16/02/2016, 13.09
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Papa en México: prefiero una familia herida a una sociedad enferma por el miedo a amar

En el encuentro para las familias en Tuxtla Gutiérrez, el Papa Francisco apunta contra la “colonización ideológica” que trata de destruir la institución de la familia, rotulándola como algo anticuado.  Los conmovedores testimonios de un joven con distrofia, de una pareja de divorciados,  de una familia casada hace 50 años, de una mujer abandonada por el marido que sostiene a jóvenes madres para evitar que aborten. Que a través de la intercesión de la Virgen de Guadalupe, “este sueño llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad”.

Tuxtla Gutiérrez (AsiaNews) – “Prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega, a rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión”. El Papa Francisco expresó así su confianza en la institución de la familia, posicionándose en contra de una sociedad como la moderna, en la cual se piensa la familia “es un modelo que ya pasó y que no tiene espacio en nuestras sociedades que, bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento”.

El Papa acusó en voz alta el intento de “colonización ideológica” con el cual de busca destruir a las familias, recibiendo el aplauso entusiasta de los 100.000 presentes en el estadio “Víctor Manuel Reyna” de Tuxtla.

Elogiando las palabras de Francisco, el arzobispo Mons. Fabio Martínez Castillo presentó cuatro testimonios de diversas realidades familiares.

Uno de ellos exalta a los padres ancianos, casados hace más de 50 años, que han enseñado su fe. “Somos pobres – dicen – debemos luchar todos los días con los precios que suben. Somos pobres, pero llenos de la esperanza que viene de la fe”.

Una  pareja, Humberto y Claudia, explica que están casados tan sólo por civil porque “somos divorciados”. Ambos dicen que no pueden “participar en la Eucaristía, pero encontramos al Señor cuidando de los pobres, de quienes están encarcelados, de las personas que viven en necesidad”

Luego está el de Beatriz, de 52 años, una mujer abandonada por el marido, que siempre ha rechazado el aborto como modo fácil de resolver los problemas económicos de su familia. Ella es enfermera, y ayuda a las mujeres a no abortar, haciendo que encuentren “la ayuda de la Iglesia”.

El testimonio más conmovedor fue el de Manuel, un joven de 14 años que desde los 5 años de edad está enfermo de distrofia muscular. Ayudado por su padres, de rodillas en el palco, al lado de su silla de ruedas, leyó, lleno de vitalidad y sonriente, acerca de su desafío y de su “echarle ganas” a sus amigos.

El Papa le agradece porque “nos han permitido estar en sus «mesas» compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas (...) Gracias por permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar”.

En efecto, el encuentro tuvo una atmósfera cordial y simple, sin formalidades. Hacia la mitad de los testimonios, la gente alza, llegando hasta la baranda del palco, a un niño sobre una silla de ruedas. El Papa desciende del palco, mientras los hombres de seguridad alzan al pequeño. El Papa lo abraza, lo bendice, mientras la gente grita de alegría.

Antes de terminar su discurso, una de las niñas de Beatriz (tal vez una nieta) se acerca al Papa y él la sienta sobre sus rodillas.

En su homilía, Francisco cita largamente el testimonio de Manuel: “Comenzaste a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos. Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando, soñando y construyendo una vida que tenga sabor a hogar, a familia.  Y es lo que el Padre Dios siempre ha soñado y por lo que desde tiempos lejanos ha peleado. Cuando parecía todo perdido esa tarde en el jardín del Edén, el Padre Dios le echó ganas a esa joven pareja y le dijo que no todo estaba perdido. Cuando el Pueblo de Israel sentía que no daba más en el camino por el desierto, el Padre Dios le echó ganas con el maná. Cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Padre Dios le echó ganas a la humanidad para siempre dándonos a su Hijo.

 De la misma manera, todos los que estamos acá hemos hecho experiencia de eso, en muchos momentos y de diferentes formas: el Padre Dios le ha echado ganas a nuestra vida”.

La capacidad de retomar cada día en la familia es posible porque Jesús  “es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar. Él es capaz de hacer siempre nuevas todas las cosas”. Jesús “se la jugó hasta el extremo para volver hacer posible el Reino de Dios.… Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es posible”.

Francisco luego se dirigió a los adolescentes “que están desanimados y en malos pasos. Muchos adolescentes sin ánimo, sin fuerza, sin ganas”; citó el testimonio de Beatriz, para quien “la lucha siempre ha sido difícil por la precariedad y la soledad”.

“La precariedad – agregó el Papa - no sólo amenaza el estómago (y eso es ya decir mucho), sino que puede amenazar el alma, nos puede desmotivar, sacar fuerza y tentar con caminos o alternativas de aparente solución, pero que al final no solucionan nada. Existe una precariedad que puede ser muy peligrosa, que se nos puede ir colando sin darnos cuenta, es la precariedad que nace de la soledad y el aislamiento. Y el aislamiento siempre es un mal consejero”.

Se precisan “legislaciones que protejan y garanticen los mínimos necesarios para que cada hogar y para que cada persona pueda desarrollarse por medio del estudio y un trabajo digno”. Y se precisa “un compromiso personal “como bien lo resaltaba el testimonio de Humberto y Claudia cuando nos decían que buscaban la manera de transmitir el amor de Dios que habían experimentado en el servicio y en la entrega a los demás”.

Pero más que todo eso, el testimonio de la familia toma su fuerza del “plus”, de la  “ventaja” que tienen los mexicanos:  “Tienen a la madre: la Virgen de Guadalupe, que quiso visitar estas tierras y eso nos da la certeza de tener su intercesión para que este sueño llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad. Ella está siempre dispuesta a defender nuestras familias, nuestro futuro; está siempre dispuesta a «echarle ganas» dándonos a su Hijo”. Y pidió a toda la asamblea que recitaran juntos un Ave María.

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