14/05/2025, 18.35
SIRIA
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La promesa de Trump sobre las sanciones: alegría en Damasco, pero todavía quedan muchas incógnitas

de Alessandra De Poli

Fuegos artificiales y festejos en Siria tras el anuncio del presidente estadounidense. El nuevo gobierno liderado por Ahmed al-Sharaa, que se reunió con Trump en Riad, Arabia Saudita, busca legitimidad internacional, mientras crece el interés de los países de la región en la reapertura del comercio. Pero más de 10 años de embargo han dejado profundas heridas económicas y sociales que serán difíciles de superar.   

 

Damasco (AsiaNews) - El anuncio del presidente estadounidense Donald Trump de que levantará las sanciones a Siria fue recibido con fuegos artificiales, disparos y grandes celebraciones en las principales ciudades sirias. Tras la caída del régimen de Bashar al-Assad y la llegada al gobierno de Ahmed al-Sharaa, líder de la milicia (ex) yihadista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), la población tenía grandes expectativas respecto a la recuperación económica. Las declaraciones fueron seguidas por una reunión que duró aproximadamente media hora entre Sharaa y Trump, quien se encuentra en Riad para firmar una serie de acuerdos comerciales con los países del Golfo. Sin embargo, el levantamiento de las sanciones y el impulso a la reconstrucción del país tras más de 10 años de conflicto no serán inmediatos, como dio a entender el presidente estadounidense.   

En primer lugar, los primeros regímenes de sanciones que impuso Estados Unidos a Siria se remontan a 1979, cuando el Departamento de Estado estadounidense la incluyó entre los países que patrocinan el terrorismo. Posteriormente se impusieron sanciones adicionales en 1986, 2003, 2004, 2011 cuando comenzó el conflicto civil, y por último en 2019, cuando se adoptó la Caesar Syria Civilian Protection Act, más conocida como "Caesar Act", por el seudónimo de un desertor del ejército sirio que hizo públicas las torturas y asesinatos sistemáticos con los que el régimen perseguía a los opositores políticos. El Caesar Act prohíbe cualquier tipo de inversión en Siria por parte de terceros en los sectores de energía, aviación y construcción, una limitación que ha impedido reconstruir las ciudades sirias.

No está claro a qué sanciones en particular se refería Trump en su anuncio. En cualquier caso, como han señalado algunos expertos y políticos estadounidenses en las últimas horas, para la eliminación de la mayoría de las sanciones no bastan las órdenes ejecutivas de las que Trump hace amplio uso, sino que también se requiere la aprobación del Congreso estadounidense. Pôr otra parte, además de las sanciones estadounidenses, a lo largo de los años Siria ha sido objeto de restricciones por parte de las Naciones Unidas y la Unión Europea (que ha tratado de apuntar sólo a los miembros del régimen, tratando de evitar que las consecuencias más graves recayeran sobre la población, aunque no siempre lo ha logrado). En los últimos días el presidente francés Emmanuel Macron había recibido en París a Ahmed al-Sharaa, y expresó la voluntad de eliminar las sanciones para favorecer el comercio con Europa, pero por el momento la Unión ha comunicado que cualquier participación en la reconstrucción siria está subordinada a mecanismos anticorrupción.   

Las reacciones en la región

Los países de la región ya había tomado medidas en previsión de una reintegración de Siria a los circuitos del comercio global. Los Estados del Golfo habían afirmado que estaban listos para invertir en la reconstrucción de infraestructura tras mantener "consultas técnicas" con los ministerios sirios, que ya dieron comienzo a los primeros estudios para subcontratar los puertos y algunas infraestructuras eléctricas. A principios de mes, Jordania y Siria firmaron un acuerdo para una nueva gestión de los corredores comerciales por tierra que van desde Aqaba, en el Mar Rojo, hasta Homs. Irak también ha propuesto nuevas conexiones para el intercambio de mercancías, mientras que Rusia y los Emiratos Árabes Unidos han mostrado interés en la rehabilitación de los yacimientos de gas en Palmira y Deir ez-Zor.

Sin embargo Israel (que ha ocupado parte de las zonas al sur del país, y ha intervenido también en los recientes enfrentamientos sectarios entre drusos y grupos islamistas sunitas en un intento de mantener el país dividido) ha expresado preocupación por las declaraciones de Trump. Por el contrario, quienes más se beneficiarían de la posibilidad de hacer negocios con Siria serían Turquía (partidaria del actual gobierno y ya presente con empresas propias en el norte de Siria) y Arabia Saudita (que apunta a ejercer una mayor influencia política y económica después de que el país permaneciera durante años en la esfera de influencia de Irán).

Una fuente local de AsiaNews describió la situación actual con cierta aprensión: "La gente a mi alrededor está muy feliz. Pero en el fondo sigo desconfiando de esta decisión. ¿Cuál será el precio a pagar? Trump no levantará las sanciones sin algo a cambio. De todos modos, espero que esta decisión sea cierta. Ahora tenemos otros desafíos en Siria en los que debemos trabajar: odio, venganza, sectarismo, justicia de transición...".

Según las últimas noticias, el gobierno sirio tiene intención de ofrecer acceso a Trump al petróleo sirio, ofrecer garantías sobre la seguridad de Israel y permitir la construcción de una "Trump Tower" en Damasco.

El impacto de las sanciones

Independientemente del rumbo que tomen los acontecimientos, ya hace tiempo que diversas organizaciones humanitarias pedían que se levantaran las sanciones debido al impacto negativo que tenían en la población civil más que en el régimen sirio. La investigación científica sostiene que las sanciones reducen los indicadores de desarrollo social (salud pública, seguridad alimentaria, redistribución del ingreso, etc.), con un impacto un 24% más negativo en los sujetos vulnerables como mujeres y niños.

En particular, un informe del Carter Center redactado por el economista sirio Samir Aita en 2020 y una investigación de la Comisión Económica y Social para Asia Occidental de las Naciones Unidas explican que, al impedir que Siria se una al circuito bancario internacional y prohibirle importar productos que pueden utilizarse tanto con fines civiles como militares (las llamadas tecnologías de "doble uso"), en la práctica se ha condenado a la población siria a una pobreza estructural.

Los bienes que entran en la categoría de "doble uso", en efecto, son a menudo productos básicos que se utilizan comúnmente para la producción agrícola e industrial: pesticidas, fertilizantes, piezas de repuesto para centrales eléctricas y bombas de agua, maquinaria agrícola, prótesis y semiconductores. Esto, combinado con la prohibición de importar petróleo y sus derivados, ha generado una escasez de combustible que a lo largo de los años fue aumentando los precios de la electricidad, la calefacción y el transporte. A su vez, la escasez de energía y las restricciones a la importación de piezas de repuesto para las bombas de agua han provocado daños en los canales de riego y ha hecho imposible que el Estado realice reparaciones. Todo esto ha afectado las cosechas agrícolas. En Siria se ha registrado una caída de la producción de frutas y verduras, así como de carne, trigo y algodón. En diez años, el acceso al agua potable se ha reducido en un 40%. La escasez de alimentos ha aumentado aún más los precios, obligando a las personas a reducir el consumo y a buscar dos o, en algunos casos, hasta tres trabajos. En 2021, más de 2,4 millones de niños estaban fuera del ciclo escolar, en muchos casos como consecuencia de la destrucción de las escuelas en los bombardeos. Todavía hoy muchos menores se ven obligados a seguir trabajando para ayudar a sus familias.   

Las restricciones a las transacciones financieras también han dado lugar a complejos procedimientos de conformidad para los bancos que tratan con Siria. Desde el territorio sirio, por ejemplo, no es posible conectarse a un circuito bancario externo (a menos que se decida utilizar una VPN para eludir la geolocalización), bajo pena de suspensión permanente de la propia cuenta. La imposibilidad de inversiones también reduce la producción industrial. Todos estos factores en conjunto han impedido hasta ahora el desarrollo de pequeñas y medianas empresas y reforzaron un círculo vicioso de escasa producción, precios elevados y reducción de las exportaciones, fenómeno que a su vez produce la devaluación de la moneda local: si en 2015 se necesitaban 189 libras sirias para comprar un dólar americano, hoy se necesitan 13.158 (en el mercado oficial). Este efecto en cadena con el tiempo también ha limitado los ingresos en las arcas del Estado, reduciendo los servicios a la población, mientras que la familia Assad se ha mantenido con una serie de tráficos ilegales, entre ellos del captagon, una droga similar a la anfetamina, principal producto de exportación de Siria durante los años de la guerra civil. 

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