24/11/2025, 09.53
ASIA CENTRAL - ISRAEL
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El nuevo Oriente, desde Asia Central hasta Jerusalén, en los «Acuerdos de Abraham 2.0»

de Vladimir Rozanskij

Bakú es uno de los primeros candidatos a formar un eslabón decisivo de esta nueva cadena. El interés de EE. UU. por la región postsoviética ha aumentado tras la invasión rusa de Ucrania. Washington quiere consolidar el eje que va desde Israel hasta la India con un enfoque anti-chino. Una alianza económica, política e incluso militar como contrapeso estratégico al eje antioccidental de Moscú y Pekín.

Moscú (AsiaNews) - La reanudación de los «Acuerdos de Abraham» por parte del presidente estadounidense Donald Trump es un intento de normalizar las relaciones entre Israel y los países árabes suníes «moderados», tradicionalmente alineados contra los judíos, como los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Marruecos y Sudán. Este enfoque se extiende ahora a los países musulmanes del Cáucaso y Asia Central, como Azerbaiyán y Kazajistán. La prioridad del proyecto es, obviamente, el cese de las hostilidades armadas en la zona de Gaza, con vistas a una tregua a largo plazo que ponga fin a la guerra que ya dura dos años y que iniciaron los terroristas de Hamás el 7 de octubre de 2023.

La tragedia de la Franja ha impedido el establecimiento de relaciones plenas entre Israel y Arabia Saudita, que podrían allanar el camino no solo para las relaciones diplomáticas del Estado hebreo con los regímenes pro estadounidenses de Oriente Medio, sino también con los países islámicos no árabes hasta Pakistán, Malasia e Indonesia. Los Acuerdos de Abraham «2.0» presuponen, por tanto, una gran alianza económica, política e incluso militar que pueda convertirse en un contrapeso estratégico al eje antioccidental de Moscú y Pekín, que se extienda por toda Asia central, meridional y sudoriental, y que también contenga las ambiciones del régimen chiíta de Irán y sus satélites.

Azerbaiyán es, por tanto, uno de los primeros candidatos a formar un eslabón decisivo de esta nueva cadena, teniendo en cuenta las estrechas relaciones que mantiene desde hace años con Israel, también en oposición a Teherán. Además, Bakú podría servir de enlace para un amplio «pacto de reconciliación» con los países de Asia Central y de todo el «mundo turánico», según muchos comentaristas, condicionando en cierta medida también las posiciones de Turquía. No en vano, el sitio web progubernamental Iran Diplomacy está lanzando señales de gran preocupación por los intentos de acercar a los países de Asia Central a Israel, aprovechando los planes occidentales de valorización del «Corredor Medio», del que Tel Aviv se propone como uno de los socios estratégicos.

El primer país turánico musulmán en adherirse a la nueva versión de los pactos abrahámicos fue Kazajistán, con la declaración oficial de su presidente, Kasym-Žomart Tokaev, en Washington el pasado 7 de noviembre, con motivo de la reunión en formato «5+1» entre Estados Unidos y Asia Central, como ya se había anunciado en junio, tras la reunión del secretario de Estado Marco Rubio con el asesor del presidente kazajo Murat Nurtleu. El interés estadounidense por esta región postsoviética ha aumentado considerablemente tras la invasión rusa de Ucrania, como señala el columnista Dov Zaheim del sitio web The Hill, muy cercano a la Casa Blanca, al señalar que Kazajistán «es la principal potencia económica de la región, que desde 1992 mantiene relaciones diplomáticas de pleno derecho con Israel».

Kazajistán es el principal socio económico de Estados Unidos en Asia Central, con el 96 % de las exportaciones estadounidenses a la región, con un saldo total de 2500 millones de dólares, y sigue creciendo, sobre todo por los mercados cada vez más decisivos de minerales raros como el antimonio, el tungsteno y otros elementos de tierras raras, por no hablar del 40 % de las reservas mundiales de uranio. La búsqueda de estos minerales es un elemento decisivo en los juegos geopolíticos globales de Estados Unidos, en el contexto de las negociaciones de paz en diversas latitudes.

Asia Central ocupa un lugar decisivo en este escenario, teniendo en cuenta el verdadero conflicto económico global entre Washington y Pekín, que a su vez relanza continuamente su actividad en esta región, como lo demuestra el viaje en los últimos días del ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, a estas zonas. Estados Unidos pretende consolidar la relación desde Israel hasta la India, lo que permite a Trump mostrar a Xi Jinping un consenso entre Occidente y el Sur global al que Pekín tendrá dificultades para encontrar un contrapeso adecuado.

 

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