01/02/2022, 13.11
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Kuwait deporta a migrantes: peligra el crecimiento económico

de Dario Salvi

El año pasado fueron expulsados más de 18.000 trabajadores extranjeros, entre ellos 11.000 hombres y más de 7.000 mujeres. El gobierno quiere fomentar el empleo entre la ciudadanía en un país en el que la proporción de inmigrantes con respecto a los locales es de 70-30. La dependencia del petróleo y la renuencia a emprender reformas. El rol de la mujer en una perspectiva de crecimiento y libertad. 

 

Milán (AsiaNews) - En 2021, Kuwait deportó a 18.221 trabajadores extranjeros - 11.177 hombres y 7.044 mujeres - y más de 257.000 migrantes tuvieron que abandonar el país de forma permanente. Esta tendencia surgió en los últimos años y se aceleró con la pandemia de Covid-19, situación que el gobierno aprovechó para fomentar un recambio de la fuerza laboral, y favorecer el empleo de mano de obra local más o menos calificada. Este proceso ha implicado tanto al sector público como al privado, y se ha visto agravado por el colapso de los ingresos del petróleo y una presión fiscal insostenible en ocasiones.

Entre los motivos que se citan para justificar la expulsión, figuran la expiración del permiso de residencia, la participación en delitos o actos violentos, el intento de suicidio o la violación del toque de queda impuesto para contener la propagación del coronavirus. A mediados del año pasado, el Ministerio del Interior también ordenó la expulsión de trabajadores con permiso de residencia regular que fueran "culpables" de promover o participar en protestas o que con su comportamiento hubieran atentado contra el interés público, la seguridad o la moral (islámica) de la nación. Sin embargo, la política de mano dura provocó una repentina falta de mano de obra, lo que podría obstaculizar el crecimiento de la industria de los hidrocarburos y de los sectores no vinculados al oro negro de forma directa.

 

El petróleo y la falta de reformas

Situado en la parte más alta del Golfo Pérsico, el pequeño estado de Kuwait limita con Irak y Arabia Saudita. En 1961 dejó de ser un protectorado británico para convertirse en una nación independiente. Hoy es un emirato gobernado por una monarquía constitucional y su economía se basa principalmente en la extracción y exportación de petróleo, cuyas reservas representan el 6% del total mundial. A pesar de su enorme liquidez por los ingresos derivados del oro negro, el país aún no ha sido capaz -como Riad y Abu Dabi- de diversificar su economía. Por el contrario, el clima empresarial general sigue siendo deficiente, mientras que abunda el empleo en el sector público, que concentra la mayor parte de la mano de obra y comprende cerca del 74% del total de ciudadanos. Entre las causas que han frenado el avance de las reformas figuran las tensiones internas en el gobierno, agravadas en los dos últimos años por las restricciones impuestas por el Covid-19 y su impacto en la industria petrolera.

La mayoría de los migrantes que trabajan en el Golfo tienen permisos de trabajo cuya vigencia varía de uno a tres años. Proceden de naciones del sur y el sudeste asiático, del norte de África o del África subsahariana y la mayoría ha dejado a sus familias en su país de origen. No son solo hombres, sino también mujeres que encuentran trabajo como empleadas domésticas o profesionales semi-calificadas en hospitales (especialmente enfermeras), restaurantes, oficinas o agencias de seguridad. 

Todavía hoy, las empresas imponen fuertes restricciones a los migrantes económicos que quieren viajar con sus familias. En estos países, e incluso en Kuwait, el principal problema no es la falta de trabajo, sino lo que se conoce como el sistema de kafala, que exige a cada trabajador tener un "patrocinador" para obtener un permiso por un periodo de tiempo determinado. Este procedimiento coloca al migrante en una situación de dependencia legal y vulnerabilidad que suele traducirse en abusos (físicos y sexuales) y violaciones, en la confiscación arbitraria de su pasaporte, el retraso en el pago de haberes, el trabajo forzado y, en el caso de los trabajadores domésticos, el confinamiento forzado en el domicilio laboral.  

En Kuwait, los migrantes suelen vivir en instalaciones superpobladas y no tienen acceso al sistema de salud. El país utiliza los centros para inmigrantes y las cárceles para encerrarlos en condiciones higiénicas precarias. Cuando estas personas pierden su protector, acaban trabajando para los narcotraficantes o en el mercado de la prostitución; los que intentan escapar son encarcelados o deportados. A pesar de ello, la economía sigue dependiendo de los extranjeros, hasta el punto de que el gobierno ha firmado acuerdos con sus naciones de origen -los países del sur y del sudeste asiático. 

En este momento, los sectores que registraron una importante salida de trabajadores migrantes se enfrentan a una grave escasez de mano de obra. En el sector público, el 65% de los extranjeros trabajan en el área de salud y educación; otra parte considerable está presente en la industria petrolera, que empieza a mostrar los primeros signos de crisis, comprometiendo el objetivo fijado para 2025: 3,5 millones de barriles diarios, en vez de los 2,5 actuales. Otro capítulo es el de los trabajadores domésticos, que actualmente representan el 22,8% de la fuerza laboral: en 2021, más de 41.000 abandonaron Kuwait de forma permanente, dejando brechas difíciles de cubrir.

 

La evolución del mercado

La política gubernamental de "kuwaitinización" también impacta en las decisiones de los empresarios y empleadores del sector privado, que se ven forzados a contratar a conciudadanos en detrimento de los inmigrantes. Uno de los primeros objetivos es corregir el desequilibrio demográfico de larga data, en el que tres millones de expatriados representan alrededor del 70% de la población total. También es necesario incentivar a los habitantes locales para que acepten ciertos tipos de empleo considerados "inferiores" en términos de estatus social y remuneración. Basta con pensar en el trato diferencial que reciben los funcionarios del sector público -en términos de salarios e impuestos- en comparación con sus colegas del sector privado. En los últimos meses se han creado guarderías para niños, que han elevado el rango de las trabajadoras -no ya domésticas,  sino educadoras y pedagogas- haciendo que el empleo resulte más atractivo para las mujeres locales. La contribución de las mujeres al mundo laboral sigue siendo escasa y, en general, las trabajadoras femeninas reciben salarios más bajos y tienen menos perspectivas de carrera que los hombres, especialmente en el sector público. Por tanto, resulta esencial abrir oportunidades profesionales en el sector privado.

Un aligeramiento de la presión social y de los límites impuestos allí donde el Islam es mayoritario -especialmente entre los países del Golfo- permitiría una mayor salida laboral para la población femenina, llamada a contribuir -con un segundo salario- a la economía familiar.  Las mujeres kuwaitíes también podrían ocupar más puestos en sectores como la abogacía, el comercio minorista y la salud privada, actualmente dominados por extranjeros. Como consecuencia, disminuirían las remesas al exterior, y podría reinvertirse mayor capital para sostener el gasto interno e impulsar la economía. Los analistas y expertos prevén que el gobierno, por motivos sociales y fiscales, continuará con las políticas orientadas a sustituir la mano de obra extranjera por trabajadores nativos, tratando de invertir la actual proporción entre migrantes y autóctonos. Los pronósticos se confirman con el aumento progresivo de las deportaciones y el papel central otorgado a la cuestión de los migrantes en el plan político interno para el quinquenio 2022-2026. 

 

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