25/11/2025, 12.21
COREA DEL SUR
Enviar a un amigo

Seúl: los privilegios y las políticas gubernamentales bloquean la movilidad social

de Andrea Ferrario

La tasa de desempleo juvenil rondaría el 30 %. Quienes parten sin ayudas quedan excluidos de un sistema que premia sobre todo la herencia. La deuda se ha convertido en una «condición estructural» para acceder a la educación, el trabajo y la vivienda. Y cuando los bancos cierran sus puertas, muchos acaban en manos de los prestamistas. Un costo humano creciente en términos de suicidios y malestar.

Milán (AsiaNews) - En Corea del Sur, la movilidad social es ya un eco lejano. Lo que podría parecer un simple relevo generacional esconde, en realidad, un orden social estancado, en el que la herencia de los privilegios ha acabado sustituyendo al mérito, respaldada por políticas que protegen el patrimonio y un acceso al crédito que favorece a quienes ya son ricos. El resultado es una sociedad en la que el destino individual se decide principalmente al nacer y en la que la posición social inicial tiende a cristalizarse, limitando la amplitud de las trayectorias posibles.

La fractura más significativa afecta a los nacidos alrededor de 1990, hijos de la segunda ola de baby boomers coreanos. A diferencia de la generación anterior, que pudo construir carreras autónomas durante el auge económico mundial del comercio, estos jóvenes entraron en el mercado laboral en 2015, justo cuando se consumaba lo que los economistas han denominado «el precipicio del empleo». El aumento de la edad de jubilación a 60 años en 2016 llevó a las grandes empresas y a las instituciones públicas a bloquear las nuevas contrataciones, mientras que la desindustrialización y la persistencia de un mercado laboral dual hicieron cada vez más escasos los puestos de trabajo estables y bien remunerados. Algunos análisis sitúan la tasa real de desempleo juvenil por encima del 30 %.

La brecha patrimonial muestra claramente cuánto se ha concentrado la riqueza. Entre los cincuentones, el quinto más rico posee más de cincuenta veces más que el quinto más pobre, y entre los mayores de sesenta años, la relación supera las setenta veces. El dato más significativo se observa entre los veinteañeros, un grupo en el que los ingresos son relativamente similares, pero las diferencias patrimoniales son enormes. El grupo más rico posee casi cuarenta veces más que el más pobre, y esta desproporción se debe en gran parte a las transferencias familiares. Quienes provienen de familias con recursos reciben un departamento, el apoyo necesario para una educación privada y salidas profesionales, mientras que quienes parten sin ayuda quedan excluidos de un sistema que premia sobre todo la herencia.

La evolución del mercado inmobiliario ha endurecido aún más esta estructura. En Seúl, los precios han subido hasta hacer la compra inviable para quienes tienen un salario medio, y el sistema jeonse, que exige un depósito muy elevado, ha aumentado la distancia entre quienes pueden contar con el capital de sus padres y quienes no tienen garantías. Las políticas públicas no han invertido la tendencia, ya que las intervenciones destinadas a contener la especulación solo han ralentizado las transacciones sin lograr una disminución real de los precios. El resultado es un mercado que mantiene intactos los patrimonios ya formados y que eleva cada vez más el umbral de acceso para los jóvenes.

La deuda como condición estructural

Esta dinámica inmobiliaria se entrelaza con un fenómeno más amplio. La deuda privada ha dejado de ser un instrumento financiero ocasional para convertirse en la condición estructural de acceso a la educación, el trabajo y la vivienda. La deuda de las familias surcoreanas ha alcanzado el nivel más alto jamás registrado, equivalente al 91 % del producto interno bruto, frente a una media del 68 % en los países desarrollados. La relación entre la deuda y los ingresos anuales de cada surcoreano es más del doble que en Francia.

Para los veinteañeros, la situación es aún más grave y la deuda media supera ampliamente la mitad de los ingresos anuales. Estas cifras reflejan una generación que acumula deudas incluso antes de incorporarse de forma estable al mercado laboral. Entre los veinteañeros, la tasa de insolvencia es la más alta y más de 60.000 jóvenes se encuentran ahora en situación de impago crónico, con el riesgo de verse empujados hacia formas de crédito ilegal. 

La elaboración de un currículum competitivo cuesta una media de 440.000 wones al mes (unos 260 euros) y casi la mitad de los graduados que buscan trabajo asisten a cursos privados para obtener certificados de idiomas o acumular experiencia útil para la selección. Más del 70 % afirma sentirse presionado económicamente por estas inversiones, que a menudo se cubren con préstamos. El mecanismo es un círculo vicioso, porque para aspirar a un empleo estable es necesario acumular credenciales, pero este camino genera deudas que hacen aún más necesario conseguir un trabajo, que entretanto se vuelve cada vez más difícil de encontrar, ya que las grandes empresas reducen la contratación de personal sin experiencia.

Cuando los bancos cierran sus puertas, muchos jóvenes acaban en manos de los prestamistas. Alrededor del 10 % de los veinteañeros y treintañeros ya ha recurrido a préstamos ilegales, una proporción que sigue aumentando. Los portales en línea como Daechulnara deberían funcionar como plataformas en las que quienes necesitan dinero reciben ofertas de entidades de crédito registradas, pero en la práctica los primeros en responder son los operadores ilegales, que ofrecen tasas anuales superiores al 3.000 % frente a un límite legal del 20 %. Las estafas basadas en el robo de datos personales, muy extendidas en Corea, han agravado aún más la situación, arrastrando a muchas víctimas aún más profundamente a la espiral de la deuda.

El caso más extremo de esta deriva se produjo en agosto de 2025, cuando decenas de jóvenes coreanos fueron repatriados desde Camboya esposados. Habían sido atraídos por ofertas que prometían altos salarios por trabajos en el sector informático, pero una vez allí se vieron obligados a participar en estafas en línea y fueron sometidos a violencia física y psicológica. Se convirtieron en víctimas por partida doble, primero de un sistema económico que los había llevado a la desesperación y luego de redes criminales que habían convertido esa misma vulnerabilidad en una trampa.

La silenciosa erosión del milagro coreano

La presión económica se traduce en un costo humano cada vez mayor. En 2024 se registraron casi 15.000 suicidios en Corea del Sur, lo que representa ahora la principal causa de muerte entre las personas menores de cincuenta años. El país sigue registrando una de las tasas más altas entre los miembros de la OCDE y los signos de malestar también son evidentes en términos de salud mental, con un fuerte aumento de los trastornos depresivos y un número creciente de jóvenes que acuden a urgencias por episodios de autolesión.

Paralelamente, crece la proporción de jóvenes que se retiran completamente de la vida económica y social. Cientos de miles de personas menores de treinta años están inactivas, ni empleadas ni en formación, y muchas afirman que simplemente se han detenido tras encontrarse con un mercado laboral hostil. La promesa de que la educación garantizaría la movilidad se ha resquebrajado, ya que una parte significativa de estas personas inactivas son tituladas universitarias. La contradicción es evidente porque, mientras que el empleo general mejora y algunos sectores crecen, las grandes empresas siguen privilegiando a los perfiles ya experimentados e invirtiendo en automatización e inteligencia artificial, lo que reduce aún más el espacio para quienes deberían incorporarse ahora al mundo laboral.

Este grupo de jóvenes se ve expuesto a tres crisis que en otros lugares tienden a manifestarse por separado, pero que en Corea se superponen. Por un lado, deben hacer frente a presiones similares a las que conocemos en Europa, donde un mercado laboral rígido basado en la antigüedad se combina con un alto desempleo juvenil y unos sistemas de pensiones cada vez más frágiles. Al mismo tiempo, viven dinámicas que recuerdan a las de Estados Unidos, porque la inteligencia artificial comienza a devaluar muchas competencias especializadas y se reduce la ventaja salarial vinculada al título universitario. A todo ello se suma la desigualdad típica de las economías emergentes, en las que la riqueza familiar y las redes de contactos determinan el acceso al empleo con una lógica casi feudal. 

El resultado es una sociedad que sigue midiendo el éxito a través de indicadores macroeconómicos, mientras que al mismo tiempo ve cómo se desmorona el tejido social, cada vez más débil. La deuda es el hilo que mantiene unida esta contradicción, que se ha vuelto insostenible. Corea del Sur ha alimentado su expansión transfiriendo todos los costos de la reproducción social a los individuos y las familias, convirtiendo la deuda en un elemento permanente de la vida cotidiana. El modelo de desarrollo surcoreano se presenta así como un experimento de crecimiento sin inclusión, en el que la excelencia económica convive con la exclusión masiva y en el que toda una generación queda atrapada entre la necesidad de endeudarse para salir adelante y la imposibilidad concreta de liberarse de las deudas.

 

TAGs
Enviar a un amigo
Vista para imprimir
CLOSE X
Ver también
Musulmana, ex radical: Riad y el salafismo (wahabí) un peligro para el islam y para el mundo
17/12/2016 13:14
Récord de graduados pero poca movilidad social: la crisis de las universidades coreanas
21/11/2022 13:36
Católico arrestado por cultivar cannabis para tratar a su esposa en fase terminal
08/04/2017 12:24
Biden abre la puerta a los autos eléctricos de Hyundai
23/05/2022 14:16
Cardenal Chow: algún día todos los católicos chinos podrán rezar en el mismo lugar
20/11/2023 15:12


Newsletter

Suscríbase a la newsletter de Asia News o cambie sus preferencias

Regístrese
“L’Asia: ecco il nostro comune compito per il terzo millennio!” - Giovanni Paolo II, da “Alzatevi, andiamo”