Pizzaballa: el regreso de Jerusalén a un cónclave
Bergamasco, de 60 años, trae de vuelta a la "Iglesia madre" entre los electores de un Papa después de siglos. Vive en Jerusalén desde hace 35 años. Fraile franciscano, siempre en diálogo con el mundo judío y con el islam, fue durante 12 años Custodio de Tierra Santa. En todos los momentos trágicos del conflicto israelí-palestino - sobre todo los dos últimos años - ha exhortado a cultivar la libertad de la paz sin dejarse aplastar por el odio, y ha hecho resonar de nuevo el Evangelio en la tierra de Jesús.
Milán (AsiaNews) – Un patriarca latino de Jerusalén en un cónclave es algo que no ocurría desde hacía siglos. El último se remonta a los tiempos en que este título se daba a un arzobispo que vivía lejos de Tierra Santa, es decir, antes de 1847, cuando Pío IX restableció esta figura con sede verdaderamente en Jerusalén. Más allá de todo lo que se puede leer sobre él en los medios de todo el mundo en estas horas, este hecho por sí solo sería suficiente para demostrar la importancia de la presencia del cardenal Pierbattista Pizzaballa entre los electores que se reunirán a partir de mañana en la Capilla Sixtina. Un representante de la “Iglesia madre” de Jerusalén entre los electores del sucesor de Pedro. Pero también un prelado que - con su autoridad y su perfil personal - en estos años ha recordado constantemente que Jerusalén es ante todo el lugar de Pentecostés, el punto de partida del anuncio del Evangelio a los hombres del mundo entero.
El cardenal Pizzaballa nació en 1965 en Cologno al Serio, en la diócesis italiana de Bérgamo, la misma de la que provenía Juan XXIII. Ingresó muy joven en el seminario de los Frailes Menores Conventuales, hizo la profesión solemne en 1989 y fue ordenado sacerdote al año siguiente en Bolonia por el cardenal Giacomo Biffi. Pero fueron Jerusalén y Tierra Santa, donde vive desde hace 35 años, las que marcaron su vida. Llegó a la Ciudad Santa en 1990 como estudiante del Studium Biblicum Franciscanum, donde realizó la especialización teológica en Sagradas Escrituras, que después enseñó como biblista y constituye el punto de referencia constante de su magisterio. Pero en Jerusalén también estudió en la Hebrew University, el histórico ateneo del Monte Scopus, donde profundizó su conocimiento de la lengua hebrea moderna y su cultura, así como de las lenguas semíticas.
El servicio en el vicariato de Santiago - la pequeña comunidad de raíz y expresión judía dentro del patriarcado latino de Jerusalén - comenzó a mediados de los años '90 y fue su primera experiencia pastoral importante. Comenzando por un lugar tan significativo como la Casa de Simeón y Ana que - con ocasión del Jubileo del 2000, por voluntad del entonces patriarca Michel Sabbah - abrió con él sus puertas en el corazón del moderno barrio judío de Jerusalén, muy cerca de Jaffa Road. Su ministerio incluyó también un esfuerzo cultural para ayudar a toda la Iglesia a reencontrar plenamente su raíz judía, mediante la traducción al hebreo moderno de los textos de la liturgia e incluso más sencillamente de libros que presentan la figura de Jesús a las personas que hoy no saben nada sobre él. “De esta manera - contaba en aquellos años – vivimos el mismo esfuerzo que hizo san Pablo, incluso nos damos cuenta de que ciertas palabras del Evangelio requieren categorías nuevas para ser traducidas al hebreo”.
Desde Jaffa Road - en los años en que precisamente allí se llevaron a cabo los atentados más sangrientos de la Segunda Intifada - vivió también su encuentro con la explosión violenta del conflicto palestino-israelí, y cultivó - junto con su comunidad - la vocación de ser “custodios de la libertad del Evangelio” incluso dentro del conflicto, convirtiéndose en testigos de paz y reconciliación a ambos lados de la barricada.
En 2004 sus hermanos lo eligieron Custodio de Tierra Santa, es decir, responsable de la histórica provincia de los frailes que, siguiendo las huellas de San Francisco, viven hoy su ministerio en Israel, Palestina, Siria, Líbano, Jordania, Chipre y Egipto. Custodios de los santuarios en los lugares de la vida de Jesús, pero sobre todo - como ha explicado tantas veces el padre Pierbattista - de las “piedras vivas”, las comunidades cristianas locales, que a menudo sufren a causa del conflicto pero que también son los lugares donde se puede hacer resonar de nuevo realmente la palabra de Jesús en la vida cotidiana de Tierra Santa. Como Custodio recibió en Jerusalén al Papa Benedicto XVI en su viaje de 2009 y al Papa Francisco en 2014 y también ha visto cambiar el rostro de los peregrinos católicos que llegan a Tierra Santa, que ya no son solo europeos o norteamericanos sino cada vez más africanos, latinoamericanos y asiáticos.
Cuando en 2016 terminó su mandato al frente de la provincia franciscana de Tierra Santa y se disponía a regresar a Italia, con gran sorpresa recibió el llamado del Papa Francisco para presidir como administrador apostólico el patriarcado latino de Jerusalén en un momento delicado, debido a una difícil situación financiera. Su respuesta fue invitar a vivir esta crisis como una oportunidad: “Estamos donde estamos - dijo -, dejemos de lamentarnos y tratemos de entender qué nos pide el Señor en esta circunstancia. No se trata simplemente de encontrar financiación para hacer frente a algunas deudas, sino de centrarnos en lo que es esencial: el servicio a nuestra gente”. Volvió a empezar - como siempre - escuchando la Palabra de Dios, y desde hace años cada domingo publica su comentario del Evangelio en el sitio web del patriarcado. Gracias a la reconstrucción de la confianza, el Papa Francisco lo nombró patriarca en 2020. Elección que no se podía dar por descontada y que - tras dos guías provenientes de la comunidad árabe - habla del afecto que le profesa la comunidad local. La misma comunidad que festejó su histórico nombramiento cardenalicio en el consistorio de septiembre de 2023.
Pocos días después, Oriente Medio volvería a caer en el abismo, con los ataques de Hamás del 7 de octubre y la durísima respuesta de Israel en Gaza. En estos largos dos años en AsiaNews hemos seguido su magisterio sobre la paz, la cercanía constante y concreta a la pequeña comunidad de la parroquia de la Sagrada Familia en la Franja, a la que visitó físicamente el año pasado en uno de los momentos más duros de la guerra, pero también su constante exhortación a mirar con los ojos de la fe lo que está ocurriendo. En la noche de Navidad de 2023 observó amargamente que hoy parece aplicarse a todo el pueblo palestino el rechazo que encontraron María y José, para los que “no había lugar” en Belén. Hace pocos días, en Pascua, observó una vez más que “el mundo de hoy tiene una idea de paz muy pobre, incluso ofensiva; demasiados anuncios han sido traicionados y deshonrados. A las lógicas humanas del poder, a las dinámicas de violencia y de guerra, nuestra Iglesia debe oponer dinámicas de vida, de justicia y de perdón”.
El cardenal Pizzaballa es una figura que nunca se ha dejado encasillar en el estereotipo del pastor de la tierra en conflicto. “Ustedes, los periodistas, siempre me preguntan por israelíes y palestinos, por la ocupación, por el muro... - dijo, por ejemplo, hace algunos años en una entrevista -. Pero la verdadera pregunta que debemos hacernos hoy es: ¿por qué, como Iglesia, todavía nos interesa Jerusalén? A mí me parece que estamos pagando las consecuencias de la falta de una reflexión seria de este tipo. La Iglesia debe redescubrir a Jerusalén como topos, como lugar no sólo del espíritu. En estos momentos de replanteamiento sobre el ser comunidad, sobre el tipo de testimonio que debemos ofrecer, todos deberíamos volver a Jerusalén. ¿Qué significa para los cristianos? ¿En qué sentido decimos que es la Iglesia madre? ¿Por qué seguimos viniendo aquí? Debe haber alguna razón, más allá de un cierto devocionismo un tanto sofisticado”.
24/06/2016 13:32
05/09/2017 16:58