22/08/2017, 11.10
RUSIA - VATICANO
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Moscú, el diálogo entre ortodoxos y uniatos, un tema central para la paz

de Vladimir Rozanskij

La visita del Card. Pietro Parolin a Moscú es la ocasión para reconstruir una sinfonía entre católicos y ortodoxos, marcados por heridas de un pasado ateo y del conflicto ucraniano. Los católicos rusos de rito latino parecen tener una función de mediación. Ayer hubo un encuentro entre el Card. Parolin y el metropolita Hilarion. Hoy se dan los tan esperados encuentros con Kirill y con el ministro de Relaciones Exteriores Serghei Lavrov.

Moscú (AsiaNews) – Del 21 al 24 de agosto, el secretario de Estado vaticano, Card. Pietro Parolin se encuentra de visita oficial en Rusia, donde hoy se reunirá con el patriarca ortodoxo de Moscú, Kirill, y con el ministro de Relaciones Exteriores Serghei Lavrov; en el día de mañana verá al presidente Vladimir Putin.

Ayer, el Card. Parolin tuvo un encuentro con el metropolita Hilarion de Volokolamsk, presidente del Departamento de Relaciones Eclesiásticas Externas (DREE). Los temas centrales tratado fueron, ante todo, la crisis siria y la trágica condición de los cristianos en el Cercano Oriente. El comunicado de prensa oficial del Patriarcado afirma que “examinando las posibilidades de solución de la crisis siria, los dos interlocutores se han puesto de acuerdo en el hecho de que, ante todo, se torna necesario eliminar el terrorismo del territorio de Siria, y que solamente después de haberse conseguido la paz en el país, deberá determinarse su futuro político”.

Otro tema muy candente es la cuestión ucraniana y la libertad religiosa en dicho país. En el Parlamento ucraniano se están preparando algunas leyes que de hecho discriminan la posición de la Iglesia ortodoxa que guarda obediencia a Moscú. Hilarion ha citado “contrariado, los casos de afirmaciones politizadas y de acciones agresivas de parte de representantes de la iglesia greco-latina de Ucrania”, reconociendo, en cambio, el apoyo que los ortodoxos reciben de la Santa Sede.  “Las partes –sigue diciendo el comunicado oficial- han expresado la convicción en común de que la política no debe inmiscuirse en la vida eclesiástica, y que las Iglesias en Ucrania son llamadas a jugar un rol pacificador, colaborando para el restablecimiento de la cohesión civil en el país”. En cuanto a la cuestión siria y la situación de los cristianos en el Oriente Medio, hay concordia más que total entre ortodoxos rusos y católicos. No ocurre así con la cuestión uniata. A continuación escribimos cuanto explica nuestro corresponsal en relación a este tema.

 Mientras se desarrolla la visita a Moscú del Cardenal Pietro Parolin, nos interrogamos acerca de las prospectivas de diálogo y de colaboración entre católicos y ortodoxos rusos, una de las claves para una mejor comprensión entre Rusia misma y Occidente. El conflicto se inició en el año 2014 entre rusos y ucranianos, lo cual ha generado el nuevo clima de “guerra fría”, pero que de hecho es una cuestión cultural y confesional antes que económica, militar y política.

Por años, tras la gran apertura de principios de los años ’90, el Patriarcado de Moscú ha denunciado dos grandes obstáculos en la relación con la Iglesia Católica: el llamado “proselitismo” de los católicos en el territorio ruso, y las controversias con los greco-católicos uniatos de la Ucrania. El primer problema ya está resuelto desde hace tiempo: tras agotarse la estación de la reapertura de iglesias y parroquias, la comunidad católica rusa finalmente aceptó, bajo la guía de la cúpula vaticana, permanecer en una dimensión bien definida, sin ambiciones expansionistas. Hace años que funciona una comisión conjunta que reúne a católicos locales y a representantes del Patriarcado ortodoxo, para examinar cada una de las iniciativas de los católicos, sea ésta la apertura de una nueva parroquia o la creación de estructuras educativas o caritativas. Era el camino que ya había propuesto en su momento, allá por 1989, el entonces metropolita Kirill, hoy patriarca, en calidad de responsable de las relaciones externas del patriarcado. Él sugería no nombrar obispos católicos en Rusia, y dejar en manos de los ortodoxos la tutela de situaciones en las cuales se tornarse necesaria una misión católica.  

Se calcula que en Rusia viven aproximadamente un millón de católicos, sobre una población total de más de 140 millones de habitantes. El Papa Juan Pablo II consideraba que, por el contrario, debían asegurarse estructuras eficaces para el cuidado pastoral de sus fieles rusos: en 1990 envió al nuncio apostólico, que en el año 1991 organizó el nombramiento de algunos obispos como administradores apostólicos. Los obispos ya han pasado a residir en el lugar, pero la idea de la tutela ortodoxa ha vuelto a ser decisiva en las relaciones entre las dos Iglesias en el territorio. A este tema no se le dará un espacio particular en los coloquios que el card. Parolin tendrá en estos días, sino que sólo deberán asegurarse procedimientos más flexibles a la hora de registrarse y una capacidad de operar en lo pastoral para los sacerdotes que se desempeñan en Rusia.

En el mismo año 1990, el nuncio Mons. Colasuonno también intentó resolver la cuestión ucraniana, proponiendo a los greco-católicos ucranianos que se sentaran en una misma mesa con la contraparte rusa, para examinar los problemas en curso. En el encuentro participaba el mismísimo metropolita Kirill, mientras que por la parte ucraniana, la delegación era guiada por el arzobispo Volodymyr Sternjuk, que dirigía la sede vacante de arzobispo mayor de Leopoli. Sternjuk, que había sufrido durante años las duras persecuciones bajo el régimen soviético, se negó a tratar con quien, en cambio, había cedido a mantener compromisos con los comunistas ateos, y abandonó el encuentro sin que se llegase a ninguna conclusión. La historia ondulante de la política ucraniana a lo largo del tiempo ha mezclado y vuelto a barajar muchas cartas, pero la hostilidad entre los dos contendientes se ha avivado como el fuego bajo las cenizas, estallando en la revuelta de Maidan en 2013-2014. El Patriarcado de Moscú acusa a los uniatos de ser los verdaderos inspiradores de la revuelta anti-rusa; los greco-católicos insisten en la responsabilidad de los ortodoxos en las agresiones llevadas a cabo por militares rusos en territorio ucraniano.

No es casual que el Secretario de Estado vaticano haya visitado Bielorrusia y Ucrania en los últimos días, antes de llegar a Moscú para proponerse como árbitro en un conflicto que en el último tiempo ha vuelto a estallar, pero que en realidad lleva varios siglos candente y es extremadamente complejo: en Europa, los límites entre Oriente y Occidente jamás han estado definidos y tampoco han sido estables, y el mismo nombre “Ucrania” significa, precisamente, “en la frontera”, para indicar no tanto una etnia, sino una condición originaria de los eslavos orientales, que siempre han estado a la búsqueda de limitar un territorio inmenso, ilimitado.

Hoy, Ucrania es un país independiente de más de 50 millones de personas, y los greco-católicos rozan el 10% de la población total; hay también una minoría significativa de católicos latinos de etnia polaca. En el país funcionan adecuadamente tres jurisdicciones ortodoxas: una mayoritaria que está en comunión con Moscú, un Patriarcado independiente de Kiev, e incluso una minoría sometida directamente al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.

El Patriarcado de Moscú ha mostrado apreciar el equilibrio de la diplomacia vaticana en Ucrania, tal como ha afirmado días atrás el Secretario para las Relaciones Inter-cristianas, el hieromonje  Stefan (Igumnov), en una declaración que ha sido difundida por muchos órganos de prensa: “No hay ninguna declaración de la Santa Sede que se haya prestado a ser utilizada como provocación, de modo de impulsar el conflicto en aquel país y llevarlo a un plano religioso”.

El secretario y vocero de la Conferencia episcopal católica rusa, Mons. Igor Kovalevskij, también ha afirmado en una conferencia de prensa desarrollada el 17 de agosto que “conociendo a muchos representantes de la Iglesia ucraniana greco-católica, puedo asegurar que ellos están dispuestos a entablar un diálogo constructivo con la Iglesia ortodoxa rusa. Es una diálogo que de alguna manera ya se ha iniciado, y que continúa en varios niveles”.  

Los católicos rusos siempre han tratado de hacer de mediadores entre las dos partes enfrentadas; en lo formal incluso existe un Exarcado para los greco-católicos en Rusia misma, que funcionó realmente sólo en los primeros años después de la revolución, pero existen diversas parroquias católicas de rito oriental en Rusia, para los ucranianos que allí residen, pero también para los pequeños grupos de rusos católicos que, sintiéndose en comunión con Roma, no tienen intenciones de renunciar a sus propias tradiciones ortodoxas.  

Se tiene la esperanza de los errores del pasado se tornen un tesoro a partir del cual pueda recomenzarse no sólo desde una tolerancia y un respeto recíprocos, sino sobre todo desde el ideal que aúna a cristianos de territorios rusos y ucranianos: el de un cristianismo verdaderamente universal, “católico” en los hechos, y no de mero nombre, que pueda reunir en un único aliento a los “dos pulmones” de la Iglesia, por el bien de la humanidad entera.

 

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