12/06/2017, 16.45
IRAK - SIRIA
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El Patriarcado caldeo llama al diálogo, a la justicia y a la unidad para reconstruir Irak tras el genocidio perpetrado por el ISIS

Al cumplirse tres años de la toma de Mosul, el patriarca Sako visitó la zona liberada por el ejército y los Peshmerga. Que la obra de reconstrucción sea al mismo tiempo, una “oportunidad de trabajo” y una ocasión para garantizar la “paz, seguridad y estabilidad”. Según una reciente investigación, el 80% de los cristianos abandonó Siria y Irak desde el 2011. 

Bagdad (AsiaNews) – Un diálogo “valiente y responsable”, para aliviar los sufrimientos de cuantos han perdido su casa y todos sus bienes desde que se produjo el ascenso del Estado islámico (EI) en el norte de Irak. Y además, para garantizar “justicia e igualdad” en el contexto de una “espíritu de unidad nacional”, orientado al “bien público”, en base a los dictámenes sancionados “por la Constitución”. Es lo que espera, en una nota publicada en el sitio del patriarcado caldeo, el primado de la Iglesia iraquí mar Louis Raphael Sako,  al cumplirse tres años de la toma de Mosul por parte de las milicias yihadistas.  

En su intervención, el prelado recuerda el “dolor y lágrimas” que, todavía hoy, surgen entre la población cristiana, que se vio obligada a dejar su casa y sus tierras, mientras se inicia la lenta y fatigosa obra de reconstrucción. Una tragedia que todavía sigue en acto, y que la cúpula de la Iglesia iraquí no vacila en definir como un “genocidio”. Agradeciendo el trabajo de cuantos se han desvelado por la liberación de parte de Mosul y de la Llanura, en particular entre los militares y los Peshmerga kurdos, el patriarcado recuerda las condiciones de los cristianos que todavía siguen “evacuados”, con sus casas y las iglesias “quemadas o destruidas”. La reconstrucción de viviendas a infraestructuras, prosigue la nota, también es una gran “oportunidad de trabajo” y la ocasión para garantizar “paz, seguridad y estabilidad” al país, reforzando el objetivo de la unidad, minado por viejas y nuevas miras autonomistas. Entre éstas, las reivindicaciones de algunos grupos cristianos, que impulsan la creación de un enclave cristiano en la Llanura de Nínive – un proyecto al que el Patriarca Sako se opone desde hace tiempo- y el referéndum kurdo por la independencia.  

Según un informe publicado recientemente, casi el 80% de la población cristiana originaria ha abandonado Irak y Siria en los últimos años, a causa de la guerra y de la escalada de movimiento extremistas de matriz islámica. Iniciado en el año 2003 con la invasión estadounidense en Irak, el éxodo sufrió una aceleración en el 2011, con el inicio del conflicto sirio. Finalmente, en el verano de 2014, el ascenso del Estado islámico en el norte de Irak marcó el culmen de la violencia.   

Si bien no es posible establecer fehacientemente las dimensiones de semejante éxodo, en Irak, el número de cristianos, que ya había caído a 300.000 en el año 2014, lejos del millón o más que había bajo el régimen de Saddam Hussein- fue derrumbándose hasta llegar a poco más de 200.000, o como máximo 250.000.   Los de la vecina Siria quedaron reducidos a la mitad respecto a los dos millones del 2011, antes del inicio de la guerra. Además, con el correr del tiempo, la comunidad cristiana ha tendido a perder, cada vez más, las esperanzas de poder regresar. Una parte ha encontrado refugio en las naciones del área –el Líbano, Jordania sobre todo-, muy a menudo en condiciones de precariedad.  Otros han emigrado a Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia, las principales naciones de la diáspora. Los motivos que conducen al éxodo comprenden el alto costo de vida, la falta de trabajo y de oportunidades educativas, la destrucción de las ciudades cristianas y la pérdida del sentido de comunidad. De aquí surge el reclamo de justicia y de ayuda para los cristianos, en particular, para cuantos han decidido permanecer en su tierra y contribuir a la obra de reconstrucción.

Precisamente en estos días se cumple el tercer aniversario de la toma de Mosul por parte de las milicias del Estado islámico, que en junio de 2014 asumían el control de la segunda ciudad más importante de Irak. Desde octubre del año pasado está en curso una ofensiva organizada por el ejército iraquí –con el apoyo de milicias kurdas y chiitas- para recuperar el control total de la ciudad. El sector oriental ya ha sido liberado de la presencia yihadista, así como casi la totalidad de la Llanura de Nínive, pero aún quedan vastos sacos de resistencia en la zona occidental de Mosul y en la Ciudad Vieja. Un enfrentamiento durísimo que ya ha causado muertos entre la población civil, que  a menudo es usada como escudo humano por los terroristas, y que ha alimentado un éxodo que involucra a miles de familias.

El 8 de junio pasado, por primera vez desde el ascenso de Daesh [acrónimo árabe para el Estado islámico], el patriarca Sako se dirigió a visitar las zonas de Mosul que han sido liberadas, acompañado por el vice, Mons.  Basilio Yaldo y por una delegación de políticos y militares. El prelado vio con sus propios ojos la situación de algunos de los lugares sagrados cristianos  más importantes de la ciudad. Entre éstos, la parroquia del Espíritu Santo, que en junio de 2007 fue teatro del asesinato del sacerdote caldeo Pbro. Ragheed Ganni, junto a tres ayudantes suyos, diáconos. En el marco de la visita (en la foto), su beatitud dio las gracias a las fuerzas armadas iraquíes por su lucha contra el grupo yihadista, y pidió asegurar la protección de las ciudades cristianas de la Llanura de Nínive, entre ellas, de  Qaraqosh, Karemles y Bartella.

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