Bangkok frente a los nuevos veredictos sobre la familia Shinawatra
El veredicto sobre Thaksin se emitirá el 22 de agosto, seguido por el veredicto sobre la primera ministra "suspendida" Paetongtarn, en un nuevo enfrentamiento con los militares mientras la tensión con Phnom Penh sigue siendo muy alta. Nuevo capítulo en la larga crisis de un país que es incapaz de pasar página y de esa manera acentúa su declive.
Bangkok (AsiaNews) - Tailandia se prepara para vivir días, y quizás semanas, complicadas, en las que una vez más la familia Shinawatra será el centro de atención. Lo que no han logrado los golpes de Estado y veinte años de iniciativas contrarias a su control del país - por otra parte a través de partidos que han ganado ampliamente en el plano electoral - podrían conseguirlo las sentencias de los jueces.
Para el 22 de agosto se espera la sentencia de un tribunal penal sobre Thaksin Shinawatra, ex primer ministro, desde 2008 en exilio voluntario aunque forzado por órdenes de arresto en su país. Thaksin regresó hace dos años y fue amnistiado por el soberano con el compromiso de mantenerse fuera del juego político-institucional, pero posteriormente fue acusado de lesa majestad en virtud del artículo 112 del Código Penal, un "arma legal" poderosa y difícil de contrarrestar que se ha utilizado en los últimos años para silenciar a quienes piden la reforma de la institución monárquica y el alejamiento definitivo de los militares del gobierno.
El 29 de agosto será juzgada su hija menor, Paetongtarn Shinawatra, que fue suspendida el 1 de julio del cargo de jefa de gobierno por la Corte Constitucional, acusada de conducta impropia durante la crisis entre Tailandia y Camboya - que todavía no se ha resuelto y ha tenido como consecuencia un rebrote de nacionalismo en ambas partes -. Shinawatra, de 38 años, cayó en una trampa tendida por el "hombre fuerte" de Camboya, el ex primer ministro y actual presidente del Senado, Hun Sen. Ex aliado de Thaksin y socio comercial de los Shinawatra, Hun Sen grabó y difundió una conversación telefónica del 15 de junio en la que, hablando de la crisis entre los dos países que comenzó a finales de mayo, la joven primera ministra criticó el comportamiento del comandante del Segundo Ejército de Tailandia, responsable de las zonas fronterizas involucradas en los enfrentamientos. Sus comentarios provocaron la indignación de los nacionalistas y de la oposición, que pidieron en el Parlamento la intervención de la Corte.
Las motivaciones varían, pero en ambos casos son el resultado de maniobras para intentar una vez más cerrar cuentas con una dinastía que ha sido protagonista de la política tailandesa desde 2001 y de un duro enfrentamiento con las élites tradicionales del país y las fuerzas armadas que las respaldan. Hasta ahora, casi todos los triunfos electorales de las diversas expresiones políticas de los Shinawatra o de sus leales han sido frustrados por medidas judiciales, revocaciones parlamentarias o golpes de Estado. En este juego de intereses contrapuestos la perdedora ha sido la democracia, que se ha limitado solo al ejercicio del voto, dejando luego al país atrapado entre el paternalismo y el nacionalismo por un lado, y el populismo y el nepotismo por el otro. Con la corrupción siempre en niveles elevados. Ambas partes declaran estar comprometidas en la búsqueda de la "vía tailandesa" para el progreso, pero en realidad su objetivo es asegurarse el control de la población y los recursos, mientras el país ha ido perdiendo la fuerza productiva, de empleo y de modernización de la que había gozado desde los años setenta del siglo XX gracias a la estabilidad general, a menudo impuesta por los militares.
Hoy la segunda economía del Sudeste Asiático ve amenazada su posición por otros países, comenzando por el pujante Vietnam, pero sobre todo está sumida en una crisis que nadie parece ser capaz (ni estar interesado en) de resolver. Todas las partes - salvo quizás la progresista Move Forward, ganadora de las dos últimas elecciones, a la que actos discutibles en el Parlamento y en los tribunales de máximo nivel le impidieron acceder al gobierno - siguen apostando por las prácticas más oportunistas y cómodas que les permitan contener las necesidades y expectativas de la población, modernizando la fachada del país con una creciente aceptación de inversiones y estructuras extranjeras, sobre todo chinas, cuyas desventajas quizás no han sido adecuadamente evaluadas.
En este contexto, una destitución de los Shinawatra del poder, que difícilmente sea aceptada pasivamente y que muchos consideran persecutoria, podría desencadenar una crisis aún mayor.
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