16/01/2019, 12.11
MYANMAR-GUINEA BASSAU
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Desde Myanmar a Guinea Bissau: 12 mil Km para anunciar el Evangelio

La vocación del p. John a la vida misionera nace del encuentro con un sacerdote del Pime. Llegó a África desde la lejana Loikaw: “Estaba listo y disponible para aceptar cualquier destinación”. “Escuchar, ver, aprender” para superar el impacto con una realidad tan diversa.

 

Roma (AsiaNews) – Desear transmitir a los otros la fe en Cristo, recibida a través del sacrificio de tantos misioneros: es esto lo que llevó al p. John Phe Thu, sacerdote birmano del Pontificio Instituto Misiones Exteriores (PIME), a recorrer 12 mil Km para anunciar el Evangelio en África. De hecho Guinea Bissau es su tierra de misión desde 2011.

El sacerdote nace en 1976 en May Ni Kone, en la municipalidad de Loikaw (Estado de Kayah). Junto a Taunggyi (arquidiócesis), Toungoo, Kengtung, Lashio y Pekhon, esta es una de las 6 diócesis creadas por los misioneros del PIME en los 150 años de presencia en Myanmar. La presencia del Instituto milanés atravesó algunas de las fases más críticas de la historia del país. El recuerdo de los misioneros sigue viva entre los católicos, pero el p. John no habría jamás pensados compartir la experiencia sacerdotal.

“Mi vocación-cuenta el sacerdote-nace cuando, adolescente, aún no sabía dónde informarme o qué hacer para ser cura. En principio, quería ser cura diocesano porque no conocía las diversas figuras sacerdotales. A los 21 años inicié mi formación religiosa en Taunggyi, donde me encontré con algunos misioneros del PIME; en particular el p. Adriano Pelosin. Mostrándonos el significado de la vida misionera, él nos involucraba en programas e iniciativas caritativas en los pueblos cercanos”.

El p. John descubre así “otro modelo de vida consagrada”. “De la historia de la Iglesia de Loikaw- afirma- luego entendí: la fe que yo había recibido era fruto del sacrificio de tantos misioneros. De aquí nació mi deseo de transmitirla a los otros, como hicieron ellos. Cuando volví a mi casa, me encontré con mi obispo: éramos 3 los que queríamos entrar en el PIME. ‘Les espera una vida difícil, pero si esta es vuestra voluntad, vayan’, nos dijo. Entonces entramos en el seminario del Instituto: dos años en Roma y 4 en Monza”.

“Estaba listo y disponible para aceptar cualquier destinación”, declara el p. John. Fue ordenado sacerdote en 2010, el misionero  llega a Guinea Bissau en 2011. “La alegría de partir era más grande de cada miedo. Frente a una cultura tan diversa, tenía que tener paciencia y aprender a entender a la población, sin juzgarla. Me repetía lo que me habían enseñado mis hermanos: ‘Escuchar, ver, aprender’”.

El p. John transcurre los primeros 3 años de misión en Bambadinca, en la diócesis de Bafatá y otros tantos en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima en Bissau. El 1° de octubre de 2017, el p. John es nombrado párroco de catió, en el sur del país. “En Guinea Bissau-explica el sacerdote- los católicos están acostumbrados a los misioneros occidentales. Al inicio fue difícil para ellos aceptar a un cufra venido de Asia. También un sacerdote africano es algo de extraño: a menudo, las familias católicas se oponen al sacerdocio de un joven por en su concepción sólo los blancos pueden ser curas”.

“En Catió, donde el PIME llegó hace 40 años, la obra de evangelización procede en modo lento. Los católicos son una minoría, representan cerca del 15% de la población. Los locales son sobre todo animistas, pero también los musulmanes son numerosos. Los cristianos son vistos como un modelo para la sociedad. El trabajo desarrollado por los misioneros alimenta la confianza que éstos reponen en la Iglesia”.

“Las conversiones son muchas, pero es tarea de nosotros sacerdotes acompañar a las personas en el camino de la fe. El año pasado, bautizamos a 10 jóvenes. Convertirse en católicos exige un recorrido de al menos 7 años. Los catecúmenos a menudo deben confrontarse con las presiones familiares y el peso de las tradiciones locales. Hay aspectos de esta cultura que a menudo no logran abandonar. Por parte nuestra, tratamos de valorizar cuanto de positivo se encuentra en estas costumbres. Pero hay cosas que, en cuanto cristianos, no podemos aceptar. Son discursos que enfrentamos con cada catecúmeno, porque el Evangelio entra en cada cultura, la purifica y la exalta” (PF)

 

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