01/01/2023, 14.57
VATICANO
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Papa: María es la llave de la esperanza y de la paz

En el primer día del año - Jornada Mundial de la Paz - Francisco encomendó a la Madre de Dios "a los niños que sufren y ya no tienen fuerzas para rezar y a los tantos hermanos y hermanas afectados por la guerra en muchas partes del mundo". En el Ángelus pidió "no al rearme, que los recursos se destinen a la salud, a la alimentación, a la educación, al trabajo". Encomendó a Benedicto XVI "fiel servidor del Evangelio" a la intercesión de María.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “Al comienzo de este año necesitamos esperanza, como la tierra necesita la lluvia”, “la llave de la esperanza es María y la antífona de la esperanza es la advocación Santa Madre de Dios”, dijo esta mañana el Papa Francisco en la homilía de la misa en la Basílica de San Pedro, durante la celebración de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios en el primer día de 2023, Jornada Mundial de la Paz.

Francisco reflexionó que se han escrito muchos libros y grandes tratados sobre el título de Madre de Dios que se atribuye a la Virgen. “Pero, sobre todo, esas palabras -añadió- han entrado en el corazón del santo pueblo de Dios, en la oración más familiar y doméstica, que acompaña el ritmo de las jornadas, los momentos de mayor esfuerzo y las esperanzas más audaces: es el Avemaría".

“Pidamos de manera especial a la Madre por los hijos que sufren y ya no tienen fuerzas para rezar -prosiguió el pontífice-, por tantos hermanos y hermanas afectados por la guerra, en tantas partes del mundo, que viven estos días de fiesta en la oscuridad y el frío, en la miseria y el miedo, rodeados de violencia e indiferencia. Pidamos a la Virgen por los que no tienen paz, ella que trajo al mundo al Príncipe de la paz (cf. Is 9, 5; Ga 4, 4). En ella, Reina de la paz, se cumple la bendición que escuchamos en la primera lectura: "Que el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz" (Núm 6, 26). De la mano de una Madre, la paz de Dios quiere entrar en nuestros hogares, en nuestro corazón, en nuestro mundo".

Pero, ¿cómo podemos acoger esta paz? Francisco señaló el ejemplo de los pastores, que "fueron sin demora" a la gruta de Belén. “Para acoger a Dios y su paz -explicó- no podemos quedarnos quietos, no podemos quedarnos esperando cómodamente que las cosas mejoren. Hay que levantarse, aprovechar las oportunidades de gracia, salir, arriesgarse”. E invitó a preguntarse: “¿Hacia dónde quiero ir este año? ¿Hacia quién voy a ir para hacerle el bien?”. “Ante la pereza que anestesia y la indiferencia que paraliza, ante el riesgo de limitarnos a quedarnos sentados delante de una pantalla, con las manos sobre un teclado, hoy los pastores nos alientan a salir, a hacer algo por lo que está ocurriendo en el mundo, a ensuciarnos las manos para hacer el bien, a renunciar a tantos hábitos y comodidades para abrirnos a las novedades de Dios, que se encuentran en la humildad del servicio, en la valentía de hacerse cargo”.

Y después los pastores se detienen para ver al Niño en el pesebre. “Cuántas veces –comentó nuevamente el Papa Francisco– atrapados en las prisas, ni siquiera tenemos tiempo para detenernos un minuto en compañía del Señor, para escuchar su Palabra, para rezar, para adorar, para alabar. Lo mismo ocurre con respecto a los demás: apurados o atrapados por el protagonismo, no tenemos tiempo para escuchar a la esposa, al marido, para hablar con los hijos, para preguntarles cómo se sienten por dentro, no sólo cómo van los estudios y la salud. Y cuánto bien hace escuchar a los ancianos, al abuelo y a la abuela, para mirar la profundidad de la vida y redescubrir las raíces. Preguntémonos entonces si somos capaces de ver al que vive al lado nuestro, al que vive en nuestro edificio, a los que encontramos todos los días en la calle".

Poco después, cuando se dirigió a los fieles que se encontraban en la Plaza de San Pedro al mediodía para rezar el Ángelus, el Papa Francisco encomendó una vez más a la intercesión de la Virgen al Papa Benedicto XVI, "fiel servidor del Evangelio y de la Iglesia" que falleció ayer. Señaló luego el ejemplo de la ternura de la Virgen y afirmó que el camino hacia la paz pasa por "cuidar" a los demás.

“En este día que san Pablo VI ha querido dedicar a la reflexión y la oración por la paz en el mundo -añadió después de rezar el Angelus- sentimos de manera aún más fuerte e intolerable el contraste de la guerra, que en Ucrania y en otros lugares del mundo siembra muerte y destrucción. Sin embargo, no perdemos la esperanza, porque tenemos fe en Dios, que en Jesucristo nos ha abierto el camino de la paz. La experiencia de la pandemia -concluyó- nos enseña que nadie puede salvarse solo sino que, juntos, podemos transitar caminos de paz y desarrollo. En el mundo entero, en todos los pueblos se alza el grito: ¡no a la guerra! ¡No al rearme! Que los recursos se destinen al desarrollo, la salud, la alimentación, la educación, el trabajo”.

 

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