29/06/2021, 13.32
VATICANO
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Papa: la Iglesia es creíble sólo si está libre del miedo, la hipocresía y el poder

Luego del Ángelus, Francisco recordó que pasado mañana en el Vaticano habrá una jornada por el Líbano e invitó a rezar para que el país pueda "superar la grave crisis que atraviesa". Por último, una invitación a rezar por el Papa Benedicto, que hoy celebra 70 años de sacerdocio.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) –  "Sólo una Iglesia libre es una Iglesia creíble", y es una libertad que le viene de Jesús, es "una Iglesia débil, pero fuerte por la presencia de Dios"; "una Iglesia liberada que puede ofrecer al mundo la liberación que no puede darse a sí mismo: liberación del pecado, de la muerte, de la resignación, del sentimiento de injusticia, de la pérdida de esperanza, que envilece la vida de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo".

La celebración de la fiesta de los Santos Pedro y Pablo es, en cierto modo, la celebración de la Iglesia Católica. Es el día en que los arzobispos reciben el palio, signo de dignidad y de fidelidad al sucesor de Pedro; es el día en que se envía una delegación del Patriarcado Ecuménico para participar en la misa solemne por los santos patronos de Roma, que tiene lugar en la Basílica de San Pedro; es el día en que la imagen de San Pedro se viste con los hábitos pontificios y se canta "tu es Petrus".

Pedro y Pablo son, en palabras de Francisco, "dos  columnas de la Iglesia", "dos testigos de la fe", pero "en el centro de su historia no están sus capacidades, sino el encuentro con Cristo que cambió sus vidas. Experimentaron un amor que los sanó y los liberó y, por ello, se convirtieron en apóstoles y ministros de liberación para los demás. Pedro y Pablo son libres sólo porque fueron liberados

Dirigiéndose a casi un millar de personas presentes en Plaza San Pedro para el rezo del Ángelus, el papa dijo que los dos apóstoles “no eran admiradores, sino imitadores de Jesús. No eran espectadores, sino protagonistas del Evangelio. No creyeron de palabra, sino con obras. Pedro no hablaba de misión, era pescador de hombres, Pablo no escribió libros cultos, sino cartas vividas, mientras viajaba y testificaba. Ambos gastaron su vida por el Señor y por sus hermanos”. Al mismo tiempo, dijo, “nos provoca”, nos piden que nos pongamos en juego. “¡Cuántas veces, por ejemplo, decimos que nos gustaría una Iglesia más fiel al Evangelio, más cercana al pueblo, más profética y misionera, pero luego, en la práctica, no hacemos nada! Es triste ver que muchos hablan, comentan y debaten, pero pocos dan testimonio. Los testigos no se pierden en palabras, sino que dan frutos. No se quejan de los demás ni del mundo, empiezan por sí mismos. Nos recuerdan que Dios no ha de ser demostrado, sino mostrado; no anunciado con proclamas, sino testimoniado con el ejemplo”.

Durante la homilía, Francisco dijo que “como Pedro, estamos llamados a liberarnos de la sensación de derrota ante nuestra pesca, a veces infructuosa; a liberarnos del miedo que nos inmoviliza y nos hace temerosos, encerrándonos en nuestras seguridades y quitándonos la valentía de la profecía. Como Pablo, estamos llamados a ser libres de las hipocresías de la exterioridad, a ser libres de la tentación de imponernos con la fuerza del mundo en lugar de hacerlo con la debilidad que da cabida a Dios, libres de una observancia religiosa que nos vuelve rígidos e inflexibles, libres de vínculos ambiguos con el poder y del miedo a ser incomprendidos y atacados”.

Jesús  amó a Pedro “gratuitamente” y apostó por él. Lo animó a no rendirse, a echar de nuevo las redes al mar, a caminar sobre las aguas, a mirar con valentía su propia debilidad, a seguirlo en el camino de la cruz, a dar la vida por sus hermanos, a apacentar sus ovejas. De este modo lo liberó del miedo, de los cálculos basados únicamente en las seguridades humanas, de las preocupaciones mundanas, infundiéndole el valor de arriesgarlo todo y la alegría de sentirse pescador de hombres. Y lo llamó precisamente a él para que confirmara a sus hermanos en la fe (cf. Lc 22,32). A él le dio las llaves para abrir las puertas que conducen al encuentro con el Señor y el poder de atar y desatar: atar los hermanos a Cristo y desatar los nudos y las cadenas de sus vidas (cf. Mt 16,19). Todo esto fue posible sólo porque “Pedro fue el primero en ser liberado”

También Pablo fue liberado. “ Fue liberado de la esclavitud más opresiva, la de su ego” y fue  librado también del celo religioso que lo había hecho encarnizado defensor de las tradiciones que había recibido (cf. Gal 1,14) y violento perseguidor de los cristianos. La observancia formal de la religión y la defensa a capa y espada de la tradición, en lugar de abrirlo al amor de Dios y de sus hermanos, lo volvieron rígido. Era un fundamentalista. Dios lo libró de esto, pero no le ahorró, en cambio, muchas debilidades y dificultades que hicieron más fecunda su misión evangelizadora: las fatigas del apostolado, la enfermedad física (cf. Ga 4,13-14), la violencia y la persecución, los naufragios, el hambre y la sed”.

“Tocados por el Señor, también nosotros somos liberados. Siempre necesitamos ser liberados, porque sólo una Iglesia libre es una Iglesia creíble. Como Pedro, estamos llamados a liberarnos de la sensación de derrota ante nuestra pesca, a veces infructuosa; a liberarnos del miedo que nos inmoviliza y nos hace temerosos, encerrándonos en nuestras seguridades y quitándonos la valentía de la profecía. Como Pablo, estamos llamados a ser libres de las hipocresías de la exterioridad, a ser libres de la tentación de imponernos con la fuerza del mundo en lugar de hacerlo con la debilidad que da cabida a Dios, libres de una observancia religiosa que nos vuelve rígidos e inflexibles, libres de vínculos ambiguos con el poder y del miedo a ser incomprendidos y atacados”. 

“Preguntémonos, ¿cuánta necesidad de liberación tienen nuestras ciudades, nuestras sociedades, nuestro mundo? ¡Cuántas cadenas hay que romper y cuántas puertas con barrotes hay que abrir! Podemos ser colaboradores de esta liberación, pero sólo si antes nos dejamos liberar por la novedad de Jesús y caminamos en la libertad del Espíritu Santo”.

Luego de rezar la oración mariana, Francisco recordó que pasado mañana, en el Vaticano, tendrá lugar una jornada por el Líbano e invitó a rezar para que el país pueda “superar la grave crisis que atraviesa”. Por último, pidió oraciones por el papa Benedicto, que hoy festeja sus 70 años de sacerdocio. 

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