En la revuelta de los Decembristas del 14 de diciembre de 1825 algunos oficiales del ejército e intelectuales partidarios de reformas liberales intentaron tomar el poder después de la repentina muerte del zar Alejandro I y fueron brutalmente reprimidos por el nuevo zar Nicolás I. Un ícono de la recurrente alternancia de “sistema” y “revuelta”, régimen y anarquía, en la parábola de la historia rusa.
En la nueva estrategia de política nacional impulsada por Putin también se aborda la cuestión religiosa, reforzando aún más el papel de la Iglesia ortodoxa. Y poniendo en el mismo plano entre las «amenazas» el terrorismo extremista y la «rusofobia» en las relaciones interétnicas e interreligiosas.
El debate entre los rusos sobre los ritos islámicos en los espacios públicos, ante la falta de lugares de culto suficientes, se está volviendo cada vez más acalorado. Las autoridades religiosas musulmanas recuerdan la recomendación de elegir lugares donde no se moleste a otras personas. Pero en el clima de creciente hostilidad hacia las comunidades procedentes de Asia Central, no faltan las violentas redadas contra los musulmanes que rezan.
En los últimos tres años, Rusia ha invertido casi mil quinientos millones de dólares en el desarrollo de la Ruta Marítima del Norte. El objetivo es pasar de los actuales 38 millones de toneladas de tráfico a 220 millones en 2035. Sin embargo, las condiciones atmosféricas, siempre extremas, los barcos, ya obsoletos, y, sobre todo, el combustible tóxico utilizado hacen que este ambicioso proyecto sea una aventura decididamente arriesgada.
El 2025 no marca el fin de las guerras, sino la división entre las dictaduras de Oriente y Occidente. El nuevo Diccionario de la lengua rusa refleja el concepto de democracia y autocracia de la ideología oficial. La especialidad de Witkoff y Dmitriev, artífices del “proyecto” de tregua, es contar el dinero y repartirse las ganancias. El enfrentamiento por el idioma y el tema de la convivencia entre las Iglesias ortodoxas.
Aproximadamente un millón de personas se mudaron después de la anexión de 2014 desde las regiones del norte, además de Moscú y San Petersburgo. Con el tiempo surgieron dificultades de adaptación y muchos decidieron regresar. Pesan el costo de los inmuebles y la falta de infraestructuras, junto con la «mentalidad crimea». De cada diez rusos que han llegado en los últimos años, sólo se quedan una media de dos.