11/12/2025, 12.29
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Medicamentos: la nueva palanca geopolítica de China

de Andrea Ferrario

En los últimos años, Pekín ha pasado de la producción masiva de medicamentos genéricos a apostar por la investigación biomédica avanzada. Gracias a un modelo de crecimiento muy similar al adoptado para los automóviles eléctricos, hoy controla el 80 % de los principios activos mundiales. El caso del fentanilo ha demostrado la importancia de esta carta, descrita como una «opción nuclear» en las guerras comerciales. Pero China sigue necesitando a Occidente para mantenerse en este mercado.

Milán (AsiaNews) - Alrededor de setecientos medicamentos vendidos en Estados Unidos dependen de al menos un ingrediente producido exclusivamente en China. Un antibiótico común como la amoxicilina requiere, por ejemplo, cuatro materias primas, casi todas ellas producidas por industrias chinas. Son cifras poco conocidas por el gran público, pero que indican claramente la distribución del poder productivo: China controla el 80 % de los principios activos mundiales, el 70 % de la producción mundial de vitamina C y el 90 % de la penicilina. En el debate estadounidense, algunos han descrito esta dependencia como una «opción nuclear» en manos de Pekín, una imagen que indica hasta qué punto esta concentración se percibe como un punto débil del sistema sanitario estadounidense.

En realidad, precisamente por sus efectos potencialmente devastadores, esta arma es prácticamente inutilizable. A diferencia de las tierras raras, cuyas exportaciones ya han sido controladas por China, los medicamentos afectan directamente a la vida de las personas. Un embargo farmacéutico desencadenaría una reacción global sin precedentes, aislando a Pekín y privando a los pacientes chinos del acceso a tratamientos oncológicos avanzados en los que Estados Unidos mantiene el liderazgo tecnológico. Si China utilizara medicamentos capaces de salvar vidas como instrumento de presión política, no haría más que dañar irreparablemente su credibilidad internacional.

Sin embargo, el caso del fentanilo demuestra que China puede ejercer presiones menos llamativas, pero igualmente eficaces. Con motivo del acuerdo comercial entre Xi Jinping y Donald Trump el pasado mes de noviembre, Pekín introdujo nuevas licencias que restringen la exportación de trece precursores químicos del fentanilo destinados a Estados Unidos, México y Canadá. A cambio de este compromiso de limitar el flujo de ingredientes para opioides sintéticos, Washington redujo del 20 % al 10 % los aranceles aduaneros sobre China. Aunque formalmente se trataba de una concesión a Estados Unidos, la medida demostró hasta qué punto Pekín controla las sustancias químicas críticas y puede utilizarlas como moneda de cambio. No se trató de un episodio aislado, ya que durante la pandemia de COVID-19, en marzo de 2020, la agencia Xinhua sugirió que cualquier restricción china sobre los productos sanitarios pondría a Estados Unidos en graves dificultades.

La dependencia farmacéutica de Estados Unidos se refiere principalmente a los medicamentos genéricos, que representan el 90 % de las recetas en el país y tienen márgenes tan reducidos que hacen casi imposible su relocalización. Además, la producción de principios activos es muy contaminante, lo que hace aún menos realista un retorno a gran escala de sus fábricas a los países occidentales. India introdujo incentivos en 2020, pero eso no ha impedido que las empresas chinas sigan siendo más competitivas, mientras que Japón y la Unión Europea están tratando de reconstruir su capacidad interna, sin lograr, sin embargo, hacer mella en el dominio de Pekín.

Pero, ¿cómo ha logrado China alcanzar en tan poco tiempo una posición tan fuerte? La respuesta remite a un proceso de transformación industrial que recuerda mucho al auge de los vehículos eléctricos chinos.

La ingeniería como motor de la innovación

En los últimos años, China ha pasado de ser principalmente un fabricante de medicamentos genéricos a convertirse en un protagonista de la investigación biomédica avanzada. En la actualidad, sus empresas firman una parte significativa de los acuerdos internacionales con las grandes multinacionales farmacéuticas, lo que demuestra el creciente reconocimiento de la calidad de la investigación local. Esta evolución se ve confirmada por la mayor presencia china en los ensayos clínicos mundiales y por el papel ya relevante que desempeña en las tecnologías oncológicas de nueva generación, diseñadas para atacar las células enfermas con una precisión muy superior a la de los tratamientos tradicionales.

El modelo chino de innovación farmacéutica se basa en la excelencia en ingeniería más que en la investigación científica básica. El fundador de una empresa biofarmacéutica de Shanghái, entrevistado por el Financial Times, explicó que el desarrollo de nuevos medicamentos se parece más a la resolución de un rompecabezas que a la realización de descubrimientos fundamentales. China cuenta con importantes ventajas estructurales en este campo, que le permiten hacer avanzar una nueva molécula desde su descubrimiento hasta su entrada en los ensayos clínicos en un tiempo mucho más rápido que la media mundial. El reclutamiento de pacientes también se lleva a cabo con mayor rapidez, favorecido por una población numerosa y con una gran necesidad de atención médica, mientras que los costos de la investigación clínica siguen siendo significativamente inferiores a los de las multinacionales occidentales. Esta combinación de rapidez y economía es posible gracias a una cadena farmacéutica completamente integrada, que reduce al mínimo las dispersiones a lo largo del proceso de desarrollo.

En este contexto, no es de extrañar que la mayoría de los nuevos medicamentos desarrollados en China sigan perteneciendo a las categorías que reelaboran terapias ya existentes, una elección que privilegia la solidez comercial frente a las actividades de investigación más arriesgadas. Se trata de un enfoque favorecido por las políticas de Pekín, que desde la década pasada han incluido la biotecnología entre los sectores estratégicos. Las reformas han atraído una oleada de nuevas inversiones y cotizaciones, consolidando todo el sector e impulsándolo hacia un crecimiento más coordinado. Como observan varios ejecutivos del sector, el modelo recuerda al de los vehículos eléctricos, ya que una vez establecida una base productiva sólida, resulta más fácil competir incluso en las tecnologías más avanzadas.

La interdependencia que limita los riesgos de conflicto

Sin embargo, la dependencia occidental en el ámbito farmacéutico no es unidireccional. Es cierto que China domina la producción de ingredientes, pero Estados Unidos sigue siendo el principal mercado mundial de medicamentos innovadores, absorbiendo casi la mitad de la demanda global. La comparación entre los dos sistemas es elocuente, ya que el mercado chino solo representa una fracción del estadounidense y el rígido sistema de seguros del país obliga a las empresas a aplicar drásticas reducciones de precios para obtener la reembolsabilidad, lo que alimenta una competencia interna cada vez más agresiva. En este contexto, un medicamento innovador que antes podía mantener posiciones de monopolio durante más de una década, hoy en día lucha por mantener una ventaja incluso durante uno o dos años, una espiral competitiva que en China se denomina «involución». Esta presión, inicialmente limitada al mercado nacional, comienza ahora a tener repercusiones también en el extranjero, donde la creciente presencia de las empresas chinas en la concesión de licencias podría traducirse en precios más bajos y ciclos de rentabilidad más cortos incluso para las grandes multinacionales occidentales.

Estas últimas se acercan a uno de los peores «acantilados de patentes» de su historia, con muchos medicamentos destinados a perder la protección que les brindan las patentes para 2030 y a dejar un vacío de ingresos que las empuja a buscar nuevas moléculas en todas partes, pero cada vez más a menudo en China, donde las empresas de biotecnología tienen valoraciones mucho más bajas y condiciones de licencia más convenientes. Sin embargo, este interés se enfrenta a obstáculos cada vez más evidentes. La Administración de Alimentos y Medicamentos se muestra reacia a aprobar medicamentos basados únicamente en ensayos realizados en China, mientras que en Washington crece la presión política para controlar la transferencia de datos sensibles y limitar las colaboraciones con empresas chinas. Son todas señales de endurecimiento que podrían ralentizar la entrada de las biotecnológicas chinas en los mercados occidentales.

Los expertos creen que aún pasará mucho tiempo antes de que las empresas chinas puedan competir, en términos de escala y capacidad operativa, con grupos como Johnson & Johnson o AstraZeneca. Ninguna empresa china figura entre las veinte primeras del mundo y muchas empresas biotecnológicas, a menudo aún no rentables, tienen dificultades para encontrar los recursos necesarios para crear redes de venta en el extranjero o para orientarse por sí mismas en sistemas normativos más complejos. Por lo tanto, sigue existiendo una relación de interdependencia que hace improbables las medidas drásticas, sobre todo porque Estados Unidos se ve obligado a conciliar objetivos contradictorios, como reducir la exposición a China y mantener al mismo tiempo bajos los precios de los medicamentos, un equilibrio que los aranceles difícilmente pueden garantizar.

 

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