26/05/2021, 12.40
VATICANO
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Papa: la oración no es una varita mágica para hacer realidad nuestros deseos

“A veces parece que nadie escucha nuestras oraciones” incluso si “el motivo por el que rezamos es noble”, por ejemplo, para que termine una guerra. "Aprendamos esta paciencia humilde de esperar la gracia del Señor, de esperar el último día". “Muchas veces el penúltimo día es muy duro, porque el sufrimiento humano es duro, pero el Señor está ahí. El último día lo resuelve todo, ese día se cumplirán todos los anhelos humanos de salvación. Aprendemos a esperar”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "La oración no es una varita mágica" para hacer realidad nuestros deseos, no sirve para decirle a Dios lo que debe hacer, para dirigir los acontecimientos según nuestros planes, sino, como Jesús nos enseñó en el Padre Nuestro, "que no se haga realidad nuestro proyecto, sino su voluntad en el mundo. Lo mejor es dejárselo a Él”. "La certeza de ser escuchado" fue el tema sobre el que habló hoy el Papa Francisco en la audiencia general, que se llevó a cabo en el patio de San Dámaso.

Francisco llegó mucho antes de que comenzara la audiencia: durante más de 20 minutos pasó entre los presentes, estrechó manos, intercambió bromas, bendijo, firmó libros y dibujos, un gran cartel colorido y una bandera, tomó el "mate" que le ofrecieron, intercambió el solideo, se puso bufandas, recibió el beso de una niña.

Después continuó el ciclo de catequesis sobre la oración y observó que "hay un desafío radical a la oración, que deriva de una observación que todos hacemos: nosotros rezamos, pedimos, pero a veces parece que nadie escucha nuestras oraciones: eso que pedimos - para nosotros o para los demás - no se hace realidad. Incluso si la razón por la que rezamos es noble (cómo puede ser la intercesión por la salud de una persona enferma o para que termine una guerra). Nosotros - agregó - estamos rezando para que termine la guerra en muchas partes del mundo, pensemos en Yemen, pensemos en Siria, que son países martirizados desde hace años. Rezamos y no terminan. ¿Cómo puede ser? Si no hace lo que le pedimos, nos parece escandaloso”. “Si Dios es Padre, ¿por qué no nos escucha? Si él nos ha asegurado que les dará cosas buenas a los hijos que se lo pidan (cf. Mt 7,10), ¿por qué no responde a lo que le pedimos? Todos tenemos experiencia de esto; hemos rezado por la enfermedad de una persona y después se fue. Dios no nos escuchó. Es una experiencia que hacemos todos".

El Catecismo, siguió diciendo, advierte sobre el riesgo de una oración "que exige". Pero “pedimos por nuestras necesidades, ¿acaso eso no es conveniente? Cuando rezamos debemos ser humildes, para que nuestras palabras sean una verdadera oración y no una exigencia que Dios rechaza”.

“También se puede rezar por razones equivocadas: por ejemplo, para derrotar al enemigo en una guerra, sin preguntarse qué piensa Dios de esa guerra. Es fácil escribir en un cartel "Dios está de nuestra parte"; muchos están ansiosos por afirmar que Dios está con ellos, pero pocos se preocupan por verificar si realmente ellos están con Dios. En la oración es Dios quien debe convertirnos, no somos nosotros quienes debemos convertir a Dios”.

“Sin embargo, el escándalo sigue existiendo: cuando los hombres rezan con un corazón sincero, cuando piden cosas buenas que corresponden al Reino de Dios, cuando una madre reza por su hijo enfermo, ¿por qué a veces parece que Dios no escucha? Para responder a esa pregunta, hay que meditar con calma en los Evangelios. Los relatos de la vida de Jesús están llenos de pedidos: muchas personas heridas en el cuerpo y en el espíritu le piden que los cure; algunos le piden por un amigo que ya no camina; hay padres y madres que le traen hijos e hijas enfermos... Son pedidos impregnados de sufrimiento. Es un coro inmenso que invoca: '¡Ten piedad de nosotros!'. Vemos que a veces la respuesta de Jesús es inmediata, mientras que en otros casos es diferida en el tiempo. Parece que Dios no responde”.

Hasta la oración que Jesús dirige al Padre en Getsemaní “parece no ser escuchada. El Hijo debe beber hasta el fondo el cáliz de la pasión. Pero el Sábado Santo no es el capítulo final, porque al tercer día está la resurrección. El mal es el señor del penúltimo día, recuerden bien eso, es el señor del penúltimo día, cuando la noche es más oscura y el mal nos hace cree que ha ganado. Pero el mal es el señor del penúltimo día, y Dios es el señor del último día. Porque ese pertenece sólo a Dios, y es el día en que se cumplirán todos los anhelos humanos de salvación”. "Aprendamos esta paciencia, humilde, de esperar la gracia del Señor, de esperar el último día". “Muchas veces el penúltimo es muy terrible, porque el sufrimiento humano es terrible, pero el Señor está ahí. En el último día, Él lo resolverá todo; ese día se cumplirán todos los anhelos humanos de salvación. Aprendamos a esperar”.

 

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