04/06/2022, 11.04
MUNDO RUSO
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La conducción manual de Putin

de Stefano Caprio

En todas las dimensiones políticas, sociales e incluso religiosas, la línea de mando directa ha cobrado cada vez más importancia, para Putin y su círculo más cercano, como principal instrumento de propaganda para transmitir la imagen de un presidente supereficiente, cercano a los problemas de las personas comunes, investido incluso de una misión divina de la que el país no puede prescindir.

 

Los tres meses de guerra en Ucrania han puesto definitivamente de manifiesto no sólo las pretensiones expansivas y “misioneras” de la ideología del Mundo Ruso sino también las dimensiones totalitarias de la gestión del poder que ejerce Putin en Rusia. Esto se expresa no sólo en la famosa "verticalidad del poder", que inauguró con el primer mandato presidencial en 2000, sino también en la "conducción manual" del país y del ejército que Putin está utilizando como comandante en jefe y "en los miembros”, tomando de manera autónoma todas las decisiones y humillando a todos los grados intermedios de las jerarquías.

En todas las reparticiones del Kremlin es habitual la expresión "en este momento el presidente está al mando", como si realmente quisiera imitar al último zar Nicolás II que trataba a toda costa de mantenerse cerca de las tropas que luchaban en la Primera Guerra Mundial, hasta el punto de no darse cuenta de que la revolución estaba estallando en Petrogrado. A Putin no le interesa la economía ni la política interna, tiene los ojos y la mente puestos únicamente en el Donbass, mantiene las manos aferradas al timón de la maquinaria bélica y deja que del resto se encarguen el gobierno y los funcionarios.

La definición de la "conducción manual" del poder de Putin empezó a difundirse abiertamente en 2007, con el telón de fondo de la crisis financiera mundial. En octubre de ese año el presidente explicó en una conferencia de prensa que “para salir de la crisis sistémica nos vemos obligados a hacer muchas cosas en lo que se denomina régimen manual. Cuando las bases jurídicas, económicas y sociales se desarrollen y sean más estables, entonces ya no será necesaria la conducción manual”, y desde entonces la prensa nacional ha utilizado esta definición cada vez con mayor frecuencia.

La conducción manual significa que la dirección suprema también se ocupa de todos aquellos problemas que, en una situación normal, son resueltos automáticamente por el aparato estatal, en base a las leyes e instrucciones normativas. Hablar de una conducción manual significa reconocer la debilidad y la falta de flexibilidad, o incluso la impotencia de ese aparato, que se debe corregir y reposicionar continuamente. Esta forma directa y autoritaria de gobernar también se refiere a aquellos ámbitos que teóricamente no deberían interesar al jefe de Estado. En junio de 2009, cuando Putin era primer ministro, visitó la localidad provinciana de Pikalevo, en la región de Leningrado, donde se habían cerrado algunas fábricas y debido a las deudas que las personas no podían pagar habían cortado el agua caliente en las casas, provocando protestas en las calles. Putin obligó al viceprimer ministro, al ministro, al gobernador y a los directivos de las empresas estatales interesadas, así como a los dueños de algunas empresas privadas, a firmar acuerdos a puertas cerradas para solucionar los problemas. Ese mismo día depositaron su salario a los trabajadores en huelga gracias al acuerdo "obligatorio" del primer ministro con el oligarca Oleg Deripaska, pasando por encima de todos los niveles de competencia correspondientes.

Esa metodología continuó en los años siguientes, en los que Putin, como primer ministro y luego nuevamente como presidente, cerró depósitos y vertederos, inauguró líneas ferroviarias y nuevos modelos de trenes y decidió personalmente los nombres de centros de estudio y hospitales. También se han multiplicado sus famosas “líneas directas” por televisión, en las que durante horas responde a todas las preguntas de la gente común; en recuerdo de lo ocurrido en Pikalevo, a esas transmisiones se las llama popularmente las “pikalevke”.

En 2019 su portavoz Dmitry Peskov, cuyo rol se ha ido agigantando en la era de la conducción manual, explicó que “el presidente se ocupa personalmente de las cuestiones más espinosas que preocupan a los ciudadanos porque, para él, la relación con ellos es lo más importante y toma sus sufrimientos como un problema personal”. Es el tipo de relación que en el siglo XIX definía la narodnost (popularismo) imperial, la función del zar como "padre" de todo el pueblo. En efecti, la caída del zarismo comenzó el infame Domingo Sangriento del 22 de enero de 1905, cuando la multitud encabezada por el pope Gapon se concentró frente al Palacio de Invierno exigiendo ver al Zar Nicolás II. Hubiera sido suficiente que se asomara al balcón, o mejor aún saliera a la plaza, para calmar a los manifestantes, pero los consejeros del zar lo convencieron de que se pusiera a salvo en la aislada propiedad de Tsarskoe Selo y después dispararon contra  la multitud. Eso quebró la confianza del pueblo en el zar-batjuška y en Rusia comenzó la catástrofe revolucionaria.

La narodnost debe estar sostenida por la autocracia (samoderžavie, la verticalidad del poder) y la Ortodoxia (pravoslavie) para formar la "tríada del poder", según la teoría enunciada por el ministro de educación Sergej Uvarov en la década de 1830. La conducción manual de Putin también se hizo evidente en asuntos eclesiásticos, especialmente después de que el patriarca Kirill mostrara su desacuerdo con la anexión simbólica de Crimea en 2014. Al año siguiente Putin impuso a su "padre espiritual" Tikhon (Ševkunov) como obispo auxiliar de Moscú y en 2016 lo hizo nombrar jefe del departamento patriarcal de cultura, desde donde Tikhon ilustraba las razones profundas de las decisiones presidenciales con mayor solicitud que el propio Peskov. En 2019 el patriarca intentó liberarse del control tikhon-putiniano elevando a Shevkunov a la dignidad de metropolita en la lejana ciudad de Pskov, para alejarlo del monasterio moscovita dentro de los edificios de la  KGB, que él mismo había restaurado en los años noventa y donde se había hecho amigo del futuro presidente. Pero esta maniobra también fracasó, porque liberó a Tikhon de cualquier responsabilidad en la ruptura de las relaciones con el patriarcado de Constantinopla por la autocefalia ucraniana, una de las razones simbólicas de la guerra actual.

No es casualidad que ahora Tikhon se mantenga al reparo en su Pskov, donde ha sabido - caso único entre los jerarcas eclesiásticos rusos- gestionar de la mejor manera posible la crisis de la pandemia, y desde donde controla de cerca los acontecimientos de las vecinas Bielorrusia y Ucrania sin necesidad de ensuciarse las manos. Kirill, en cambio, ha quedado confinado en el búnker contiguo al de Putin y tiene instrucciones de predicar la "guerra santa" desde las catedrales moscovitas, preferentemente desde la catedral de la Victoria, la monstruosa iglesia bélica que le impuso el Kremlin.

En definitiva, en todas las dimensiones políticas, sociales e incluso religiosas, el sistema manual ha cobrado cada vez más importancia, para Putin y su círculo más cercano, como principal herramienta de propaganda que debe transmitir la imagen de un presidente súper eficiente, cercano a los problemas de cada persona, investido incluso de una misión divina de la que el país no puede prescindir. Uno de los principales defensores de la "conducción manual" es Vyacheslav Volodin, ex funcionario de la administración presidencial y actual presidente de la Duma, quien resume el concepto en una frase: "Sin Putin no hay Rusia".

El mismo Putin ha puesto en evidencia el carácter propagandístico de su concepción del poder cuando en 2012 se hizo filmar mientras volaba en ala delta en Siberia para mostrarles a las grullas y cigüeñas desorientadas el rumbo correcto. La prestigiosa revista Vokrug Sveta de la Sociedad Geográfica Rusa se negó a publicar un reportaje sobre este hecho como le pidieron "desde arriba", y su jefa de redacción Masha Gessen fue despedida en el acto. Pero gracias a eso ella se convirtió en una de las más conocidas periodistas rusas a nivel internacional. Putin invitó entonces a Gessen al Kremlin, para explicarle que el "vuelo de las grullas" era una situación armada para "concientizar sobre el problema" de la protección de las aves y el medio ambiente.

En otra gran conferencia de prensa en 2019, Putin se lamentó del cansancio que supone la "conducción manual: "No se imaginan los sacrificios que tenemos que hacer, es el sistema de gobierno más exigente que existe, tenemos que ocuparnos de todo y no podemos confiar en nadie". En realidad al presidente le toca la parte menos complicada y más gratificante, la de salir en televisión y comunicar a millones de ciudadanos las decisiones que ha tomado el "padre de la Patria". Esto se ha hecho cada vez más habitual y clamoroso durante la guerra, cuando Putin vapulea frente a las cámaras a los peces gordos del Kremlin y del ejército que no captan con rapidez sus instrucciones.

Está por verse hasta qué punto es realmente Putin en persona el que toma todas las decisiones, sobre todo tras la multiplicación de las alarmas sobre su salud. La retórica del "loco moribundo" que lanza bombas de todo tipo tras sus arrebatos de ira descontrolados también es una forma conveniente de descargar sobre él la responsabilidad de los fracasos o la derrota total en la guerra de Ucrania. Y uno se pregunta si no hay alguien más que está moviendo los hilos entre bambalinas, utilizando la propaganda del títere Putin con "conducción manual".

 

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