14/05/2016, 12.33
VATICANO
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Papa: la piedad no es lastima, es un aspecto de la misericordia de Dios

"Muchas veces en los Evangelios se muestra el grito espontáneo de las personas enfermas, endemoniadas, pobres o afligidas recurrido a Jesús: ‘Ten piedad'". Y "¿ cuántas veces vemos gente tan apegada a los gatos, a los perros, y después dejan sin ayuda el hambre del vecino, de la vecina".
 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La piedad del que habla el Evangelio muchas veces es un aspecto de la misericordia de Dios y que no debe confundirse con la lastima "que es sólo emoción superficial y ofende la dignidad del otro", ni con compasión por los animales que viven con nosotros. Y "¿cuántas cuantas veces vemos gente tan apegada a los gatos, a los perros, y después dejan sin ayuda el hambre del vecino, de la vecina… no, no ¿eh?".

La Piedad, como uno "de los muchos aspectos de la misericordia" ha sido el centro de la Audiencia Jubilar hecha hoy por el Papa, en un día lluvioso debido a lo cual antes de ir a la plaza de San Pedro, Francisco fue al aula Pablo VI para saludar a los enfermos que con la familia y compañeros lo siguieron en pantallas gigantes. "Estamos unidos, - les dijo - los dos grupos, en los corazones y oraciones".

Sobre la lluvia el Papa bromeó hablando del "valor" de los presentes, subrayando la dificultad de "aplaudir sosteniendo el paraguas".

" Entre los tantos aspectos de la misericordia, existe uno que consiste en sentir piedad o apiadarse en relación a cuantos tienen necesidad de amor. La pietas – la piedad – es un concepto presente en el mundo greco-romano, donde indica el acto de someterse a los superiores: sobre todo la devoción debida a los dioses, también el respeto de los hijos hacia los padres, sobre todo a los ancianos. Hoy, en cambio, debemos estar atentos a no identificar la piedad con el pietismo, bastante difundido, que es solo una emoción superficial y ofende la dignidad del otro. Al mismo modo, la piedad no se debe confundir ni siquiera con la compasión que sentimos por los animales que viven con nosotros; sucede, de hecho, que a veces se siente este sentimiento hacia los animales, y se permanece indiferente ante los sufrimientos de los hermanos. Pero, cuantas veces vemos gente tan apegada a los gatos, a los perros, y después dejan sin ayuda el hambre del vecino, de la vecina… no, no ¿eh? Esto no va".

"La piedad de la cual queremos hablar es una manifestación de la misericordia de Dios. Es uno de los siete dones del Espíritu Santo que el Señor ofrece a sus discípulos para hacerlos «dóciles para seguir los impulsos del Espíritu Santo» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1830). Tantas veces en el Evangelio se presenta el grito espontáneo que personas enfermas, endemoniadas, pobres o afligidas dirigen a Jesús: “Ten piedad” (Cfr. Mc 10,47-48; Mt 15,22; 17,15). A todos Jesús respondía con la mirada de la misericordia y el conforto de su presencia. En tales invocaciones de ayuda o pedidos de piedad, cada uno expresaba también su fe en Jesús, llamándolo “Maestro”, “Hijo de David” y “Señor”. Intuían que en Él había algo extraordinario, que les podía ayudar a salir de la condición de tristeza en la cual se encontraban. Percibían en Él el amor de Dios mismo. Y también si la gente se amontonaba, Jesús se daba cuenta de aquellas invocaciones de piedad y se apiadaba, sobre todo cuando veía personas sufrientes y heridas en su dignidad, como en el caso de la hemorroisa (Cfr. Mc 5,32). Él los llamaba a tener confianza en Él y en su Palabra (Cfr. Jn 6,48-55). Para Jesús sentir piedad equivale a compartir la tristeza de quien encuentra, pero al mismo tiempo a obrar en primera persona para transformarla en alegría".

"También nosotros somos llamados a cultivar en nosotros actitudes de piedad ante tantas situaciones de la vida, quitándonos de encima la indiferencia que impide reconocer las exigencias de los hermanos que nos rodean y liberándonos de la esclavitud del bienestar material (Cfr. 1 Tim 6,3-8). Miremos el ejemplo de la Virgen María, que cuida de cada uno de sus hijos y es para nosotros creyentes el ícono de la piedad. Dante Alighieri lo expresa en la oración a la Virgen puesta al culmen del Paraíso: «En ti misericordia, en ti bondad, en ti magnificencia, en ti se encuentra todo cuanto hay de bueno en las criaturas» (XXXIII, 19-21).

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