Papa: complacerse en un dolor que no termina nunca, no es cristiano

En la audiencia general, Francisco dedicó su catequesis a la tristeza e invitó a distinguir entre su rostro "amigo", que nos impulsa a buscar la salvación, y una "aflicción" sin esperanza que gangrena el corazón. “No olvidemos rezar por la paz, la guerra siempre es una derrota”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- La tristeza, cuando se convierte en un “complacerse en un dolor que no termina nunca”, puede convertirse en un vicio en la vida espiritual del creyente, dijo hoy el Papa Francisco en la audiencia general en el Aula Pablo VI, dedicada este miércoles a ese sentimiento.

Continuando el ciclo de catequesis sobre los vicios y las virtudes, el Papa habló hoy sobre la tristeza, entendida como "un abatimiento del alma, una aflicción constante que impide al hombre sentir el gozo de su propia existencia". Francisco invitó a distinguir dos tipos de tristeza, una "tristeza amiga que lleva a la salvación", como la que experimentó el hijo pródigo de la parábola (cf. Lc 15, 11-20) que, precisamente porque sintió una gran amargura cuando tocó fondo, decidió regresar a la casa de su padre. “Pero hay otra tristeza - explicó el pontífice - que es una enfermedad del alma. Nace en el corazón del hombre cuando se desvanece un deseo o una esperanza», como les ocurrió a los discípulos de Emaús (Lc 24,21).

“La dinámica de la tristeza – observó Francisco – está relacionada con la experiencia de la pérdida. En el corazón humano surgen esperanzas que a veces se ven defraudadas. Puede ser el deseo de poseer algo que no se puede obtener, pero también por algo importante, como la pérdida de un ser querido. Cuando esto sucede, es como si el corazón del hombre cayera por un precipicio, y experimenta sentimientos de desaliento, debilidad de espíritu, depresión y angustia."

Es una experiencia que todos hemos vivido: “algunos, después de un tiempo de turbación, confían en la esperanza; pero otros se regodean en la melancolía y permiten que gangrene su corazón”. La tristeza se convierte en "el placer del no placer", es como "ponerse en la boca un caramelo amargo, sin azúcar, y seguir comiéndolo". “Ciertos duelos que se prolongan, en los que una persona sigue ensanchando el vacío de los que ya no están – advirtió el pontífice – no son propios de la vida en el Espíritu. Ciertas amarguras rencorosas, por las que una persona siempre tiene presente un reclamo que le hace asumir el papel de víctima, no permiten que tengamos una vida sana, y mucho menos cristiana. En el pasado de cada uno siempre hay algo que necesita ser sanado. La tristeza, que es una emoción natural, puede convertirse en un estado de ánimo maligno".

El Papa recordó que los padres del desierto describen ese estado de ánimo como "un gusano del corazón, que erosiona y vacía al que lo acoge". Pero se puede combatir con facilidad - añadió - custodiando el pensamiento de la resurrección de Cristo. Por más llena que esté la vida de contradicciones, de deseos frustrados, de sueños no cumplidos, de amistades perdidas, gracias a la resurrección de Jesús podemos creer que todo eso será salvado. Jesús no resucitó sólo para sí mismo, sino también para nosotros, para rescatar todas las felicidades que no se cumplieron en nuestra vida".

Al terminar, como todas las semanas, el Papa saludó a los grupos de peregrinos que se encontraban presentes y los invitó a no olvidar las guerras, a "las martirizadas Ucrania, Palestina e Israel, a los rohingya, a tantas guerras que están por todas partes - dijo -. Recemos por la paz, porque la guerra siempre es una derrota". Por último, encomendó a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos, a los recién casados "a la Virgen de Lourdes que celebraremos el próximo domingo, para que los acompañe con ternura materna en su camino".