01/02/2024, 19.12
VATICANO
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Papa Francisco: que la Cuaresma sea un camino de libertad

Mensaje del pontífice por el fuerte tiempo de cara a la Semana Santa que se inaugura el 14 de febrero. Incluso hoy somos esclavos de "un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro", y nos hace andar a tientas entre desigualdades y conflictos. Pero "Dios no se cansa de nosotros, y no nos quiere súbditos sino hijos". El desafío de una dimensión comunitaria en el camino de la conversión.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- En su mensaje para el camino hacia la Pascua - que este año comienza el 14 de febrero, Miércoles de Ceniza - el Papa Francisco invita a los fieles de todo el mundo a vivir la Cuaresma como un tiempo para recuperar la propia libertad. “A través del desierto Dios nos guía hacia la libertad” es el título del texto que propone el Papa y fue presentado hoy en una conferencia de prensa en el Vaticano.

El Papa Francisco parte de la revelación de Dios en el Éxodo, cuando le entrega el Decálogo a Moisés y se presenta con palabras que llaman a la libertad, diciendo: "Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar en esclavitud" (Ex 20,2). Dice que es "una llamada vigorosa", que "no se agota en un acontecimiento único, porque madura durante el camino. Del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí - añade - así también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar". Cuando no lo hacemos "nos falta esperanza y vagamos por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos".

 

La Cuaresma, entonces, como un éxodo de las esclavitudes en un camino que de ningún modo es abstracto. Porque su primer paso - observa Francisco - es “querer ver la realidad. [...] También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen".

Debemos reconocer – continúa – que “seguimos bajo el dominio del Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas. Porque, si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad".

En este sentido el Papa señala que en el Éxodo "es Dios quien ve, quien se conmueve y quien libera, no es Israel quien lo pide". Porque "el faraón destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos. Es decir, logra mantener todo sujeto a él". Por eso invita a preguntarse: “¿deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el viejo? El testimonio de muchos hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la justicia - continúa Francisco - me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza. Es un impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios. Se parece a esa añoranza por la esclavitud que paraliza a Israel en el desierto, impidiéndole avanzar". Y eso interrumpe nuestro éxodo hacia la libertad: "De otro modo no se explicaría - prosigue el Pontífice - que una humanidad que ha alcanzado el umbral de la fraternidad universal y niveles de desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico, capaces de garantizar la dignidad de todos, camine en la oscuridad de las desigualdades y los conflictos".

Pero “Dios no se ha cansado de nosotros” y la Cuaresma es el tiempo para volver a escuchar su Palabra. “Durante cuarenta días – explica Francisco – Él estará ante nosotros y con nosotros: es el Hijo encarnado. A diferencia del Faraón, Dios no quiere súbditos, sino hijos. El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud".

En este viaje, el peligro aún más temible que el faraón son los ídolos: "sentirse omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás: todo ser humano siente en su interior la seducción de esta mentira - advierte el Papa -. Es un camino trillado. Por eso, podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas. Esas cosas en lugar de impulsarnos, nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán".

Por eso invita a unirse a la escuela de los "pobres de espíritu, fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo". Aprender de ellos que "no tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará".

El mensaje concluye con una invitación a no detenerse únicamente en la dimensión personal de la Cuaresma: "La forma sinodal de la Iglesia, que en los últimos años estamos redescubriendo y cultivando - escribe Francisco - sugiere que la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados. Invito a todas las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo".

 

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