30/04/2023, 12.39
HUNGRÍA - VATICANO
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Budapest, Papa: las fronteras son "zonas de contacto", la caridad "une" más allá de las diferencias

A la Virgen patrona de Hungría le confió "el futuro" del continente europeo y "de modo especial la causa de la paz" para un porvenir "de cunas, no de tumbas". En su homilía, se detuvo en la figura del Buen Pastor, en la misión "en salida", y exhortó a ser una "puerta abierta" como Jesús. Ayer, el encuentro con el Metropolita Hilarión, con los jóvenes y 600 pobres y refugiados. La advertencia del Pontífice: la caridad requiere "el coraje de tocar". 

Budapest (AsiaNews) - Las fronteras no deben ser "límites que separan, sino zonas de contacto", los creyentes deben poner "en primer lugar la caridad que une y no las diferencias históricas, culturales y religiosas que dividen" y los jóvenes, un "futuro de esperanza, no de guerra". Esto destacó el Papa Francisco antes del rezo del Regina Caeli, al final de la misa que concelebró esta mañana ante 50.000 fieles reunidos en la plaza Kossuth Lajos, en Budapest, durante la última jornada de su viaje apostólico a Hungría. En un mundo marcado por la violencia, el Evangelio "nos une", y es volviendo a la fuente "como continuará el camino entre los cristianos según la voluntad de Jesús", el "Buen Pastor que nos quiere unidos en un solo rebaño". A continuación se dirigió a la Virgen -la Magna Domina Hungarorum, reina y patrona a la que rindió homenaje con una oración silenciosa al final de la misa- a quien encomendó a los húngaros y puso en su corazón "la fe y el futuro de todo el continente europeo [...] y de manera especial la causa de la paz".

"Virgen Santa, mira a los pueblos que más sufren. Mira sobre todo al cercano y atormentado pueblo ucraniano y al pueblo ruso, a Ti consagrados”, destacó el Papa Francisco, que también dirigió un "recuerdo especial" a los enfermos y ancianos y a los que han perdido la fe en Dios y la esperanza en la vida. “Tú que eres la Reina de la Paz, infunde en el corazón de los hombres y de los responsables de las naciones el deseo de construir la paz, de dar a las jóvenes generaciones un futuro de esperanza, no de guerra; un futuro lleno de cunas, no de tumbas; un mundo de hermanos, no de muros".

Previamente, en la homilía de la Misa del IV Domingo de Pascua, se detuvo en la figura del Buen Pastor y en el significado de la misión "en salida", convirtiéndonos como Jesús en una "puerta abierta". "Es triste y duele -dijo- ver las puertas cerradas: las puertas cerradas de nuestro egoísmo hacia los que caminan a nuestro lado cada día; las puertas cerradas de nuestro individualismo en una sociedad que corre el riesgo de atrofiarse en la soledad; las puertas cerradas de nuestra indiferencia hacia los que sufren y son pobres; las puertas cerradas hacia los que son extranjeros, diferentes, migrantes, pobres. E incluso las puertas cerradas de nuestras comunidades eclesiales: cerradas entre nosotros, cerradas hacia el mundo, cerradas hacia los que "no cumplen las reglas", cerradas hacia los que "anhelan el perdón de Dios". De ahí el llamado a los presentes -entre los cuales, además de los fieles, sacerdotes y líderes eclesiásticos, diplomáticos e instituciones también había una delegación de la comunidad judía-, especialmente a los obispos y pastores: "Por favor: ¡abramos las puertas!". 

En su reflexión, el Papa pidió que seamos "abiertos e inclusivos los unos con los otros", atacando a quienes mantienen las puertas cerradas. Y dirigiéndose a la clase dirigente del país y a su pueblo, les pidió que "ayuden a Hungría a crecer en la fraternidad", recordando una vez más el desafío epocal de la migración, que no puede afrontarse con muros. De ahí la vuelta a la figura del Buen Pastor que "da la vida por sus ovejas" realizando dos acciones: "Primero las llama, luego las saca". Al principio está la "llamada de Dios", como destacó el apóstol Pedro en la segunda lectura: "Ustedes andaban errantes como ovejas, pero ahora fueron conducidos de nuevo al pastor y guardián de sus almas". La tarea de los cristianos, recordó, es "hacer que su rebaño sea inclusivo y nunca exclusivo [...] sin dejarnos atrapar por la preocupación de defender cada uno su propio espacio, sino abriéndonos al amor". 

Después de haber llamado a sus ovejas, el pastor las "saca" del redil enviándolas al mundo para que "con valentía y sin miedo" se conviertan en anunciadores del Evangelio. Un movimiento que podemos captar a partir de la imagen de la puerta, que es Jesús, por quien entramos y salimos. "Jesús es la puerta -continuó- que se abrió de par en par para dejarnos entrar en la comunión del Padre y experimentar su misericordia", pero "después de habernos conducido de nuevo al abrazo de Dios [...] nos hace salir al mundo. Nos impulsa", dijo el Papa, "a salir al encuentro de nuestros hermanos y hermanas", sin excluir a nadie. Necesitamos el valor de "llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio", comentó en referencia a la exhortación apostólica Evangelii gaudium.

También ayer fue un día intenso en Budapest para el pontífice, que se reunió con el metropolita Hilarión, con más de 600 pobres y refugiados reunidos dentro y fuera de la iglesia de Santa Isabel y con una delegación de jóvenes húngaros. Particularmente valioso por la atención que siempre muestra el papa argentino al tema de las migraciones, también fue el encuentro con los pobres y refugiados, en el que recordó que la fe no debe ser "presa de una especie de egoísmo espiritual", sino que debe ser incómoda para salir al encuentro de los necesitados. En este sentido, Francisco ensalzó la figura de la santa, de la que es devoto el pueblo húngaro, que siguió el ejemplo del pobre de Asís despojándose de riquezas para dedicar su vida a los últimos.

Durante el encuentro con los pobres y los refugiados, el Pontífice escuchó los testimonios de tres familias, una de ellas de origen ucraniano, que huyeron hace aproximadamente un año cuando los bombardeos causaron graves daños en su ciudad. Y tocando el tema de la caridad, subrayó que no se trata simplemente de asistencia material y social, sino que se ocupa de la persona a través del amor de Jesús, que ayuda a recuperar la belleza y la dignidad. "Para hacer caridad -explicó- hace falta el valor de tocar, no se puede dar limosna a distancia sin tocar".

En un mundo en el que aumentan los muros y las divisiones, el Papa afirmó: "Este es el testimonio que se nos pide: la compasión hacia todos, especialmente hacia los marcados por la pobreza, la enfermedad y el dolor. Necesitamos una Iglesia que domine el lenguaje de la caridad, un lenguaje universal que todos escuchen y comprendan, incluso los más alejados, incluso los que no creen". La verdadera fe es la que "incomoda, la que arriesga, la que saca a los pobres y hace capaz de hablar con la vida el lenguaje de la caridad". Como dice San Pablo, "podemos hablar muchas lenguas, poseer sabiduría y riquezas, pero si no tenemos caridad no tenemos nada y no somos nada". "El amor que Jesús nos da y nos manda vivir contribuye entonces a erradicar de la sociedad, de las ciudades y de los lugares donde vivimos, los males de la indiferencia, el mal del egoísmo, y reaviva -concluyó, dirigiéndose a los pobres y a los migrantes- la esperanza de una humanidad nueva, más justa y fraterna, donde todos puedan sentirse en casa".  

Ayer, el Papa Francisco también se encontró con 12.000 jóvenes que lo esperaban en el Papp László Budapest Sportarena, el principal polideportivo cubierto de la capital húngara, en representación de los 45.000 estudiantes de institutos y universidades católicas del país. Tras escuchar algunas historias, el Papa los invitó a mirar a Cristo para "desafiar sin miedo la aventura de la vida". No quiere "estudiantes de la escuela que repiten una lección", sino "jóvenes libres y en camino". De ahí la invitación a ir contracorriente y encontrar cada día un momento de silencio para detenerse a rezar. El silencio, explicó, no debe servir para "sumergirse en nuestras melancolías" ni para permanecer pegado al móvil, porque "la vida es real, no virtual, no transcurre en una pantalla" sino "en el mundo".

Por último, el encuentro cara a cara con el Metropolita Hilarión, que desde hace 13 años es el jefe del Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú, y que desde el año pasado reside en Hungría. Un encuentro que se inscribe en un marco complicado por la guerra rusa contra Ucrania, apoyada por el Patriarca Kirill y que ha marcado una profunda fractura incluso dentro del mundo ortodoxo. El encuentro entre Francisco e Hilarión tuvo lugar en el interior de la nunciatura y se caracterizó por el tono "cordial", el abrazo entre ambos y el Papa besándole la cruz pectoral.

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