obtengo ningún beneficio. No podemos sobrevivir solo con promesas", acusa.

La trayectoria de Malasia desde la independencia a menudo ha estado marcada por contrastes. El país presume de rascacielos relucientes, infraestructuras de primer nivel y una reputación de sociedad moderada y multiconfesional. Sin embargo, bajo la superficie, la desigualdad sigue creciendo. Mientras las élites se enriquecen, las comunidades rurales e indígenas siguen relegadas y marginadas, con acceso limitado a una educación de calidad, atención médica básica y oportunidades económicas. En este contexto, Anwar Ibrahim se encuentra en una posición precaria. Aclamado durante mucho tiempo como un icono reformista que soportó la cárcel y la persecución, ahora ostenta el liderazgo que la mayoría pensaba que nunca alcanzaría. Sin embargo, las expectativas que lo acompañaban - una limpieza de la clase política, la restauración de la confianza y la reactivación de la economía - han chocado con la realidad caótica de una política anclada en coaliciones de poder e intereses arraigados y consolidados.

Un analista político, en declaraciones anónimas a AsiaNews, señaló que el mayor desafío para Anwar podría ser precisamente el tiempo. "Ha heredado décadas de podredumbre. Incluso si es sincero, el sistema es resistente al cambio. La gente - continúa - espera soluciones rápidas, pero las reformas estructurales requieren años. Si no logra obtener resultados tangibles a corto plazo, la paciencia de la opinión pública se agotará y su legitimidad se debilitará".

Esta frustración explica por qué la marcha de "Turun Anwar" tuvo tanta resonancia. No se trataba tanto de rechazar a Anwar a nivel personal, sino de señalar que los malasios no están dispuestos a esperar indefinidamente. Las celebraciones de la independencia acentúan esta impaciencia, recordando a los ciudadanos cuán lejos ha llegado el país, pero también cuánto camino le queda por recorrer. Angela, la estudiante, sigue siendo cautamente optimista a pesar de la desilusión de fondo. "No estamos en contra de Malasia. Amamos a nuestro país. Por eso protestamos. Queremos - concluye - que Malasia cumpla su promesa. Pero si los dirigentes siguen decepcionándonos, no tendremos más remedio que seguir saliendo a las calles".

 

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