14/03/2022, 14.35
JAPÓN
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Tokio abre el juego sobre el aumento de los salarios

de Guido Alberto Casanova

Después de 30 años de estancamiento de los salarios, las reivindicaciones de los sindicatos ahora cuentan también con el apoyo del gobierno de Kishida, que durante la campaña electoral había abogado por un "nuevo capitalismo". Los primeros 'sí' llegaron de las empresas del sector de la automoción. Pero las medidas estarán más orientadas a los bonos anuales que a una cuestión estructural y excluyen a los trabajadores atípicos, que ya son el 36,7%.

 

Tokio (AsiaNews) - En el mundo empresarial japonés, marzo significa shuntō (que se puede traducir como "ofensiva de primavera"), vale decir el momento de las negociaciones en las empresas para los aumentos salariales. Sin embargo, a pesar de esta larga tradición, los salarios de los trabajadores japoneses se han mantenido planos en términos reales durante los últimos 30 años. Pero esta vez las negociaciones de primavera se desarrollan en un clima diferente al de años anteriores.

"Los salarios no han seguido el ritmo del crecimiento de la productividad y es difícil decir que se hayan repartido de manera equitativa entre los trabajadores", dijo Yoshino Tomoko, secretaria general de la confederación sindical más importante de Japón, conocida como Rengō. Al comienzo de la temporada de negociaciones Yoshino señaló que los salarios del país se encuentran entre los más bajos del mundo desarrollado e invitó a los sindicatos de su propia confederación a que presionaran por un aumento salarial más sustancial. El objetivo declarado de la organización es lograr un aumento general en los salarios del 4%.

Ese mismo objetivo lo comparte el gobierno que encabeza Kishida Fumio, quien durante la campaña electoral de octubre pasado propuso un "nuevo capitalismo" que convierta el crecimiento de los ingresos en el motor del crecimiento económico. En efecto, Tokio ha propuesto nuevos incentivos fiscales para alentar a las empresas que estén dispuestas a aumentar los salarios de sus empleados, aunque algunos observadores han expresado escepticismo sobre los efectos y el impacto de la maniobra.

Sin embargo, el aumento de la inflación podría dar mayor fuerza a las demandas de los trabajadores japoneses. Después de años de inflación cercana a cero, los aumentos de precios alcanzaron el 1,1% en 2022. No es una cifra astronómica, pero quizás sí sea suficiente para reforzar las reivindicaciones de los sindicatos. El año pasado, de hecho, los incrementos obtenidos resultaron completamente erosionados por el aumento de los precios.

El primer sector que respondió a estos estímulos fue el del automóvil, históricamente influyente para las negociaciones de shuntō. Toyota, Nissan y Honda ya anunciaro que habían decidido acceder a los pedidos de aumento planteados por los sindicatos de sus empresas. Otras empresas del sector de la electrónica, como Hitachi y NEC, todavía están considerando cómo responder a las exigencias sindicales y esta semana deberían dar una contestación.

Sin embargo los incrementos anunciados por ahora están siendo menores a los que se esperaban. No tanto por la cantidad, ya que varias empresas han decidido aumentar sustancialmente los salarios, sino porque los aumentos parecen centrarse más en las bonificaciones anuales que en los salarios de base. Dada la incertidumbre que afecta la economía mundial tras el estallido de la guerra en Ucrania, estos aumentos no consolidados podrían revisarse en el futuro.

Japón se encuentra en una fase extremadamente delicada de su trayectoria de desarrollo. La mayoría de las empresas no pueden encontrar suficientes trabajadores y, a medida que la crisis demográfica avanza, muchas veces las pequeñas empresas se ven obligadas a cerrar. Décadas de deflación y un sistema regulatorio que favorece el empleo de por vida han contribuido a crear una mentalidad reacia a los aumentos salariales, a pesar de que los beneficios de las empresas han alcanzado niveles récord en los últimos años. La creciente polarización entre trabajadores con contratos indefinidos y trabajadores con contratos atípicos, poco protegidos, es el otro gran problema: hoy el 36,7% de los trabajadores (en su mayoría mujeres) se ven obligados a esa condición de precariedad y las negociaciones por aumentos salariales que se están realizando no aportan beneficios tangibles a este grupo vulnerable. Recuperar a estos ciudadanos de la exclusión socioeconómica será uno de los grandes retos de Japón en las próximas décadas, independientemente de los planes de Kishida.

 

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