11/04/2018, 14.06
VATICANO
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Papa: el Bautismo, con Jesús, a fin de colaborar en la Iglesia para transformar el mundo

Francisco llama a buscar la fecha del propio bautismo y festejar el “segundo cumpleaños”, el del “renacer”. Bautizar a los niños para que, con el bautismo, en ese niño "entre el Espíritu Santo” y haga crecer en él “las virtudes cristianas, que luego florecerán”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- El bautismo, el primero de los sacramentos, “es la puerta que permite que Jesucristo Señor pueda morar en nuestra persona y a nosotros nos permite sumergirnos en su Misterio” y vivir junto a Él, “para colaborar en la Iglesia, cada uno según su propia condición, para la transformación del mundo”. Concluido el ciclo de catequesis sobre la misa, el Papa Francisco dedicó al bautismo su meditación de la audiencia general.

A las 25 mil personas presentes en la plaza de S. Pedro, Francisco también dio “una tarea para la casa”; tratar de conocer la fecha del propio bautismo para festejar el “segundo cumpleaños”, el “cumpleaños del renacer”.

 De hecho, con el bautismo, “La Pascua de Cristo, con su carga de novedad, nos alcanza a través del Bautismo para transformarnos a su imagen: los bautizados son de Jesucristo, es Él el Señor de su existencia”. De aquí la recomendación de bautizar a los niños para que con el bautismo “en aquel niño entre el Espíritu Santo” que hace crecer en él “las virtudes cristianas que luego florecerán”.

“El verbo griego ‘bautizar’-dijo Francisco-significa “sumergir” (Cfr CCC, 1214) El baño con el agua es un rito común a varias creencias para expresar el pasaje d una condición a otra, signo de purificación para un nuevo inicio. Pro para nosotros cristianos no debe escapar que si es el cuerpo en ser sumergido en el agua es el alma que es sumergido en Cristo para recibir el perdón del pecado y resplandecer de luz divina (Cfr Tertuliano, Sobre la resurrección de los muertos, VIII, 3: CCL 2, 931; PL 2, 806). En virtud del Espíritu Santo, el Bautismo nos sumerge en la muerte y resurrección del Señor, ahogando en la fuente bautismal al hombre viejo, dominado por el pecado que divide de Dios y haciendo nacer al hombre nuevo, recreado en Jesús. En Él, todos los hijos de Adán están llamados a una vida nueva”.

“Recordemos las últimas palabras del Resucitado a los Apóstoles; son un mandamiento preciso: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo2 (Mt 28.19) A través del lavacro bautismal, quien cree en Cristo es sumergido en la vida misma de la Trinidad. De hecho no es un agua cualquiera la del Bautismo, sino el agua sobre la cual se invoca al Espíritu que “da la vida” (Credo”. Pensemos en lo que Jesús dice a Nicodemo para explicarle el nacimiento a la v ida divina. “Si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar al reino de Dios. Aquel que nació de la carne y aquel que nació del Espíritu es espíritu (Jn 3,2-6). Por esto el bautismo es llamado también ‘’: creemos que Dios nos ha salvado “por su misericordia, con agua que regenera y renueva en el Espíritu” (Tt 3,5)”.

Sumergiéndose en Cristo, el Bautismo no hace también miembros de su Cuerpo, no estamos aislados, que es la iglesia y participes de su misión en el mundo (Cfr CCC1213. La vitalidad que nace de la fuente bautismal está ilustrada por estas palabras de Jesús: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en mí, lleva mucho fruto” (Cfr Jn 15,5). Una misma vida, la del Espíritu Santo, pasa de Cristo a los bautizados, uniéndolos en un solo cuerpo  (Cfr 1 Cor 12-13, crismados por la santa unción y alimentado en la mesa eucarística. El bautismo permite a Cristo vivir en nosotros y a nosotros vivir unidos a Él, para colaborar en la iglesia, cada uno según la propia condición, en la transformación del mundo. Recibido sólo una vez, el lavacro bautismal ilumina toda nuestra vida, guiando nuestros pasos hacia la Jerusalén  del Cielo. Hay un antes y un después del Bautismo. El sacramento supone un camino de fe, que llamamos catecumenado, evidente cuando es un adulto quien pide el Bautismo. Pero, también los niños, ya desde la antigüedad, son bautizados en la fe de los padres (Cfr Rito del bautismo de los niños, Introducción 2)”.

“Nadie merece al Bautismo, que siempre es un don gratuito para todos, adultos y neonatos. Pero como sucede con una semilla llena de vida, este don echa raíces y producir frutos en un terreno alimentado por la fe. Las promesas bautismales deben hacer revivir cada día para que el bautismo “cristifique” a quien lo recibió, convirtiéndolo realmente en otro Cristo”.

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